Octavo Encuentro

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*Diciembre 2005*

Aunque no lo admitiera le gustaba la compañía de la chica, no estaba seguro si era amor pero ella le daba seguridad y sobre todo aliviaba su soledad. Meses habían pasado, ya casi un año desde que la vio en aquel aeropuerto y por mas que deseaba olvidarla, solo se engañaba pues cada día su imagen era mas clara.

No podía borrarla de su ser ni siquiera entre los brazos de su novia, trataba de no pensar pero le era imposible y en algunas ocasiones se sintió un terrible patán por creer que los labios que besaba y el cuerpo que yacía a su lado era el de ella. De una desconocida. Aunque sabía que ese no era la manera correcta de llamarle.

Las fechas navideñas se acercaban y tenía pensado viajar a Londres junto con Kate. Ese día se sentía demasiado extraño, aquellas noches que pasaba en vela habían vuelto y de nuevo un sufrimiento inexplicable se anidaba en su alma. Trataba de no preocupar a la chica, tal vez no merecía eso, pero el tampoco. Desistió en su búsqueda pues después de todo al parecer a ella no le interesó que se volvieran a reencontrar.

Estaba decidido a terminar con todo, pero su publicista le sugirió que si en verdad quería terminar con Kate lo hiciera después de las fiestas. No quería alargar mas las cosas pero terminó haciéndole caso.

Al día siguiente tomarían un avión a Londres, al parecer fueron invitados a la boda de un famoso cantante además de que extrañaba su hogar y familia, después tomaría unas pequeñas vacaciones en año nuevo.

Preparó su maleta ya que no quería que las prisas le ganaran pues muy temprano por la mañana saldría su vuelo. Ya oscurecía cuando al acomodar unos calcetines en una de las pequeñas bolsas algo se enredó entre sus manos, sus ojos se abrieron como platos. No supo que ocurrió, en cuanto la leyó salió corriendo de su habitación apenas alcanzando su cartera y sus llaves.

Era de ella, quien sabe como es que había llegado ahí, tal vez la dejó entre su ropa y el no se dio cuenta. Había sido un tonto, ella hizo lo posible y ahora solo deseaba que en verdad continuara trabajando en aquella compañía. Llegó hasta el enorme edificio y tras estacionarse casi corriendo llegó a la entrada, preguntó por ella y el mundo se le derrumbó cuando le comunicaron que salió de viaje por las fiestas y regresaría hasta principios de ese nuevo año que iniciaría muy pronto.

Abatido y cabizbajo se llevó la mano a la cabellera y apartó los rizos desordenados que se escapaban de una pequeña coleta. Era un tonto, eso era de esperarse pero cuando menos ya sabía donde encontrarla.

Sus pasos sin querer lo guiaron ahora hacia un parque cercano, caminaba entre los pequeños senderos rodeados de árboles sintiendo una gran opresión en su pecho. Se sentó en una banca cercana y hundió sus manos en su rostro. ¿Qué le pasaba? Se estaba volviendo loco, el tenía su vida, su carrera, su pareja ...

No se percataba que a unos cuantos pasos unos ojos oscuros le miraban llenos de lágrimas, no quería acercarse por mas que lo deseaba, el ya había tomado su decisión, olvidarle y quedarse con esa chica actriz. Tal vez era lo mejor, era más bella y se dedicaban a lo mismo, en cambio ella solo era una empleada de aquella compañía.

Fue a ese parque que estaba muy cerca de su casa, sintió como si alguien le llamara y sin darse cuenta fue que llegó hasta esa banca que albergaba a su alma gemela, a esa persona especial, pues sabía que lo era; se convenció cada noche cuando en sus sueños aparecía. Su alma si regresó junto a la suya solo que la vida esta vez fue muy cruel y decidió que no se reencontrarían a pesar de estarse buscando quizás desde tiempos mitológicos.

Cerró sus ojos apenas unos momentos y sollozó dejando caer unas cuantas lágrimas. Se giró con todo su pesar no sabiendo que aquello fue un llamado para esa alma que levantó la cabeza y con el solo hecho de ver su sombra la identificó. Corrió hacia ella rápidamente y sin pensar en nada la estrechó entre sus brazos dejando a la joven mas que sorprendida. Inés se aferró a su torso y hundió su rostro entre su pecho, ese olor, ese calor, cada forma, su textura. Era él, su amor, el único y lo sabía. Ahora estaba entre sus brazos y a pesar de que una enorme felicidad la inundaba estaba consciente de que tal vez aquello solo era una ilusión.

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