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-No me vas a obligar a ponerme tanto maquillaje, voy a parecer un mapache.-Digo mirándome al espejo.- ¿No tienes algo más natural?
-Oh, que aburrida eres, hija de mi vida.- Me bufa Danielle poniendo los ojos en blanco y dejando la paleta de colores exagerados para coger la de colores tierra, la cual está en el fondo del estuche.
15 minutos después ya llevo puesta mi sudadera de Paramore y los pantalones menos originales que se me ocurren acompañados de unas botas altas de militar, que fueron un regalo de mi padre, el único que me gustó realmente.
Scarlet arranca el coche directa al centro comercial, con Danielle y yo en los asientos traseros y Rob en su silleta junto a nosotras. Para mi sorpresa el camino se me hace muy corto, y cuando me voy a dar cuenta, veo a Cedric en la puerta del centro comercial esperándome. Se le ve distinto, no sé que es, pero...
-No te quedes sin ese morenazo de ojos violetas Fénix, ¡lánzate!- Me dice Danielle riendo cuando ya he salido del coche y me estoy dirigiendo hacia él.
Le dedico un corte de mangas cuando noto que todo el mundo nos mira por el grito que ha pegado, y ella me lo devuelve, guiñándome un ojo.
Cedric se acerca a mí cuando Scarlet se va con Danielle, afortunadamente.
Por un momento pensé que mi amiga se bajaría del coche y se quedaría con nosotros.
-Paramore, eh...yo soy más de Ramones.
-Viniendo de ti, no me sorprende.-le digo, arqueando una ceja.- ¿Entramos? Estoy muriendo de calor.
El centro comercial está prácticamente desierto, y es normal, pues los días de semana no suele venir casi nadie. Yo me rasco la nuca, incómoda.
-¿Qué te apetece hacer?-le pregunto.
-Ven. Quiero enseñarte algo.
Me agarra de la muñeca con suavidad y me guía entre el laberinto de tiendas y cafeterías hasta llegar a una tiendecita pequeña y sencilla llamada "Reinos de papel".
-¿Qué...?
-Shhh.-me dice, con un brillo travieso en la mirada.-No estropees el factor sorpresa.
Entramos y enseguida el olor a libros invade mi pituitaria, poniéndome el vello de punta.
Cedric me conduce entre estanterías, bastante seguro. Se detiene frente a una, duda un segundo y luego alarga la mano y saca un libro. Tiene las tapas marrones con textura rugosa y, en letras doradas y floridas, se puede leer: "Franny y Zooey, J.D Salinger". Yo suspiro y me cruzo de brazos.
-No irás en serio.-le digo, pasando la mirada del libro a él.-Dime que no vas en serio.
-Tú léelo. Y luego me dices si le da tres millones de vueltas a El guardián entre el centeno o no. Y no hace falta que me des las gracias, es un regalo.
-Menos mal.
-Pero ya que te he regalado yo un libro, lo justo sería que tú también me compraras uno.-dice, muy sonriente.
-Qué morro tienes.-le espeto. Pero me gusta este juego, así que me paseo entre las estanterías, buscando el libro que tengo en mente. Afortunadamente, lo encuentro.
-Ten, Darcy.-le digo, tendiéndole una de las primeras ediciones de Orgullo y prejuicio.
-Mil gracias, Elizabeth.
Tras pagar los libros, decidimos ir a comer algo, mientras continuamos discutiendo acaloradamente sobre literatura y música.
-¿Qué opinas de "Alicia en el país de las maravillas"?-me pregunta en un momento dado, mientras estamos sentados en el interior de una heladería.
-Resume mi infancia entera.-digo, tomando una cucharada de mi helado de Oreo.-Mi madre me ponía la película continuamente, nos sabíamos la mitad del guión de memoria. Luego me leí la novela con doce años y me encantó. Pero desde siempre me ha dado pena que Alicia se despertarse a final. ¿Por qué no podía quedarse para siempre en el País de las Maravillas?
-Porque no era real, Fénix.-dice Cedric, poniéndose muy serio de repente.-La gente no le concede ningún tipo de importancia a las cosas que no son reales, como...
-Los sueños.-decimos al unísono.
-¿Tú le concedes importancia a los sueños?-pregunto, mirándolo fijamente.
-Claro. Al fin y al cabo los sueños son deseos del subconsciente. Si ese sueño está allí, es porque tú quieres que esté.
-¿Y si esto es un sueño y lo que soñamos es la vida real?-murmuro, mientras el helado se derrite y gotea en la mesa. No me importa.
-Que no te sorprenda. Tal vez Alicia vivía en el País de las Maravillas y su mundo "real" no era sino un sueño. Quién sabe.
-Quién sabe.-repito.
Tras esto, nos quedamos en silencio. Pero no es un silencio incómodo, sino un silencio cómplice, como el de dos niños que comparten un secreto y están sus padres delante.
Un silencio íntimo.

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⏰ Última actualización: Sep 13, 2016 ⏰

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Los sueños de FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora