¿Cuántas personas habrá en el mundo con los ojos violetas? Creo recordar que una actriz los tenía de ese color, pero no tan intensos como los de él. ¿No es demasiada casualidad ver en mi sueño dos ojos de un color tan extravagante y que, ese mismo día, me encuentre con un chico que los tiene exactamente igual?
Salgo del aula de inglés con un mal sabor de boca. El examen está aprobado, de eso estoy segura, pero sé que puedo hacerlo muchísimo mejor. Sin embargo, no he podido concentrarme; cada vez que intentaba prestar atención en un ejercicio, los ojos violetas regresaban a mi mente y volvía a despistarme.
La siguiente clase es literatura, otra de mis favoritas, así que aprieto el paso para llegar lo antes posible al aula. Tomo asiento junto a Danielle, que está ensimismada mirando al fondo de la clase.
Me giro y veo a la profesora charlando muy animada con... Con... Él.
Se percata de que lo estoy observando, sonríe travieso y me guiña un ojo. Yo aparto la vista, poniendo los ojos en blanco, pero con un intenso rubor en las mejillas.
-¿Quién es ese?-me pregunta Danielle, suspirando profundamente y lanzándole miraditas al chico de los ojos violetas.
-Un imbécil.-bufo, sacando el libro y el cuaderno. No sé por qué, de repente me encuentro enfadada con Danielle. ¿Por qué se fija tanto en él?
-A ver, clase...-oigo decir a la profesora, dando dos palmadas que resuenan por todo el aula.-Antes de comenzar, quisiera presentaros a Cedric, vuestro nuevo compañero. Viene de... ¿de dónde has dicho que vienes?
-De Chicago.-dice él, aún sonriente.
-De Chicago, bien. Bueno, Cedric, puedes sentarte donde quieras. Durante esta semana estamos leyendo y comentando un libro, pero supongo que tu no lo tendrás, así que puedes...
-No te preocupes.-la interrumpe, sacando un libro de portadas rojas y relucientes. Parece nuevo.-Tengo el libro.
-Pero...-tartamudea la profesora-Pero, ¿cómo sabías que...?
Cedric se encoje de hombros y se sienta en un pupitre individual, al final de la clase.
-Bueno.-la profesora mueve la cabeza, muy confusa, y se dirige hacia la pizarra.- Estamos leyendo "El guardián entre el centeno "del gran J.D Salinger. ¿Qué os ha parecido el capítulo cuatro? Yo levanto la mano rápidamente.
-¿Sí, Fénix?
-Me... Me ha gustado mucho.-digo, mirando de reojo a Cedric. Tiene sus ojos clavados en mí. Mierda.- Creo que Salinger supo unir una novela fresca que nos cuenta las peripecias de un adolescente y al mismo tiempo, con un trasfondo psicológico bastante acertado.
-Permíteme que discrepe.-dice de repente Cedric. Está inclinando la silla hacia atrás y rascándose el brazo en actitud pasota.-Me parece un libro sumamente sobrevalorado, petulante y pretencioso. No sé cómo consiguió llegar a ser un clásico. Por favor, se supone que El guardián entre el centeno es la obra principal de Salinger, pero "Franny y Zooey" le da tres millones de vueltas.
-¿Perdona? Venga ya, no tienes ni puta idea de literatura.-exclamo, poniéndome muy roja-Si es un clásico mundial, será por algo.
-Porque son el resto de personas del mundo los que no tienen ni puta idea de literatura, no yo.-me espeta, muy tranquilo.
Estoy a punto de replicar cuando la profesora nos interrumpe.
-Bueno chicos, ya hemos oído vuestra opinión. ¿Qué os parece si ahora escuchamos la del resto de compañeros?
La clase prosigue tranquila, y ni yo ni Cedric volvemos a intervenir. Cuando suena el timbre que anuncia el recreo, recojo mis cosas con parsimonia, mientras Danielle parlotea sobre unos nuevos zapatos que ha visto por internet y que son mucho más baratos que unos iguales que vio en una tienda. Me cuelgo la mochila al hombro y me dirijo hacia la puerta, pero Cedric vuelve a cortarme el paso, sonriendo con picardía.
-Conque Fénix. ¿Eh?-me dice.-Un placer.
-Ojalá pudiera decir lo mismo, Cedric.-le espeto, intentando apatarme. No me deja.
-Bueno, Fénix, ¿qué te parece si esta tarde quedas conmigo y seguimos discutiendo sobre los pormenores de los clásicos de la literatura?
-Yo no quedo con alguien para insultarnos mutuamente, gracias.
-Genial. A las seis en el centro comercial.
-Pero...-balbuceo.
-Nos vemos, Fénix.
Antes de darme tiempo a replicar, se da la vuelta y se va.
-No me lo creo. ¿Vas a quedar con ÉL?-me pregunta Danielle, mirándome patidifusa.
-Qué va.-bufo, bajando las escaleras.
-Genial. ¿Qué te parece si me presento yo en tu lugar?
-Es todo tuyo.
Cuando salimos al patio, el sol me ciega y me obliga a remangarme. Ya sabía yo que íbamos a morir de calor.
Danielle saca una bolsa de Doritos y me la ofrece. Yo cojo uno, pensativa, mientras el patio bulle de actividad. Frente a nosotras se disputa un partido de fútbol, a la derecha, uno de baloncesto, y a la izquierda, los más pequeños se pelean por los bancos. Pero no hay ni rastro de Cedric.
-¿A quién buscas?-me pregunta Danielle, sonriendo pícara.
-¿Yo? A nadie.-replico, quizá demasiado a la defensiva

ESTÁS LEYENDO
Los sueños de Fénix
Science FictionUna noche empecé a tener pesadillas, y a partir de ahí, todas eran las mismas: La gente moría y yo no podía hacer nada para evitarlo. Si consigues adivinar quién los mata a todos, pararás las pesadillas, y la paz y la calma en Melville devolverá...