Hoy era un día importante, sí, pero para Nico solo era un día más. Era la mañana del primero de agosto, o mejor dicho, su cumpleaños. No era que no le alegrara dicha fecha, lo hacía, como a todo el mundo, pero no lo veía como si fuera algo para celebrar. Después de todo, ni siquiera estaba seguro de que él hubiera nacido ese día. Por lo que recuerda del orfanato (lo cual no es mucho) era que lo habían entregado en él ese día: un primero de agosto.
Sus planes para ese día serían los mismos de siempre: quedarse leyendo algún libro en algún lugar tranquilo de la casa. Y encontrarlos era un enorme, enorme desafío, pero hace tiempo había logrado dar con uno. Bueno, no podía llamarlo un escondite o un estudio propiamente dicho, pero era mejor que nada. Allí nadie lo molestaba, allí no llegaban los gritos y alborotos de sus hermanos; era un pequeño pedacito de tranquilidad. El techo.
Había encontrado la manera de colarse por la ventana del ático y llegar al techo sin caerse ni romperse el cráneo, pero le valió el esfuerzo. Y más aún de noche, cuando decidía irse a observar las estrellas sin objetivo alguno. Estaba pensando muy seriamente pasarse todo el día allí arriba.
Sí, no parece tan mala idea.
La puerta de su habitación se abrió de un azote y el sonido resonó con un amplio eco. Encendieron la luz y el destello cegó momentáneamente a Nico. Pequeñas manchitas blancas titilaban en sus ojos hasta que su vista se adaptó a la luz.
Frunció el ceño y buscó al causante de interrumpir su profundo análisis existencial.
—Leo.
El conejo de diecisiete años lo veía burlón desde el umbral de la puerta. La pequeña cicatriz que tenía bajo el labio se ocultaba cuando sonreía, pero lo peor era su pelaje. Leo era un conejo completamente blanco, incluso un día Nico llegó a sospechar que él era un conejo ártico la primera vez que lo vio, pero no, solo era blanco y punto.
El pelaje de Leo parecía brillar con la luz del cuarto, la cual no era precisamente del agrado de Nico. Si él hubiera podido decidir, hubiera preferido una luz más suave o mínimo un apagador graduable para que el golpe de la luz no fuera tan fuerte. Pero ¡No! Sus padres decidieron poner uno directo porque «Iluminaría mejor el cuarto». Había veces que pensaba que lo habían hecho era para no perderlo de vista, como casi siempre pasaba.
—¿Por qué demonios entras así? —espetó Nico, frotándose los ojos.
Leo rió.
—Calma, calma, hermanito. Hoy es tu cumpleaños ¡Alégrate!
—Ajá ¿y?
—¿Es que no puede uno venir a felicitarte?
—¿Cómo la vez que felicitaste a James? —apuntó Nico— ¿Cómo fue? ¡Ah, sí! Tú y Luke entraron con pistolas de Paintball y le dieron una «colorida mañana». Si no aportas nada, allí está la puerta; y si me permites, necesito dormir.
Nico se lanzó las gruesas sábanas encima y le dio la espalda a Leo.
Leo silbó.
—¿Dormir? ¡Pero si es casi medio día!
—¿Y?
—¡Sal! ¡Socializa! No puedes quedarte durmiendo. Pareces un vampiro.
—¿Por qué pensarían eso? —preguntó Nico, su voz sonaba ahogada por culpa de la manta.
—Duermes hasta tarde, te acuestas muy avanzada la noche y casi no tienes presencia.
—Que novedad, si no me lo dices no me hubiera enterado.

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Mi Luz (SEPT 2.5)
FanfictionHoy es el cumpleaños de Nico, pero el no le da mayor importancia al asunto. Pero sus padres, Nick y Judy, deciden hacerle una celebración por sus quince años. Nico piensa que será algo como las fiestas que él evita a toda costa, pero se llevará una...