Capítulo 7.

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Debería empezar a replantearme la vida. A lo mejor no está en contra mía. A lo mejor está ayudándome a encontrar al resto de gente que también cree que la vida está en contra suya. Al menos a una persona, una que sea especial y que me haga sentir especial. Una que me haga sentir que la vida me está haciendo un favor.

-Lo leí por ahí, en una de esas noches en las que no puedes dormir.

Desperté, y esa cita fue lo primero que pasó por mi mente. No entendí nada. De repente, una gran cantidad de imágenes dispersas se apoderaron de mi mente, haciéndome recordar lo que mis ojos pudieron descubrir el día anterior. ¿Qué haría si veía a Scott? ¿Le diría algo? ¿Fingiría que no sé nada? Lo de actuar se me daba bien, llevaba años mostrando el show de Alice, aquel en el que se mostraba que yo estaba perfectamente emocionalmente. "Puede que sea lo mejor", concluí.

Miré por la ventana, echándole una ojeada al vecindario: vacío, como a mí me gustaba. A veces, me despertaba antes para admirar el paisaje desierto de vida, pero cubierto de nieve, para aclararme las ideas. Aquel día era uno de esos.

Desayuné, me cubrí el cuerpo con la mayor cantidad de ropa que pudiese para mantener todo el calor posible a mi al rededor, y le di un paseo a Maya. Generalmente, por las mañanas lo sacaba mi padre, pero no me importaba darle una vuelta -era mi mejor amiga- y a ella mucho menos.

Me paré instintivamente frente a la casa de los Grisam. Deseaba con todas mis fuerzas poder verlo y ver si había sufrido algún daño... él, o cualquier otro miembro de su familia. A pesar de la mala primera impresión que me dio, y lo malo que fue nuestro primer contacto, estaba dispuesta a prestar mi ayuda si notaba algún indicio de que lo necesitase. No podía ver a nadie sufrir, no se sentía nada bien...
Esperé unos minutos más, pero me di por vencida al no notar ningún movimiento en la casa vecina.

Regresé a casa a tiempo para preparar mi mochila y despedirme de Maya y de mi padre. Estaba a punto de salir, cuando miré el reloj.

-¿No es un poco temprano? -preguntó mi padre. Él también se había fijado en la hora.
-Lo tomaré como un relajante paseo en el que controlaré mis demonios para que durante las clases no salten -respondí, más seco de lo que me hubiese gustado.
Afortunadamente, mi padre se lo tomó con humor creyendo que era una broma (¿no lo era, realmente?). Se rió, y segundos después me besó la frente.

Salí de casa, y disminuí mi velocidad (que ya era bastante reducida) cuando vi la figura de Scott a lo lejos saliendo justo en ese momento de su casa. Me hice la despistada mirando el suelo, disimulando que conocía la verdad sobre él y evitando un incómodo momento. No sirvió para nada.

-Buenos días -y sonrió.
-Buenos días -respondí, evitando mirarle directamente a los ojos.

Seguimos nuestro camino, él unos metros por delante de mí, cuando no pude evitarlo más.

-Eh... ¿Scott? -lo llamé.
-¿Ocurre algo? -ni siquiera trató de ocultar la sorpresa en su voz, supuse que él nunca esperaría que yo iniciase una conversación entre ambos.
-Digamos que ayer pasaba por delante de tu casa mientras sacaba al perro... y yo... bueno... pues...
-¿Qué pasó Alice? ¿Qué escuchaste? -su voz mostraba que estaba totalmente sereno.
-¿Problemas en casa? -solté la bomba, esta vez sin vacilar.
-Quizá -y añadió una de las sonrisas que yo tanto odiaba.

Murmuré un "oh" y seguí mi camino, aunque pareció que estaba vacío de sentimiento, se formó un profundo agujero en mi pecho de la angustia. Me detuve porque él seguía mirándome.

-¿Problemas de autoestima? -y me miró la muñeca directamente, la cual siempre pretendía mantener oculta.
Pensé en no responder, ya que a él no le incumbían mis problemas, pero decidí que debía confiar en Scott como había hecho él conmigo, o al menos ser un poco educada y dejar de evitarle.
-Quizá -respondí, al fin.
-Quizá podamos ser amigos.
-Quizá.
Y ambos reímos al darnos cuentas de la cantidad de veces que habíamos pronunciado esa palabra. Me estiró el brazo, y yo me acerqué un poco para estrecharle la mano.

Continuamos el camino a clase ambos, y al parecer no era tan mal chaval. Me contó su historia, con todos los detalles, y sentí que el agujero que se había formado en mi pecho se agrandaba.

-¿Por qué nunca has llamado a la policía?
-Al fin y al cabo, de algún lugar debemos conseguir dinero... No tengo estudios suficientes como para conseguir un buen trabajo, y con mi edad, el trabajo que consiguiese no serviría para ocuparme de mi madre y de mí.
-Pero tu madre podría buscar un empleo...
-No sé si mi madre conseguiría escapar del trastorno que este hombre le está dejando -me interrumpió.
-Lo siento, si pudiera ayudarte en algo...
-Ya lo haces -y me volvió a dedicar una sonrisa de las suyas. Hasta ese momento, en el que le miré a la cara desde tan cerca, no me di cuenta de las heridas, que había intentado tapar (fallidamente) con algún tipo de maquillaje, que lucía sobre su piel.
-No entiendo...
-Nada más que te conocí, sentí que podía confiar en ti.
-¿Cómo? -exclamé, un poco más alto de lo que pretendía.
-Cuando te miré a los ojos ayer. En ese mismo instante, pude ver en tu mirada la misma perdición que contiene la de mi madre. No es fácil confiar en toda la gente en este mundo.
-¿A mí me lo vas a decir? -con una media sonrisa, y en tono burlón hacia mí, intenté animarle... pero él sabía fingir mucho mejor que yo que estaba en perfectas condiciones. Aunque ahora sabía que no lo estaba -Ayer, por un momento, pensé que te dedicabas a acercarte a todas las chicas de tu al rededor.
-Eso es cierto a la mitad.
-Eh... ¿Puedes explicar eso? -pregunté, un poco molesta por el tono en el que lo había dicho.
Se dio la vuelta y siguió andando mientras se reía, ignorándome.
-¡Scott Grisam! ¡Quiero una explicación ahora mismo! -le grité a sus espaldas.
-¡Solamente a las chicas guapas! -vociferó, mientras lo perdía entre la multitud de gente.

Noté como el calor de mis mejillas era bastante intenso, y que el rubor llegaba al menos hasta a mi cuello... Y sonreí.

Quizá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora