—¿Seguro que estás de acuerdo con esto? —preguntó el albino con voz suave, aunque firme.
—¿Acaso tengo opción? —contestó el capitán, resignado, frotándose el cuello con una mano. Una triste sonrisa cubría su rostro, haciendo todo lo posible por ocultar su dolor.
—Lo siento mucho, Daichi —se disculpó el armador, pasando su mirada del suelo a su compañero repetidas veces, con rapidez, incapaz de mantener la mirada fija en el contrario—. Ojalá esto no tuviera que ser así.
—No hay nada que podamos hacer al respecto, Suga —contestó, correspondiendo la mirada del albino durante apenas un segundo—. Los sentimientos son algo que no podemos controlar.
Al decir esto último, apretó los puños y devolvió la mirada al suelo. El más bajo suspiró y se agarró el brazo, frotándolo con ímpetu. Había estado pensando en el tema durante semanas y conforme más lo pensaba, más le dolía. Al principio, se consolaba a sí mismo, pensando que aquello era solo algo pasajero, que se le pasaría. Pero el tiempo avanzaba, los días pasaban y la llama que había comenzado a prender hacia poco más de un año, se había desvanecido. Se había apagado poco a poco y, después, de golpe. Sus sentimientos por Daichi... ya no estaban. Ya no se sentía como al principio cuando lo tenía a su lado, cuando le cogía de la mano, cuando le sonreía. Cuando le decía que le quería.
Te quiero.
Durante esas últimas semanas, el albino había llegado a pronunciar esas dos palabras incluso más de lo habitual. Pero sus palabras estaban vacías, carentes de significado alguno. Esas dos palabras se habían convertido en meras mentiras, pero Sugawara seguía pronunciándolas con firmeza, intentando convencerse a sí mismo de sus palabras, ttatando de hacer que sus sentimientos volvieran, resurgieran, y lo inundaran de nuevo. No quería enfrentarse a la realidad, no quería rendirse tan rápidamente, después del tiempo que le había costado afrontar y confesar sus sentimientos hacia su mejor amigo. Tenía miedo de decirle la verdad. Y ver a Daichi tratarlo con tanta naturalidad y dulzura lo hacía aún más difícil. Aquella situación lo había estado martirizando durante semanas. Sentía que lo engañaba, pero continuó con aquello por puro egoísmo, pues no quería perder a la persona que había sido, y seguía siendo, un importante pilar en su vida.
Hasta que no pudo más, y explotó. Era un día de instituto como cualquier otro, después de la práctica. Esperó a que el resto se hubiera marchado, para quedarse a solas con el capitán. Y lo confesó todo entre lágrimas y disculpas, destrozado. Daichi se limitó a consolarlo con una sonrisa triste. Lo abrazó y le susurró unas palabras al oído mientras le acariciaba el pelo con suavidad: "Tranquilo. Lo entiendo."
Pero la amabilidad del más alto, lejos de calmarlo, solo hizo que el armador se sintiera aún peor. El albino se aferró con fuerza al cuerpo del contrario, pensando que no tenía derecho a ponerse así. Le confesó todo en unos escasos minutos, abrazado a él, y el capitán lo escuchó con claridad, reprimiendo sus sentimientos, que se desbordarían de un momento a otro. Las palabras de Suga le hicieron temblar y se sintió como si lo apuñalaran a traición por la espalda. Pero no quería echarse a llorar, porque sabía que si lo hacía, el albino se sentiría aún peor y no quería hacer llorar a la persona a la que quería.
Después de un rato, se separaron, dejando un dolor imborrable en los corazones de ambos y un vacío abismal entre ellos. El silencio se apoderó de ellos, pues ninguno de los dos tenía palabras en aquel momento. Suga respiró hondo. Aquello había sido su culpa, pensó, así que tenía que hacerlo bien, de una manera en la que la herida tardara menos en cicatrizar. Trstó de explicarlo, de nuevo, con algo más de calma. Habló con toda la traquilidad y serenidad de las que fue capaz a un Daichi que apenas escuchaba ya lo que le decía. El capitán era incapaz de hablar. Tenía la sensación de que, por mucho que hablara, las palabras no saldrían de su boca. Tenía toda su concentración puesta en no llorar delante del albino.
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In the end, it doesn't even matter [DaiOi]
FanfictionLos caminos de ambos capitanes se cruzan cada vez más... Hasta que ambos caminos se vuelven uno solo y empiezan a caminar de la mano, unidos por un lazo rojo al que llamamos destino. -------- "¿Cómo pueden dos personas tan diferentes complementarse...