La casa estaba en envuelta en un completo silencio. Aquello no sorprendió en absoluto a Sawamura, pues ya estaba acostumbrado al silencio de aquella casa.Los sollozos reprimidos de Oikawa, quien intentaba por todos los medios parar de llorar, interrumpían el silencio. Se sentía completamente fuera de lugar. No quería molestar a Sawamura, y mucho menos a su familia. Ni siquiera se conocían tanto como para que el capitán del Karasuno hiciera algo por él. Estaba claro que el cuervo era demasiado bueno. Con un movimiento algo más brusco de lo que pretendía, se soltó del agarre de Daichi, que todavía no sabía a qué se debía aquello. El castaño limpió sus lágrimas por milésima vez y agarró el pomo de la puerta con mano temblorosa. Respiró hondo.
—Oye, Oikawa. Antes de salir deberías calmarte un poco —sugirió el cuervo—. No puedes salir así.
—Claro que puedo —replicó el castaño, con voz lastimera—. No es nada, es solo... —No terminó la frase y giró el pomo con brusquedad, tembloroso—. Estaré bien.
Sawamura respiró hondo mientras el castaño intentaba abrir la puerta sin éxito. Temblaba tanto que era incapaz siquiera de abrir la puerta. Daichi colocó su mano sobre la del castaño y la apartó del pomo, haciendo que colgara, inerte junto a su cuerpo.
—Lo siento —se disculpó el castaño, encogiéndose, colocándose en posición fetal frente a la puerta, y rodeó sus piernas con los brazos. Al castaño le costaba calmarse una vez había empezado a llorar—. Sólo... Dame un momento.
Sin hacer ruido, Daichi caminó lejos de la puerta, dejando su bandolera en su habitación. Después se dirigió a la cocina para preparar un par de tazas de té. Una para Oikawa, y otra para él. El cuervo también necesitaba calmarse. Aunque en aquel momento lo disimulara bien, había sido un día largo y duro para él. Estaba cansado, sentía el cuerpo pesado y los ojos le escocían a causa del llanto. Los frotó con cuidado y terminó de preparar las tazas. Sabía que aquello los ayudaría a ambos. A él le había sido útil en varias ocasiones. Pero, aunque le ayudara a relajarse, dudaba que el té pudiera ayudarle a arreglar su corazón roto. Lo que no sabía el cuervo, es que Oikawa padecía lo mismo.
Con cuidado, cogió ambos recipientes y se reunió de nuevo con Oikawa, que seguía agachado en el suelo, aunque los temblores habían cesado por completo. Por un momento, Daichi pensó que se había dormido. Se agachó junto a él para quedar a su altura y le tendió una de las tazas.
—Oikawa —el capitán del Karasuno pronunció su nombre con un tono suave y leve, que hizo que el nombrado alzara la cabeza inmediatamente, con calma, y le mirara con ojos todavía llorosos.
Dirigió su mirada al muchacho que tenía delante, y que le miraba con gesto amable y relajado. Sus labios se mantenían ligeramente curvados hacia arriba, formando una sonrisa imperceptible y, a ojos de Oikawa, lejos de ser sincera. Tenía los ojos cansados e irritados, seguramente justo como los suyos. Sus orbes castaños dirigieron su ateción a la taza humeante que el cuervo sostenía frente a él, y después volvió a mirarlo. Dudó unos segundos y el cuervo acercó la taza hasta él un poco más. Finalmente, Tooru la aceptó, cogiéndola con cuidado y Sawamura volvió a ponerse de pie. Le dio la espalda, suspiró de nuevo y se pasó una mano por el pelo mientras caminaba hasta la cocina, para sentarse en una de las sillas que había junto a la le mesa en la que, todos los días, comía sola.
Oikawa escuchó los débiles pasos de Daichi y el ruido que hizo al colocar la taza sobre la mesa. Sólo entonces, el castaño fue consciente del silencio que inundaba cada esquina, cada rincón de aquella casa. A pesar de todo, no era un silencio pesado o incómodo, sino que, de alguna manera, resultaba acogedor. El castaño sostenía la taza con ambas manos, observando el humo que emanaba del té caliente, inmerso en sus pensamientos. Al cabo de unos minutos, volvió a escuchar unos pasos que se acercaban y vio como Sawamura se asomaba por el marco de la puerta.
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In the end, it doesn't even matter [DaiOi]
Hayran KurguLos caminos de ambos capitanes se cruzan cada vez más... Hasta que ambos caminos se vuelven uno solo y empiezan a caminar de la mano, unidos por un lazo rojo al que llamamos destino. -------- "¿Cómo pueden dos personas tan diferentes complementarse...