Gente que te confía todo lo que lleva dentro sin aparente miedo a que le hagas daño, haciéndote sentir especial.
Gente que más que hablar de ellos mismos te hablan de lo que desearían ser, creyéndote un iluso y alejándote poco a poco de su vida real haciéndote partícipe de su sueño.
Gente que muestra su cara más simple, pero que tras sus ojos alegres no te es difícil adivinar interminables pliegues, historias, llantos, sentimientos silenciados, causándote cierta ternura y expectación.
Gente de todos los tipos.
Su manera de moverse, su actitud, sus risas, sus gestos. Todas distintas pero con algo en común: un buen fondo.
Y es que yo creo en la bondad de las personas.
Creo en las segundas oportunidades infinitas.
Creo en los perdones que nacen de lo más profundo del alma, del arrepentimiento verdadero de alguien que se confunde al elegir sus acciones.
Porque al fin y al cabo nadie es perfecto y a todos nos gustaría ser juzgados con la mayor comprensión posible.
Creo en que la empatía es la base de una sociedad que tristemente ha de llamarse utópica, porque en nuestros días el egoísmo se ve recompensado y la empatía se condena con vidas de gente inocente que lucha por todos.
Creo que, si todos pensásemos más en los demás, sin importar el tipo de persona que fuese, el paso por este mundo sería equiparable al paraíso de los creyentes.
Así de simple.