PRÓLOGO
''Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde''. Yo más bien diría que todos sabemos lo que tenemos, pero nunca pensamos que podemos llegar a perderlo... Eso mismo sentí cuando murió mi madre, hace ya un mes, dos semanas, tres días y podría deciros las horas, pero pensaríais que estoy loca. Quizás lo estoy.
Hoy es mi décimo séptimo cumpleaños y como regalo me ha llegado una carta desde España. No hace mucho un trozo de papel con el diagnóstico de la enfermedad de mi madre me cambió la vida, y ahora otro trozo de papel va a terminar el trabajo que el anterior empezó. No podía dejar de leer la firma: ''Con afecto: papá''. ¿Con afecto? ¿Qué afecto puede tenerme un hombre al que no veo y con el que no hablo desde hace diez años? ¿Papá? La última vez que le vi estaba tirado en la cama vomitando bilis e insultando a gritos a mi madre, resultado de una de sus borracheras diarias... ¿Cómo puede llamarse a sí mismo 'padre'? La cuestión es que el juez ha deliberado, tras la muerte de mi madre debo dejar atrás la vida en Londres y volver a Sevilla con mi progenitor a la mayor brevedad posible... y tengo miedo.
Actualmente vivo con el marido de mi madre y mis hermanastras gemelas de quince años. Me gusta pensar a que soy como la Cenicienta del siglo XXI, la única diferencia entre Cenicienta y yo es que yo no soy más guapa, ni más alta, ni más esbelta que mis hermanastras.
La casa donde vivimos en Theydon Boys, a las afueras de Londres, es bastante grande. Tiene dos plantas: en la planta baja está el recibidor, una enorme antesala que comunica con la escalera, el salón, la sala de estar, el despacho de Félix, la cocina, el baño y el jardín. La planta superior está formada por dos baños, la habitación de matrimonio, las habitaciones de mis hermanastras, la mía y una para las escasas visitas que recibimos.
El jardín es mi parte favorita de la casa, quizás sea porque ahí pasaba mi madre la mayor parte del tiempo, le encantaba cuidar de las plantas o simplemente tumbarse a leer un buen libro cuando el lluvioso clima londinense lo permitía. Aquí vive también la única criatura viva de mi familia a la que realmente quiero: Mi perro Benyi. Es un presa canario de dos años de edad, una bestia parda de 45 kgs que ladra, gruñe y enseña los dientes a todo ser viviente que se cruce por su camino pero que se esconde bajo mi cama las noches de tormenta. Mi madre también decía que teníamos un carácter similar… perro ladrador poco mordedor. En realidad no sé por qué les cuento todo esto, supongo que lo hago por evitar el tema principal: Mi penoso pasado y mi terrorífico futuro. Por cierto, me llamo Carla y tengo 17 años.
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Marisma
RomanceMi vida cambió por completo cuando murió mi madre dos meses atrás, pero promete cambiar más aún cuando el día de mi diecisiete cumpleaños recibo una carta desde España. Es de mi padre. El hombre del que escapamos diez años atrás y que jamás volvimos...