Los transeúntes iban y venían por la estación de metro de Theydon Boys con su habitual ajetreo, concentrados en sus Iphones, sus Ipads, sus libros electrónicos, hablando por el móvil o con sus acompañantes. Aparentemente nadie se paraba a observar a quién tenía sentado al lado, aparentemente. Y es que hay algo que debéis saber sobre Inglaterra y los ingleses en general: la apariencia lo es todo.
Yo iba con Benyi al centro comercial de Stratford, había quedado allí con Gabriel para darle la noticia de mi inminente e inevitable viaje. Ni yo misma lo creía aún y ya iba a dar la noticia, necesitaba hablar con alguien.
Conecté los auriculares para escuchar una canción de Adele, pues cuando estoy triste me gusta escuchar música triste, así me pongo más triste aún… mis cosas. Me paré a observar a Benyi que tenía la vista fija en una señora mayor sentada justo enfrente de nosotros y en su espantosa chaquetilla de crochet con pompones, al ver que los pompones corrían un peligro mortal recogí un poco de correa y me acerqué a Benyi arrepintiéndome de haberlo traído. No me malinterpretéis, me encanta pasear con mi perro, el problema es que cada vez que sale de casa protagoniza algún escándalo público de diversas índoles y hoy necesito tranquilidad. Sin embargo, dejarlo en casa con las brujas de mis hermanastras y el insípido de Félix me parecía un destino demasiado cruel para mi fiel amigo.
Al salir de la estación me dio el olorcillo a perritos calientes y compré uno mientras esperaba que llegara mi amigo. Al pagarle al casi desdentado vendedor Benyi saltó y me arrancó el perrito de las manos. Genial.
-¡Mira lo que pasa por darle ese asqueroso pienso que huele a pies!
Me volví rápidamente y vi a Gabriel a pocos metros partiéndose de risa, al menos alguien se lo pasaba bien. Venía con su hermana pequeña, Scarlett, una niñita insufrible de 12 años que apenas hablaba y cuando lo hacía era para apuntillar con algún comentario malicioso.
-¿Qué pasa? Es un truco nuevo que le he enseñado, estúpido. –refunfuñé mirando con rencor a Benyi, que se relamía.
Gabriel avanzó y me pasó un brazo por los hombros, zarandeándome un poco. Scarlett se sentó riéndose aún mientras tecleaba en el Iphone con la rubia melena tapándole la cara, casi seguro publicando en twitter el momento. Scarlett es una de esas locas adictas al twitter que ponen fotos de lo que comen, de sus uñas cuando se las pinta, del paisaje cuando sale y no para de mencionar a famosos a ver si alguno contesta o la retwittea.
-Eres la simpatía personificada, Carla. –dijo Gabriel mientras me revolvía el pelo.- Deberían contratarte como presentadora de la teletienda.
Yo sonreí, Gabriel siempre era así de cariñoso conmigo. Es homosexual, y a diferencia de los amigos homosexuales de las estrellas de Hollywood, que están cañón, Gabriel tenía un importante parecido con el Jefe Wiggun, de Los Simpsons. Desde que llegué a Londres con 7 años ha sido mi mejor amigo y una ayuda muy necesaria hasta que conseguí dominar el idioma. Lo miré con cariño y no pude evitar pensar que en apenas una semana me iría sin saber si lo volvería a ver…
-¡Vamos, darling! – exclamó Gabriel con un mohín de disgusto- quita ahora mismo esa cara de póker o me obligarás a poner esos vídeos de Jackass que odio y tanta gracia te hacen.
-No es nada, solo estoy un poco melancólica hoy. En realidad tengo algo importante que contarte…
-Pues ya me lo contarás después, tenemos que ir a mi casa. Mi abuela ha vuelto a olvidarse las llaves y está en la puerta con las bolsas de la compra. –dijo Gabriel mientras rascaba las orejas de Benyi y me quitaba la correa- Y lleva helado, así que es una emergencia de verdad.
Suspiré resignada, supongo que podía esperar un poco para deprimir a mi amigo. Gabriel y su hermana vivían a diez minutos andando de Stratford pero como era una ‘emergencia de verdad’ pillamos un taxi.
ESTÁS LEYENDO
Marisma
RomanceMi vida cambió por completo cuando murió mi madre dos meses atrás, pero promete cambiar más aún cuando el día de mi diecisiete cumpleaños recibo una carta desde España. Es de mi padre. El hombre del que escapamos diez años atrás y que jamás volvimos...