Señor, he clavado en mi corazón
dos palabras,
que me desangran
cuando me hablas,
con mil océanos
cuando la escucho,
no puedo resistirme,
no puedo estar de pie,
me tiemblan las rodillas
queriendo lanzar un grito
en el bullicio de mi mente.
Cuesta, cómo cuesta
tanto, tanto
no amarte.
Pero solamente estas dos
palabras
me han devuelto la vida
en medio de la prueba,
cuando tiernamente dices:
Te amo.