Cero.

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— ¿Qué?

Su psicóloga podría haber jurado que su grito se escuchó por toda la clínica. Anna Wells era su paciente desde no hacía más de un año y tenía un serio problema con el sexo. No podía parar de pensar en posturas y fantasías que tenía. Y esto, era un inconveniente en su trabajo. Ser profesora de una clase con chicos y chicas de diecisiete años, donde sus hormonas chocan unas con otras, no era de mucha ayuda. Siempre que entraba, había varias parejas intercambiando saliva como si la vida les fuera en ello. Y a Anna le afectaba. Muchísimo. No lograba concentrarse en lo que debía impartir.

La solución de su psicóloga era bastante simple. Debía anotar en un diario todas y cada una de sus fantasías para no reprimirlas en su interior. Tenía que escribirlas en el momento en el que le venían a la cabeza. Sin importar el lugar o la situación. Claro estaba que, se jugaba el ser descubierta por sus alumnos. ¿Qué pasaría entonces? ¿Qué excusa daría? Susan la seguía mirando como si estuviese loca, fuera de sus cabales.

— Anna, es simple —murmuró inclinándose sobre la mesa—. Si tienes cuidado nadie lo verá.

— Soy de todo menos cuidadosa —la miró— y lo sabes.

— Sé que con esto lo serás —reposó su espalda sobre el asiento giratorio—, a no ser que quieras ser descubierta. En todo caso, es cosa tuya.

— ¿¡Cómo puedes creer eso!?

Susan la reprendió por el grito que acababa de echar a los cuatro vientos.

— Vamos Anna —la miró—, ¿quién iba a querer mirar entre tus cosas?

— Pues...

— Tus alumnos —pareció pensar—, creo que lo descartaría. Ellos tienen sus propios problemas, son adolescentes entrando en madurez —reflexionó apoyando su cabeza sobre una mano—, dudo mucho que estén interesados en las cosas de los profesores.

— ¿Y qué me dices de Henry? Ese loco psicópata me sigue en el instituto —bramó elevando las manos como si la vida le fuese en ello.

Pero tenía un poco de razón. Henry, el profesor de educación física, no paraba de mandarle indirectas para que saliera con él en una cita. Bien podría registrar sus pertenencias cuando ella tuviese un descuido. Ella había dejado en claro sus intenciones con él. No quería absolutamente nada. Nada más allá de compañerismo en el instituto. Henry, al ser deportista, tenía un cuerpo que muchos hombres envidiarían a sus treinta y cinco años, pero a ella le gustaban más jóvenes. No mucho, pero cerca de su edad. Sus veinticuatro años estaban bien repartidos.

Anna era muy selecta en cuanto a hombres se refiería. Su edad debía ser menor a la de ella, pero no demasiado. Tenía que ser un poco más alto, ella siempre quiso elevarse para poder darle un buen beso en los labios. Su cuerpo debía ser proporcionado y tonificado. Sí, era exigente, pero a ella le gustaba pedir lo que ella daba. Iba al gimnasio cuatro veces por semana para mantener su cuerpo en forma, cuidaba cualquier imperfección y llegaba a ducharse, algunos días, dos veces. Al ser ella tan quisquillosa, pedía lo mismo.

— Henry no —entonces calló—. No estoy segura. Quizá lo haga.

— ¡Susan! No me digas eso —reprochó ella con el ceño fruncido por el miedo de que aquella frase tuviera sentido alguno.

— Claro que no lo hará —la miró—. Respóndeme a una pregunta.

— Dime.

— ¿Quieres seguir soñando en clase con posturas sexuales y arriesgarte a gemir en plena aula? ¿Delante de todos tus alumnos?

— ¡Por supuesto que no! ¿Qué te hace pensar que sí?

— Entonces no tienes alternativa Anna —se encogió de hombros y sonrió de manera victoriosa—, tendrás que escribir todas tus fantasías en un diario y guardarlo —hizo una pausa para darle dramatismo al asunto— como si tu vida dependiese de ello.

— Pero Susan...

— ¡No me discutas! Soy tu psicóloga y es mi deber ayudarte —se levantó y se acercó a un estante, de donde sacó una libreta, de un cuarto del tamaño normal, de color negro y la dejó frente a Anna—. Aquí está tu aliado de ahora en adelante.

Anna miró la libreta con recelo. ¿Sería esa su tabla de salvación o se presentaría algún inconveniente?

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⏰ Última actualización: Aug 14, 2016 ⏰

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El diario de la profesora Wells {justinbieber}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora