Me ha mirado con la cabeza ladeada por más de quince segundos seguidos y yo sentía mis mejillas más calientes conforme pasaba el tiempo. A continuación, se empuja hacia adelante en su silla y comienza a buscar entre los cajones de su escritorio.
—¿Me pue...?
—No —contestó con tono autoritario a la vez que me miraba con su mirada intimidante, que para ser sincera no me daban nada de miedo, ni de coña— Te voy a denunciar a tus superiores —sigue buscando entre sus papeles— Primero no has cumplido una de las muchas reglas que esta empresa tiene y la incompetencia con la que has estado trabajando es imperdonable.
—¡Oh, vamos! No puedes intentar despedirme por el hecho de que me he quejado sobre mi jefa. En ningún momento la he insultado —dejo caer mis brazos a los lados de mi cadera y doy un suspiro de frustración.
—Ahí está el problema —da un golpe a la mesa que hace que salte del susto— No puedes quedarte callada y hacer lo que te digan.
Aprieto mi mandíbula con impotencia y me muerdo la lengua para no decir un par de cosas que haría que él no necesitara unos estúpidos papeles para sacarme a patadas de aquí.
—Perdón, señor —digo haciendo el intento de no parecer sarcástica— Prometo que no lo volveré a hacer.
No dice nada ante lo que dije y se pone a escribir en unos papeles que se encontraban en una carpeta amarilla.
—¿Me vas a despedir? —digo cruzando mis brazos.
—Para la próxima debes de aprender a dirigirte hacia mí con "usted". En ningún momento te he dado el permiso para que hagas lo contrario.
—¡Pero ni siquiera eres el jefe de este piso!
—Y aun así tengo más poder que tú —deja de escribir y me mira— Ya te puedes retirar —dice seco para volver a escribir en los papeles que tenía en frente. Con una rabieta no adecuada para mi edad, salgo de la oficina para encaminarme con el ceño fruncido hacia donde mi jefa.
Este tipo necesitaba una vida urgentemente.
Toco la puerta un par de veces hasta que desde adentro se oye un suave "pase". Cuando entro, ella tiene los pies subidos a su escritorio con una postura relajada mientras hablaba por teléfono y se mordía el labio inferior. ¿Y yo soy la que necesita ser denunciada?
—Un momento, cariño —susurra acompañado de una risilla adolescente y tapa la parte de abajo del teléfono para que la persona del otro lado no escuchara lo que fuéramos a hablar— ¿Qué necesitas Lexie? —dice con nueva voz áspera.
—Me preguntaba si había algo que pueda hacer. Ya he terminado los formularios que me ha mandado hacer esta mañana —digo con voz formal.
—Bueno, se me había olvidado decirte que dentro de media hora habrá una pequeña reunión con todos los nuevos empleados. Aún no sé, pero te pondrán a prueba.
—¿A prueba? Quiere decir, ¿Cómo un examen?
—Sí, sí. Ya retírate —hizo un gesto con las manos mientras me votaba de su oficina. Sin que ella lo note ruedo los ojos al mismo tiempo que salgo de ahí para ir a mi oficina y terminar de organizar unas cuantas cosas que debo de poner en puesto. Aunque pensándolo bien, no debería de hacerlo ya que si el señor Adams me denuncia, podría no estar trabajando aquí la semana que viene.
Luego de unos veinte minutos, Karla me llama para decirme que tengo que estar en la sala de conferencias en diez minutos. Tomo mi fichero para tomar notas si me era necesario junto con mi teléfono, que había apagado para evitar algún otro inconveniente mayor del que había tenido con Adams. Sigo a un par de chicas que también iban hacia allá y entramos por una pequeña puerta de cristal.
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La cercanía de tu piel
RomanceTras graduarse de Letras en la Universidad de Yale, New York; Lexie logra con mucho esfuerzo conseguir un pequeño puesto en una importante Editorial. Allí descubre un compañero de trabajo muy atractivo para su gusto, pero muy silencioso a su pesar...