Encandilado

21 2 3
                                    

Se despertó, casi temblando, de golpe, como si hubiera caído desde una altura enorme, desde la cima más alta, pero la caída por suerte fue leve y el aterrizaje...suave.

Neo, se sentó en la cama, en medio de la oscuridad de su pequeño cuarto, miró su celular que estaba al lado de su cama, la luz que emanaba de él encandiló sus ojos en la oscuridad. Enceguecido intentó hacer foco en el aparato, su objetivo, saber qué hora era, simplemente eso.

Las 02:53 indicaba el móvil. Neo se sentía agotado, casi como si le hubieran dado una paliza, miró a su alrededor, su cuarto estaba completamente en tinieblas excepto por una tenue luz que entraba de los focos de la calle, en una parte donde la cortina que buscaba tapar el ventanal de su cuarto no tenía éxito.

Se acomodó nuevamente entre las sábanas, aunque la primavera recién comenzaba, el frío de las noches invernales parecía querer permanecer un tiempo.

Intentó dormir nuevamente pero el sueño no quiso aparecer, aquella batalla le iba a tomar un par de horas, él lo sabía, se conocía y sabía que volver a dormirse luego de haberse despertado en mitad de la noche tenía un alto precio y no lo lograría por lo menos en una hora.

Miró hacia el techo de madera de su cuarto, y recordó el sueño, parecía que cada vez que lo tenía, cada noche que soñaba con lo mismo lo hacía recordar mejor cada detalle, cada olor, cada sonido, sus pisadas, en el sueño se sentía diferente, no era el mismo de siempre, en el sueño se sentía libre.

Poner música en su celular y enchufarse los auriculares parecía lo único que podría acabar con su insomnio, así que se decidió por reproducir una de sus listas de canciones favoritas y cerró los ojos. Su mente proyectó cada detalle del repetido sueño y el color rojo de la ropa de Diana, eso la hacía más atractiva de lo que era, pero, ¿que tenía que ver ella en todo el sueño? ¿Y por que él la perseguía?

Las melodías, las letras, los sonidos, los compases, todos ellos hicieron que Neo poco a poco fuera recuperando el sueño hasta que se quedó dormido. ¿Volvería a soñar lo mismo? Esa era una pregunta que se hacía todas las noches en las que se despertaba en mitad de la madrugada, luego de haber soñado lo mismo, la respuesta nunca cambiaba porque cada vez que se lo preguntaba volvía a caer en el sueño, el sueño en el que hoy había aparecido Diana.

***

El celular sonó a eso de las diez y media de la mañana. Neo no respondió al primer aviso del aparato, al segundo, entreabrió los ojos e intentó moverse entre la maraña de sábanas que poblaban su desordenada cama y al tercero aviso de la alarma, consiguió despabilarse un poco y moverse para detener la alarma. Abrió los ojos aunque le costara y se sacó las lagañas de ellos. La luz del sol se colaba por cualquier rendija de su cuarto y encandilaba su visión. Se destapó y se calzó para bajar las escaleras aún medio dormido.

Estaba solo en su casa, en su celular aparecía un mensaje de su madre que le decía que estaba trabajando y que volvía más tarde que se hiciera la comida que había en la heladera. Su hermana menor estaba en el liceo y su padre también estaba trabajando por lo tanto la casa estaba desierta, si bien no era una casa muy grande al estar solo, parecía mucho más grande de lo que realmente era y se sentía perdido en ella.

Por eso decidió prender la computadora y poner algo de música, bien fuerte como para inundar el ambiente y sentirse acompañado mientras se preparaba algo para desayunar. Los perros ladraban afuera de su casa y el gato se le refregaba contra las piernas para ver si le daba de comer.

-Ya voy, loco, ya voy- se quejó Neo mientras abarajaba la taza de leche con chocolate, las rodajas de pan y la mermelada junto con el dulce de leche que llevaba abajo del brazo y además esquivaba al gato que se le atravesaba por donde iba.

Melodía LunarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora