13 de octubre de 1985.
15:00 pm
Aún quedaban dos horas y su destino se encontraba a unos breves 30 minutos a pie, pero eso no impidió que Harry cogiera su abrigo y su bufanda y se dispusiera a salir lo más pronto que pudo de su casa. Las ansias y los nervios lo hacían sentir paralizado, y quedarse tumbado en el sofá de su estudio llorando hasta deshidratarse no formaba parte de los planes que se esforzó tanto en hacer.
En realidad, cualquier cosa que pudiese perturbar levemente la serenidad del rizado era capaz de destrozar aquellos planes, eran bastante improvisados.
Harry puso un pie en la calle y el aire gélido de Chapel Town impactó de lleno en su cara, era una tarde muy fría. Vaho salió de su nariz después de la primera exhalación, acomodó su bufanda, cubriendo su boca y su nariz, dejando solo sus ojos y sus desordenados rizos a la vista, en contacto con el viento que comenzaba a humedecerse de a poco.
Luego de cerrar la puerta de su casa, dejó que sus pasos lo llevaran a su destino, hojas de distintos matices de rojo, naranja y marrón caían detrás de sus pasos en la acera, tras ser acariciadas por el viento que danzaba entre las ramas de los árboles, desnudándolos. Era una escena casi poética, pero el desastre que era la mente de Harry no le permitía apreciar la belleza otoñal proyectada en su propio andar.
No podía dejar de pensar en todo lo que estaba ocurriendo, en como todo estaba cambiando de un segundo a otro y lo perdido que se sentía. Es como si estuviese habitando en una vitrina de cristal, mientras veía como todo a su alrededor seguía en movimiento, él estaba atascado siendo víctima de su propia mente.
A medida que avanzaba por la calle, no pudo evitar recordar lo que lo llevó hasta este punto.
El haber conocido a Louis Tomlinson.
2 de septiembre de 1974.
Los padres de Harry decidieron que lo mejor para su educación secundaria era un internado de humanidades en Londres. Así que ahí estaba el pequeño rizado, realizando un viaje de 4 horas en tren desde la casa de sus padres en Liverpool hasta la gran capital de Reino Unido, con todo el gusto del mundo, por cierto; su sueño era convertirse en un gran maestro de literatura, y este era solo el primer paso para alcanzar su meta.
Harry era un chico realmente tímido y socializar no era lo suyo, por lo que sin duda alguna se inscribió en el programa de tutorías que ofrecía su escuela. De esta forma se aseguraba de tener, al menos, a un conocido en aquel lugar que se presentaba completamente nuevo ante sus ojos.
El internado era enorme, de paredes amarillentas, dando la apariencia de un edificio muy antiguo (aunque, tal vez lo era). Sus grandes muros se alzaban hacia los grisáceos cielos otoñales de Londres y se extendían por una superficie que Harry no era capaz de calcular. Una enorme puerta doble de madera de roble lo recibió, abierta de par en par; no podía evitar sentirse intimidado. Y en la cima de aquella estructura, una gran campana de bronce esperaba a ser tocada.
Miró su reloj, había llegado 20 minutos antes de la citación.
Recostó su espalda en uno de los enormes muros polvorientos y esperó durante unos minutos, que se sintieron una eternidad dentro de su rizada cabeza. Se ajustó la corbata unas 20 veces, y alisó sus pantalones marrones unas 15 veces, y arregló su camisa y abrigo unas 15 más. Su estómago cosquilleaba y sus manos no podían quedarse quietas, sentía que estaba comenzando a sudar (¿se había puesto desodorante?) y que, si no llegaba alguien pronto, comenzaría a llorar sumido en ansiedad y estrés.
La entrada de la escuela poco a poco fue llenándose de gente. Chicos y chicas de su edad, todos con sus vestimentas impecables. Algunos venían solos, como él, otros venían acompañados de sus padres, quienes se veían completamente orgullosos por el paso que estaban a punto de dar sus hijos.
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when I was your man [l.s]
Short StoryEs 1985 y Harry tiene muy poco tiempo para tomar una decisión.