Efren y Adara llegaron a la tienda más concurrida de la orilla donde pudieron ver estampillas con la imagen de una criatura parecida a una foca, la misma figura en cerámica, fotografías en blanco y negro y camisetas que mostraban a un tritón, otras blancas con un gran estampado azul que decía "♥ Chiloé" preguntó el precio pero aún no se adaptaba al cambio de moneda, así que le pidió ayuda a Adara y se la compró, luego la guardó en su mochila.
Efren notó que el sol ya se ocultaba en el horizonte, lo que indicaba que ya debía irse antes que sus abuelos se preocuparan.
—Adara, gracias por la gran bienvenida y paseo, pero me tengo que ir.
—¿Tan temprano? Si apenas faltan quince minutos para las siete.
Efren le explicó a su nueva conocida el por qué debía regresar a su casa a pesar que viviera cerca.
—¿Sería mucho pedirte si nos encontramos aquí mañana? Así me muestras más de la costa y las plazas que están cerca.
—Pero si eso lo puedes hacer solo, no necesitas de una íncola para conocer el resto.
—Lo sé. Pero eres a la única que conozco por ahora. Quizá tú me ayudes a conocer más personas.
Adara pensó unos segundos y asintió.
—Mañana a las tres de la tarde.
Efren le devolvió el asentimiento mientras se alejaba por el camino.
Al llegar a casa fue todo como esperó que fuera: Su abuela le hizo preguntas para saber de la demora, si se había metido en problemas, a quiénes había conocido, qué había hecho, a dónde había ido y otras que atosigaron a Efren quien le dio una breve explicación de todo, se dio una ducha y se recostó hasta dormitar.
Alboreaba y los rayos solares cayeron directo a través de la ventana en la vista de Efren quien pensó que su abuela había encendido el único bombillo de la habitación, pero el calor que comenzaba a sentir en los parpados le incomodó, hasta que tuvo una batalla entre la realidad y ese universo profundo llamado sueño. Despertó.
La mañana avanzó como venía siendo la rutina. Efren quiso invitar a sus abuelos a salir al mismo sitio a donde él había ido pero no lo hizo; sabían que no estaban listos para salir aún de su vida de días hogareños.
Se encerró en su cuarto, buscó la camiseta que había comprado y se las mostró a sus abuelos, quienes se sintieron muy contentos por él. Se estaba adaptando. Pensó en comentarles sobre la rara foca de las estampillas que había visto y así preguntar un poco, quizá ellos sabrían más que él, pero se reservó la pregunta. No quería compartir, lo que consideró, banalidades con sus parientes.
Se acercó la hora. Se despidió de Yilem con un beso y de Andrés con un fuerte abrazo. Partió al sitio de encuentro veinte minutos antes para deleitarse con la brisa, las olas y el paisaje que tanto le cautivaban.
Llegó y fue como lo imaginó; el sitio estaba totalmente solo, excepto por la tienda de souvenirs que abrió cuando él llegaba. El dependiente al reconocerlo lo saludó desde lejos y Efren le respondió con otro saludo y una sonrisa. Volvió la vista al mar y se quedó mirando el horizonte líquido pensando en aquel país que apenas hacía un mes que había dejado, consideró que ahí en Chiloé estaría mejor, aunque eso no hizo desaparecer la añoranza que tenía de sus dos mejores amigos.
De pronto su vista fue invadida por Adara a lo lejos viniendo de aquel rincón de la playa a donde habían llegado el día anterior, pero venía acompañada con una mujer que le llevaba como diez años. Se acercaron al muelle de piedras y ambas se agacharon al borde. Efren al verla se puso en pie y comenzó a avanzar a su encuentro. Mientras daba pasos hacía las mujeres detalló que la mayor tenía el cabello color verde alga e igual de corroído y vestía con una falda de cuero muy corta combinada con una blusa descotada del mismo color.
Efren dio pasos apresurados. Les notaba la intención de querer saltar al agua, pero Adara ni muestras daba de querer cambiarse la ropa o quitarse los zapatos ¿Era eso normal allí? Tenía muchas culturas que aprender del sitio.
Pensó que Adara podría haberlo visto pero ignorado. Recordó su expresión de: puedes recorrer el sitio solo ¿Sería por eso que lo ignoraba? Sin saber cuál de todas las cosas podría ser la llamó:
—¡Adara! —Gritó. Ninguna volteó a verlo.
Efren comenzó a dar un trote suave para llegar al sitio, pero lo detuvo ipso facto cuando vio que las mujeres se ponían de pie, la mayor envolvió el cuello de la otra con su mano izquierda y la empujó al agua sin compasión; Adara sin objeción cayó y comenzó a flotar, la otra saltó detrás de Adara y se sumergió bajo la tela acuática ¿Iban a bucear?
Adara fue hundida, al parecer jalada por uno de los brazos, ya que vio como se sumergía como un pez en el agua dejando dar un último vistazo de sus pataleos ¿La mujer la estaba ahogando?
Emprendió de nuevo la carrera al muelle de piedra. Se tranquilizó. Todo debía haberlo visto mal, seguro eran amigas y habían decidido bucear un poco ¿Pero por qué no lo habían visto? ¿Por qué ella miraba a la nada? ¿Por qué no lo escucharon cuando les gritó?
Sin pensarlo saltó al agua también y a pesar que el agua salada le irritaba la vista intentó buscar dos figuras buceando y las vio pero éstas se oscurecían cada vez más hasta perderse de su vista en el fondo del mar. Salió asustado y se sentó en la arena frente al muelle bajo una palmera y espero que surgieran de nuevo.
Pasaron cinco minutos ¡Ya era demasiado, debían haber salido del agua!
Media hora y nada.
Una hora. Ya su angustia volvía a renacer por completo para quedarse.
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Sumergido en Chiloé
FantasyPor lo general los mitos quedan como lo que son. Pero Efrén pudo obtener la prueba de uno, cuando una tarde vio algo raro: una mujer extraña ahogaba a una chica del pueblo que él conocía. Creyó perder la razón por lo visto, pero su angustia creció y...