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Un mes después.
El sol ya había salido dando comienzo al primer día de escuela, Boo se colocó la peluca color rubio rojizo que su madre había conseguido con ayuda de la Sra. Hood. De forma cuidadosa la colocó en su cráneo y se acomodó el cabello de tal forma que los mechones rojizos cayeran suavemente por sus flacuchos hombros.
Ella se miró en el espejo que colgaba de una de las paredes de la sala, movió su cabeza hacia todos los lados posibles tratando de acostumbrarse a aquella imagen que estaba en frente de ella. Era la primera vez que usaba una peluca y no se sentía del todo bien.
Margaret la miraba desde su habitación detrás de la puerta entreabierta, no estaba totalmente segura de que aquello fuera una buena idea.
Kyle tocó el timbre, insistente. Margaret atendió encontrándose con un tierno niño vistiendo una camiseta de rayas blancas y verdes, su madre lo había obligado a peinarse todos los primeros días de clases.
Un día de todo el ciclo escolar, ni más ni menos.
—Hola, mamá dos —saludó Kyle esbozando una sonrisa de oreja a oreja mostrando sus dientes increíblemente chuecos—. ¿Dónde está Boo?
Antes de que Margaret tuviera siquiera tiempo de responder, Boo salió de su habitación abriendo sus manos como sí se encontrara en un festival de Jazz. Kyle arrugó la nariz al observar el atuendo de su amiga, junto ambas cejas sin poder ocultar su sorpresa. Ella usaba un vestido rosa pastel de plumas de aves de todos los colores conocidos en el mundo, una diadema roja con pegatinas de dibujos de halcones y unas botas color rosado chillón con estrellas de lentejuelas.
—Dios mío.
Boo rió al encontrarse con el rostro de su amigo, el cual seguía inerte frente a las escaleras, totalmente en shock. Claramente cuando alguien comienza la escuela por primera vez de forma oficial es difícil saber cómo vestir, como peinarte y como actuar. La misión de Kyle aquel día era hacer que Boo no se viera como una persona loca, que los demás quisieran lastimar.
Había vivido en piel propia las burlas de los demás niños de la escuela.
—¿No tienes... otra ropa? —preguntó Kyle arrastrando las palabras—.
Boo asintió sin dejar de sonreír, ella se veía incapaz de entender cuál era el verdadero problema detrás de la pregunta de su mejor amigo. No conocía mucho del mundo real, solo lo que veía en la televisión donde todos eran amables con todos y la vida era totalmente distinta a la realidad.
—Sí.
—Póntela —respondió Kyle, casi suplicándole qué lo hiciera—.
—¿Por qué? —replicó ella cruzándose de brazos y frunciendo los labios en un puchero—.
—Por qué no quiero que te digan lo que me dicen a mí —replicó Kyle subiendo los escalones de dos en dos, acercándose a la diminuta figura de ella.
La tomó de la muñeca y la arrastró consigo nuevamente a la habitación. No cerró la puerta, no quería que Margaret fuera a creer que estaba asesinando a su hija favorita o algo por el estilo.
—Ramona, te voy a hacer lo que mi hermana dice que es un cambio de look. ¿No has visto en la tele algo de eso?—Boo negó con la cabeza.
El niño buscó entre los cajones hasta encontrar un minúsculo estuche de maquillaje de juguete que Boo nunca había usado, cogió la brocha y la acercó al rostro de ella, quién no pudo evitar respingar al sentir el cosquilleo de la brocha contra su mejilla.
—Mamá a veces ve algo llamado No te lo pongas—recordó Boo, haciendo memoria de aquellas imágenes que había presenciado con su madre en el televisor de su recámara—. Hacen a personas normales, personas bonitas.
—Bueno, yo creo que todos somos bonitos pero hay personas que no saben que son bonitos.
—Yo creo que tú piensas cosas muy raras. Debería grabarte y hacer un programa de televisión que se llamara Las cosas raras de Kyle Hood —bromeó Boo cerrando los ojos y arrugando la nariz por el cosquilleo de la brocha con destellos de maquillaje que su amigo pasaba por todo su rostro—.
—¡Hey! —exclamó Kyle, sonriendo de forma más marcada—. ¡No es mala idea! Mi hermana tiene una cosa llamada cámara que graba videos como los de la tele y un niño que va a mi casa siempre dice que le gusta la tele.
—Kyle, estaba jugando—respondió Boo tocándole levemente el hombro a su amigo de cabellera larga que le maquillaba las pecas de sus mejillas, espolvoreando su piel como centenarios de estrellas.
Kyle se detuvo un momento para observar cada facción y cada detalle del rostro de su amiga; tenía nariz respingada, ojos de un dulce color miel envueltos en pestañas largas y un diente fuera de órbita que no se notaba mucho si no sonreía con los labios demasiado abiertos.
Terminó de maquillarla de acuerdo a lo que había visto en su hermana mayor Joyce presionando la brocha en la punta de su nariz sólo para hacerle cosquillas y verla sonreír
—Tienes que prometerme que algún día lo haremos —masculló Kyle.
Boo sonrió notablemente haciendo que su diente sobresaliera de su dentadura perfecta. Una parte de su cráneo sin pelo se notó cuando intentó acomodarse la peluca rojiza y esta se le zafó. Kyle se levantó de su asiento y por instinto acerco sus manos al nacimiento de la peluca.
—Déjame ayudarte con eso.
Hizo que Boo se pusiera un vestido blanco de puntos azules que le llegaba debajo de la rodilla y juntos abarcaron el camino hacia la escuela. No quedaba muy lejos, lo más preocupante era que parecía como si fuera a llover.
Evidentemente, la lluvia los alcanzó sin dejarles hablar y tuvieron que correr por toda la calle. Vieron la primaria a lo lejos y corrieron con más rapidez. En cuanto sus tocaron el suelo de la escuela, Kyle limpió un poco del maquillaje corrido de las mejillas de Boo, trato de convencerse de que las pecas no eran motivo de burla y que no había problema alguno al dejarlas respirar.
Boo, quién recordó de qué habían estado hablando antes de partir a la escuela, tomó a Kyle del brazo y lo atrajo hacía sí para envolverlo en un firme abrazo. En aquel entonces, Kyle no sabía qué hacer y duró tan poco que no le dio tiempo de pensar en cómo reaccionar. Ella se acercó a su oreja y susurró.
—Te lo prometo.
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Hasta que netflix nos unió.
Dla nastolatkówKyle y Boo eran el mejor equipo de producción que podía haber en Raitown. Grabaron centenarios de cortometrajes, cortos de caricaturas en movimiento y demás. Su amistad cruzaba los límites nunca antes vistos, la gente solía decir que eran uno mismo...