Charla vergonzosa y casa de locos

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                           Abby.

Después de mi gran siesta reparadora de tres horas, mi madre vino a despertarme con unas buenas palabras...

—¡Como no hagas las maletas te vas a quedar en Madrid únicamente en ropa interior! Y no, cariño, no va a ser la de Intimisimi o la de Woman's Secret.

«¡Mierda, mierda, mierda! Mi madre sí que sabe sacarme de mis casillas...»

—¡Mamá! Ya sabes lo mucho que odio que hables de mi ropa interior...

—La última vez que hablé de eso fue en sexto, ¿Recuerdas?—Me preguntó con una sonrisa de superficialidad y un brillo peculiar en sus ojos.

«Claro que lo recuerdo, el niño más guapo de toda primaria estaba en mi casa merendando cookies de chocolate, y tú lo arruinaste todo... »

—Sí, y estabas hablando con Louis Garreth, el chico que me gustaba, ¿Recuerdas?—La cité.

—Cariño, nunca podré olvidar la cara que puso el chico ese al decirle: "¿Qué prefieres copa B o C?"—Contestó dándome un codazo en el hombro y produciéndome, seguramente, un hematoma en ese punto exacto donde recibí su golpe.

—¡ARRG! ¡Contigo no se puede mantener una conversación civilizada!—La grité, empujándola fuera de mi habitación y cerrándola la puerta en las narices.

Volví a mi sitio anterior, enfrente del armario, lo abrí y rebusque entre todos y cada una de los conjuntos que había en su interior.

Comencé colocando mis prendas favoritas de Versace... ¡Que son todas!

Luego continué con Armani. De ésa marca sobretodo metí los vaqueros, amaba esos pantalones tan bonitos.

Los había con dobladillo en los bajos, con purpurina en el logo, con anillas en los cinturones, con cuero en los bolsillos, con cremallera de diamantitos... Y de mil y un colores: rosa pálido, coral, salmón, fosforito, verde lima, césped, azul marino, cielo, aguamarina, morado, lila, blanco, negro, beige, marrón, crema, de todas las tonalidades de gris... En fin, mi armario era todo un mundo paradisíaco, ansiado por descubrir.

Cuando acabé de colocar toda mi ropa y mis zapatos, que en total ocuparon doce maletas, Charles con ayuda de Bethany cargó la limusina y partimos hacia el aeropuerto donde nos esperaba el jet.

Nos subimos y aguardamos, quedaban ocho horas de viaje.

                        Aly.

Tenía la musica a tope, cuando Courtney entra en mi habitación —sin llamar— y me quita mis audífonos bruscamente.

A esa chica la pasaba algo muy grave, ojalá mi madre se diera cuenta ya y la metiera en rehabilitación.

—¿¡Se puede saber que coño te pasa!?—Digo empujándola lejos de mí y agarrando mis audífonos de vuelta.

Courtney tiene el pelo recogido en un moño y la cara llena de crema. ¡Ay! Las cremas, para ella eran como bragas, siempre necesarias. Aunque últimamente desconfiaba de que no las utilizaba.

—¿Has cogido mi vestido azul?—Pregunta ella con voz chillona.

—¿Cuál? ¿El de putilla barata o el de solo putilla?

Veo como se va poniendo colorada por momentos y como se le hincha la vena de la garganta.

—Putilla barata.—Responde tras una secesión de respiraciones tranquilizantes.

—Lo tiene mamá, al parecer os gusta la misma ropa.—Pongo los ojos en blanco. No tengo mucha simpatía por mi madre, sobretodo desde que puso los cuernos a mi padre en sus narices y el muy idiota ni se entera.

Y claro, no soy yo la que se lo voy a decir.

Es que de verdad... Empezaba a creer que yo era la única cuerda en esta familia, y eso que yo también tenía mis ataques de locura.

Mi hermana me echa una mirada furibunda y luego sale de mi habitación cerrando la puerta de portazo.

Vuelvo a conectar los audífonos y a desconectarme de esta casa de locos. Necesitaba una vía de escape, que llegara alguien a salvarme de todo este rollo o muy pronto me volvería loca.

Hablo con Kriss por Skype y me cuenta que se ha acostado con el salvavidas buenorro de la playa que vamos siempre que estoy por Alicante, menuda suerte tiene esa chica, aunque claro, con ese cuerpo...No me extraña.

Kriss tenía una copa C, era morena, y su sutil forma de ligar atrae a cualquier hombre, uno de mis errores es ir de vacaciones a Alicante y juntarme con ella, siempre hago de sujetavelas, aunque, claro, siempre me queda el amigo pardillo.

No me llevéis a mal, no soy tan fea, pero tampoco es que sea un pivón.

Soy rubia, mido un metro setenta y dos, y soy algo más delgada que la media. Pero eso es debido a que de joven he sufrido bulimia y todavía no me he recompuesto con totalidad. Bueno, mi sentido de la moda es... regular. Soy rica, puedo tener lo que me de la gana, pero no soy una estirada superficial, como mi hermana. De hecho, hago todo lo contrario que ella, intento destacar a mi manera, puede que todavía no lo haya hecho, pero... tengo la corazonada de que este es mi año.

Falling in love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora