A Ciel le gustaban los vestidos.Claro que no desde siempre, pero desde aquella vez que se vio obligado a usarlos.
Aunque el recuerdo parecía lejano, él sentimiento de gusto al usar un vestido estaba fresco en su mente.
Después de muchas misiones de parte de la Reina en donde él tenía que disfrazarse de una muchacha, comenzó a agradarle la frescura y elegancia que un vestido le brindaba.
Poco a poco, fue aceptando la idea de usar vestidos, aunque nadie, ni siquiera su fiel mayordomo, lo supiera.
Aún así el guapo sirviente sospechaba una o dos cosas de su amo. Desde hace ya más de un mes el chiquillo pedía vestidos en encargos al personal cuando viajaban a la cuidad, diciendo que eran regalos para Lizzy.
La cosa era, que una vez esas prendas eran entregadas al menor nunca se les veía partir o ser dadas a la supuesta señorita Elizabeth.
Los sirvientes estaban curiosos, pero como estaban cegados por el amor a su amo, lo dejaron pasar después de unas semanas más.
Decidieron no darle importancia. A excepción de Sebastian.
El demonio estaba más que intrigado, aunque no lo demostrará.
Cada día que traía el té del mediodía, rápidamente checaba con la mirada la estancia, en busca de los vestidos recién entregados; nunca lo lograba.
Así pasaron días, Michaelis buscando los vestidos cada día que limpiaba el polvo en el estudio mientras Ciel, trabajaba en sus papeles.
No le preguntaría al Bocchan, sería ridículo. Además de que el joven Phantomhive nunca le respondería con la verdad si es que los estaba ocultando por alguna razón.
Hasta que un día, gracias a que la mucama Maylene cayó enferma con un resfriado, Sebastián quedó a cargo de la lavandería y descubrió a la mayoría de los caros vestidos en la ropa sucia.
Pero, ¿cómo? Esos vestidos no los podría haber usado alguien más que el mismo Ciel. Espera un momento...
Con pasos largos, rápidos pero elegantes, el mayordomo fue encaminado al cuarto del joven amo, tocando la puerta suavemente al llegar.
Se escucho un respingo sorprendido al otro lado de la puerta, antes de que una voz respondiera "¿Q-quien es?"
Michaelis frunció sus cejas, extrañado. Usualmente el ojiazul respondía con tenacidad e impaciencia, cosas como "¿Quién osa molestarme?", "Estoy ocupado, no me fastidien". Nunca había tartamudeado de esta manera.
"¿Lo puedo ayudar en algo, mi Lord?" Preguntó el mayordomo.
"No, deja de fastidiar demonio. Nadie te invocó" respondió Ciel.
Con un suspiro, el sirviente de alto rango se fue a continuar sus deberes.
Por otro lado a Ciel casi le habían quitado la mitad de su rango de vida en un susto.
Sumergido en sus pensamientos, el pequeño estaba girando en unos de sus vestidos favoritos, viendo como el aire levantaba levemente la falda del vestido.
La prenda era de un color morado oscuro, cubierto de un fino encaje blanco y moños negros sostenido la parte inferior como las cortinas de un teatro.
El juego se completaba con unos guantes negros largos con moños morados haciendo que Ciel se sintiera delicado pero rudo, su cabeza llena de contradicciones hasta que tocaron la puerta.
Casi se cae de espaldas por el susto.
Después de espantar a Sebastian a algún otro lado, decidió que su fiesta de disfraces debía de terminar, agarrando una maleta escondida debajo de su cama y guardado los dos vestidos que se había probado hoy.
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Vestidos ♕sebasciel one shot♕
Fanfiction❀A Ciel le comenzaron a gustar los vestidos, pero nadie lo debe de saber.❀