Carta a un vampiro

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Supe que tus ojos se posaban sobre mí y que tus labios susurraban dulcemente mi nombre con ese veneno indescriptible que se apodera de mi ser. Vi tu esbelta presencia que se acercaba vacilante hacia esta pobre alma somnolienta. Tu sonrisa siniestra nacía entre las comisuras de esa boca tan apasionante. Unas manos delgadas y pálidas surgieron de entre la oscuridad que aquella noche nos invadía; de pronto se posaron sobre mis mejillas y pude sentir el frío de tu alma, el dolor profundo que guardabas en aquel vacío donde, en algún momento hubo un corazón; pude ver tu pasado, tu tristeza, esa en la que vivías, y en ese momento me mostraste tus deseos, esos que quedaban de tu parte humana. Y con un beso deliberado me demostraste que aún en tu mórbida figura, en tu sádica sonrisa, en tu fúnebre mirada, en la frialdad de tus palabras y esa oscuridad que te abraza eternamente, queda un poco de ese néctar divino llamado amor...

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