¡Qué guapo está A. J.! pensé en voz alta en esta última fiesta de año nuevo. Conocía a A. J. desde pequeños, pero nunca me había interesado; puesto que era 5 años menor que yo.
Él es un chico de tez blanca y contextura delgada. Tiene una sonriza encantadora. Es alocado y extrovertido: esas cualidades de él me daban miedo, pero me intrigaban porque, en realidad, sabía de sus aventuras y tenía la certeza que si prosperaba una relación entre los dos sería muy fácil para mí darme cuenta de sus mentira o infidelidades.
Lo saludé con dulzura y coquetería, estoy segura que lo pudo notar. Con el paso de los días, nuestro acercamiento fue más. Siempre tuve miedo a enamorarme de él, pero mi soledad gritaba que deseaba un acompañante. Lo que inició como un juego, fue tomando fuerzas cada hora, cada segundo.
Desde febrero, iniciamos una relación más que simples amigos. Al principio, disfrutaba sus ocurrencias, sus locuras, su manera de presumirme ante los demás, sus celos; todo esto hacía que me enamorase mucho de él. No es el tipo de hombre que soñé tener, pero me encantó: qué puedo hacer, el destino es sorpresivo. Por ir contra la corriente es que estoy confundida y dolida. Los reproches me atormentan: ¿ por qué me enamoré? ¿por qué le demostré tanto aprecio? ¿por qué le di todo? Mi nuevo príncipe acabó con mi tranquilidad y felicidad, o tal vez fui yo. ¿Será que nunca le gusté o que nunca le desperté pasión? ¿Seré yo la del problema?
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Dolorosa verdad
RomanceUna joven descubre la realidad de su relación sentimental. El gran amor que siente por su novio no es correspondido de igual manera.