06/07/16 1:11 am

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Aquí es donde un excursionista inexperto en el campo entra, sus amigos con más experiencia le dicen que puede, que lo intente, y que si falla por lo menos lo intento, pero si no falla, dios! Algo con lo cual ha soñado puede pasar.

El excursionista era una persona normal, sin alguna ambición, un persona sola pero feliz en su propia zona de confort, pero un día, vio esta montaña, y sintió algo, una serie de emociones que le provocaron un nudo en su garganta.

El excursionista soñaba y soñaba con ser capaz de subir la montaña, se imaginó millones de paisajes que solo la montaña sería capaz de brindarle.

Lo que se le olvido al excursionista, es que no solo él pensaba en subir esta montaña, pues habían más y más excursionistas que lo superaban en habilidades por mucho.
Pero uno de los factores era más importante, el excursionista era del sexo femenino, y a ella le fue enseñado que las mujeres no deben de subir montañas, si no, ellas deben de hacer tareas más fáciles y sencillas, ellas deben de picar el hielo, mientras que los otros suben la montaña y se acaban su belleza.

Ella estaba bien, aceptaba su destino, pero la primera vez que vio esta montaña, todas sus enseñanzas y creencias empezaron a ser más débiles, dándole lugar a la duda.

Si los hombres pueden subir la montaña, ¿Porque las mujeres no podemos?

En la sociedad en la que ella vivía desde tiempo muy atrás, las mujeres y los hombres fueron destinados a un propósito diferente.
La duda y la curiosidad fueron creciendo más y más, hasta que un día la consumió.

Vio la montaña, y no pudo pensar en algo más hermoso que ella. Obviamente en el mundo existen millones de montañas, más bellas o más altas, pero ella solo tenía ojos para esta montaña.

Solo había un inconveniente, era la primera vez que intentaba subir la montaña, y sentía miedo, se sentía frustrada, porque todo indicaba que la montaña no estaba destinada a ser escalada por una mujer.
Ella nunca imaginó que subir nivel por nivel en la montaña sería tan difícil. Ella estaba tan cansada que se estaba resignando a solo admirar la montaña y no intentar subirla, estaba dispuesta a tomar lo poco que la montaña le podía dar para estar de alguna manera conectada a ella.

Y entonces algo sorprendente sucedió, la montaña le dio un frío roce, una pequeña muestra de lo que le espera si se arriesgaba a subirla. Ella sintió algo que nunca había sentido, la admiración paso al olvido con ese roce, ese pequeño roce que día tras día deseo, aunque no fuera lo que había soñado exactamente, le dio una pizca de esperanza.
La admiración se convirtió en amor. Y le dio miedo, pues de todas las montañas que ha visto en su vida, esta era la primera que le hacía sentir algo más que una admiración, era la primera vez que deseo que el tiempo se detuviera.

En fin, la excursionista quiso más de ese exquisito elixir, pero no encontró la manera de parar a la montaña, así que lo hizo, se lió con tantas montañas y volcanes, que perdió la cuenta. Pero en todas y cada una de ellas, no pudo olvidar a la primera montaña, esta montaña nunca abandonó sus pensamientos, y una ola de remordimiento le llenó el alma.

La excursionista por mas quiere, no encuentra el coraje suficiente para subir la montaña. Ella no sabe si la montaña quiere ser escalada por ella.

La montaña no sabe lo que los pequeños y fríos roces le causan.
La montaña no sabe que la belleza que la envuelve cautiva y atrapa más y más a la excursionista.

La excursionista es invadida por el miedo y la inseguridad, ya que la experiencia y ventaja que tienen otros excursionistas la hacen dudar de su capacidad. Ella ya no sabe que hacer, que seguir, ni que sentir. Esto rompe las esperanzas de escalar la montaña con cada paso que da. Tal vez la excursionista debería suprimir ese amor fugaz que siente por la montaña para no dañarse más. Pero es tan masoquista, que no imagina sus aspiraciones sin la montaña en ellas.

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