Capítulo 8

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Que hagamos cosas sin relación con el trabajo. Pues podía haber sido un poco más claro, porque a saber que se le ocurre a Castle. Miedo me da, siendo él podemos terminar jugando una partida en la consola.

-Martha querida – ha dicho querida, pues tengo que reconocer que suena bien- he pensado que podíamos pasar el día en el zoo. A ti ¿qué te parece?

-Bien, me parece una gran idea – mira así se nos pasará el día entero.

-Perfecto, tomamos el desayuno y ¿nos marchamos? ¿O prefieres que desayunemos por ahí?

-Pues la verdad es que con el día que hace, me apetece más salir a desayunar.

Bueno pues ya estamos en la calle, vamos a una cafetería del Soho que por lo visto a Castle le encanta, seguro que hay alguna rubia de bote que le sonríe con cara de tonta. Leches, pero que me está agarrando la mano. A ver Kate, que se supone que estáis casados, normal que haga esas cosas.

-¿En qué piensas? –me suelta eso de golpe, pues a ver qué contestas ahora.

-En nada, la verdad estaba intentando disfrutar del paseo.

-Bien. Sabes estás muy guapa hoy.

-¿Hoy? ¿Qué quieres decir con hoy? –pero bueno, que se habrá creído el idiota este. Decir que estoy guapa hoy, ¿eso significa que el resto de días no lo estoy?

- Todos los días estás guapa. Pero hoy estas preciosa. La ropa informal que llevas hoy, con las zapatillas y esa coleta al lado, te hacen estar más guapa si cabe –y ahí está la contestación. Y esa sonrisa que me encanta. Kate tenemos un problema.

-Gracias, tú tampoco estás nada mal así. Aunque bueno, tú siempre vistes informal. El traje te sentaba de maravilla, ¿por qué no lo usas más a menudo?

-Gracias por decir que yo tampoco estoy mal. No me siento del todo cómodo con traje, no soy yo. Me recuerda a otro tiempo. Uno que no me gusta recordar –genial Kate, has logrado que borre su sonrisa, buen trabajo.

-Lo siento. No quería hacer que te sintieras mal. Mira la cafetería que querías –menos mal que hemos llegado, me siento fatal por haberla cagado.

Que mono, me abre la puerta para que sea yo la primera en pasar. Está casi lleno, al final no tendremos mesa y nos quedaremos sin desayuno ya verás.

-Cariño, mira ahí hay una mesa. ¿Nos sentamos?

Creo que podría acostumbrarme a que me llame cariño son ninguna dificultad. La verdad es que dicho por él suena genial.

-Sí, sentémonos. La verdad es que estoy muerta de hambre.

Decidimos pedir café, zumo natural de pomelo y un bizcocho casero de naranja.

¿Por qué me está mirando así de fijamente? Igual me he manchado, será mejor que me limpie por si a caso. Pues parece que no era eso, porque sigue mirándome de la misma forma. Vale, me empieza a poner nerviosa. Mejor le pregunto algo, ya pero ¿el qué?, lo que sea Kate, lo que sea.

-¿Te gustan los animales? – ¿qué clase de pregunta absurda es esa? Ya te vale Kate, ya te vale.

-Sí, claro. Supongo que como a todo el mundo.

-Ya, lo decía porque como has propuesto ir al zoo –vamos por no decir que soy idiota y no me salió nada mejor para lograr que dejases de mirarme como lo hacías.

-Cuando era pequeño, cada domingo mi madre me llevaba al zoo. Pasábamos todo el día allí. Era el único día de la semana que estábamos juntos.

-¿Y tu padre no iba?

-Nunca he sabido quien fue mi padre. Mi madre era madre soltera –genial Kate, llevas un día que no haces más que meter la pata.

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