El vaho sale de su boca y se acomoda en el asiento sosteniendo la bufanda. Tuerce sus cejas y cierra los ojos un momento. Gira levemente su cabeza hacia la izquierda encontrando la ventana empañada y la limpia para ver hacia el exterior. El bus está lleno de personas, pero el frío se siente similar a una patada en la espalda. Probablemente este es el invierno más frío que atraviesa The Noose, la pequeña ciudad de grises calles. Entierra su cabeza dentro de su bufanda y ésta le llega ahora por debajo de su nariz. Mira a la señora llena de bolsas que está dormitando a su lado y luego alza su cabeza examinando a las personas que yacen de pie en el bus. Bajo mi cabeza antes de ser descubierta y finjo tararear una canción. Podría jurar, sin temor a equivocarme, que está mirándome, lo que me provoca un subidón de calor por todo el cuerpo.
Sintonízate, Reese, él es sólo un amor pasajero.
Sí, un amor pasajero del que llevo meses imaginándonos hablar, salir a citas y esperándome en el altar. Cielos, debo estar demasiado loca para fantasear con alguien que sólo lo encuentro en el bus, si es que llegamos a coincidir. No sé en qué momento encontrarlo atractivo pasó a ser un capricho codicioso. Ni siquiera sé su nombre, edad u ocupación. Todo lo que sé de él es que siempre está en el autobús cuando subo y que suele sentarse en el mismo asiento junto a la ventana, a menos que se lo seda a alguien más.
Resoplo sintiéndome ridícula, meto mi mano al bolsillo de mi abrigo y saco mi celular. Con el pulgar aparto el cable de los audífonos y con otro toquecito en la pantalla cambio a la siguiente canción, esperando con impaciencia que el autobús llegue pronto a la parada más cercana a mi colegio.
Miro por la ventanilla y reconozco la calle enseguida, faltan dos cuadras para llegar a mi destino. Meto mi celular de vuelta en el bolsillo y le pido permiso al sujeto que tengo al lado para pasar. Tener que llegar a la puerta del bus y tocar el timbre puede compararse a un reto. De hecho, es un reto mañanero de todos los días.
Emprendo mi travesía por el bus y cruzo las puertas justo antes que cierren. Acomodo mi abrigo y camino hacia el colegio reconociendo a algunos estudiantes de otras clases.
Al llegar hasta la casa de los Rosse, me asomo esperando que pasen los autos y cruzar, pero algo me detiene.
Lo he visto de reojo, como si se tratase de una alucinación, o un sueño. Un hombre alto que viste un smoking violeta con rayas verticales negras está junto a mí. Su rostro es pálido, pero sus ojos son oscuros y tiene dos gotas negras dibujadas debajo. Sus labios están pintados de rojo. Tiene un sombrero de copa negro, que levanta en forma de saludo.
—¿Te he asustado, dulce niñita? Parece que has visto a un fantasma.
Niego con la cabeza sonriendo por cortesía. No he visto un fantasma, mas lo vi a él, que parece mucho peor que uno. ¿Dulce niñita? Quizá debería haber cruzado ya. Es cierto que The Noose tiene fama por sus leyendas, cuentos y personas excéntricas, pero como él nunca vi a nadie.
—La verdad es que estoy trabajando —aclara. Su sonrisa se alarga y enseña sus dientes amarillentos. Definitivamente como él no he visto a ninguno. Si pertenece a algún circo, es uno bastante tétrico.
—¿Ah, sí?
—Sí, estoy repartiendo tarjetas. —Mete su mano dentro de smoking haciendo una mueca.
—La verdad no estoy interesada en circos, parques de entretenciones y esas cosas...
El sujeto carcajea afirmándose el estómago. Me siento cada vez más diminuta, como una hormiga bajo un zapato a punto de ser aplastada. Sus ojos oscuros me enfocan cuando deja de reír, su expresión parece divertida. Saca su mano del smoking con una tarjeta roja.
—Ésto no es una invitación al circo... o a un parque de diversiones, dulce niñita —pronuncia, confidente—. Ésto es la solución a tu problema.
La extiende hacia mí, pero no la recibo.
—No tengo problemas, lo tendré si llego tarde al colegio, así que...
—Todos tenemos problemas, niñita —Pone la tarjeta dentro del bolsillo de mi abrigo, lo que provoca que retroceda—, y tú tienes uno muy grande.
La imagen de mamá revolotea en mi cabeza; su sonrisa frágil, sus manos frías acariciando mi cabello, sus ojos apagados... Contengo la respiración un momento y miro hacia la calle, ya no hay autos. Le doy una mirada precavida al sujeto que sonríe con autosuficiencia y cruzo hasta la otra acera.
Desde este lado me siento a salvo, la atmósfera pesada desaparece y el bullicio de la calle vuelve. Respiro hondo con una mano sobre mi pecho, con la otra, busco la tarjeta roja en mi bolsillo.
Es áspera y de un rojo opaco. Mis dedos se ven demasiado blancos sosteniéndola y las letras negras inscritas en ella sobresalen. Coloco mi mechón rebelde tras mi oreja y frunzo el ceño para leer:
«Para Reese Braus,
Colegio Wigglesworth, The Noose»
Estoy temblando, no sé si es por el frío o porque la tarjeta lleva mi nombre. Giro la tarjeta y continúo:
«Está cordialmente invitada a Red Maze el viernes a las 20:00 hrs.»
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¡Chan! Primero capítulo :O Espero les haya gustado y muchísimas gracias por sus comentarios y votos :3