Prólogo

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Dedicado a la madre de todas y todos.


"Cuando la sangre de tus venas vuelva al mar, y el polvo de tus huesos regrese al suelo, quizás comprendas que esta tierra no es tuya, sino que tú perteneces a esta tierra" (Proverbio Sioux)


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No cabe duda de que en el mundo hay humanos, pero no humanidad. Sin darnos cuenta hemos hecho de un planeta el monopolio de los placeres de una única raza dominante. Edificamos, quemamos, consumimos, aglutinamos, desperdiciamos y despreciamos por doquier. Ya no nos paramos a oír el viento que susurra la llegada de un nuevo día, ya no saboreamos el olor de la hierba fresca que anuncia el inicio de la primavera, ni palpamos la roca que es testigo de milenios de inquebrantable vida plena y pura.

Tomamos lo que creemos que es nuestro y hacemos gala de ingeniosos y sofisticados mecanismos con los cuales saciar el insaciable apetito de una realidad exclusiva para nosotros mismos. Sin duda, somos los amos de nuestra realidad. ¿Y qué realidad es esa? Me pregunto. Una realidad efímera que creemos eterna a ojos de una vida efímera. Lo volátil y caprichoso de nuestros deseos es cada vez más y más imparable, una bestia feroz que se aferra a una presa que cree desvalida, como el leñador que obtiene la mejor madera del árbol que acaba de hacer desplomarse contra el suelo con la fuerza bruta de sus brazos y sus artilugios fríos y afilados.

Sin duda somos los amos de nuestra realidad, pero la verdadera realidad se nos ha hecho invisible por nuestra propia inconsciencia. Hemos cogido la venda de nuestro orgullo y nos la hemos puesto en los ojos con una cínica y perversa sonrisa en la boca. Pero ¿y si la presa que creíamos subordinada a nuestros mandatos en realidad fuera una presa dormida con una fuerza inconmensurable? Una presa que tiene en su haber poderes que creíamos que eran invenciones de locos que sólo veían el mundo a través de un espejo deformado.

La presa se acabará zafando de su depredador como el perro se sacude las pulgas, pero en lugar de un ladrido entrecortado oiremos el aullido estruendoso que trascenderá más allá de toda comprensión humana, y será ese día cuando nos demos cuenta de que la presa fue, y siempre ha sido, el que se coronaba depredador.

Y entonces, el rey fue destronado, larga vida a la reina...

Larga vida a la ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora