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El día ha sido duro, desde que entré en la oficina de Vicente, mi jefe. ¿Cómo podía saber yo que me despediría pero que también me haría explotar de pasión?

Si no fuera porque dentro de veinte minutos la jornada acaba, sentiría mucha ansiedad.

Repaso por última vez el balance del trimestre en la pantalla del ordenador, y guardo, guardo y guardo. Por triplicado, como siempre, que no se diga que no soy eficiente.

Meto la mano en el cajón de mi izquierda y saco otra chocolatina. Después de la que Gala me ha dado, se ha despertado en mí un ansia desmedida de chocolate, síntoma de mi ansiedad. Después de comer he saqueado la máquina y ahora tengo el cajón lleno de aquellos pequeños manjares. Ya me desquitaré haciendo ejercicio más tarde, pero ahora lo necesito.

Una llamada interna me despierta del sopor.

-Raquel Gómez, asistente de presidencia, ¿en qué puedo ayudarle?

-Soy Vicente -se me cae la chocolatina a la mesa. Levanto la cabeza del ordenador y miro a través de las ventanas de su oficina, cuyas cortinas están subidas y veo a Vicente con el teléfono en la oreja y mirándome. Noto el resurgir del tic en el ojo.

No le respondo, se me seca la boca. Desde que he salido de su oficina antes de comer no he vuelto a verle ni a hablar con él.

-¿No me respondes?

-Soy Raquel -le digo, más fresca que el mes de enero.

Lo veo sonreír, y su gesto cambia, se evapora la tensión de sus hombros.

-Necesito que me consigas una habitación en el Four Seasons para esta noche, con posibilidad de prórroga.

-¿En qué ciudad? -Vicente solía viajar a convenciones internacionales con frecuencia, pero no lo hacía con tan poca antelación.

-Aquí en Madrid.

Qué extraño, pensé. Pero después de lo que ha pasado hoy, esto ni se le acerca.

-De acuerdo, hago las gestiones y le informo.

Oigo que cuelga, casi dejándome con la palabra en la boca. Me centro en el ordenador, no puedo seguir mirándolo, me va a dar algo.
Encuentro una habitación disponible, que sube de precio por la inexistente antelación y cojo toda la información, la enlazo y se la envío en un e-mail.

Sigo realizando mi tarea y vuelvo a recibir otra llamada.

-Raquel Gómez, asistente de presidencia, ¿en qué puedo ayudarle?

-No quiero la información por e-mail, imprímela y tráela en persona.

Su voz autoritaria reverbera en mi zona íntima y lo miro. Su mirada puesta en mí, influenciándome. Esta vez no me ataca el tic en el ojo, si no un irrefrenable deseo.

-Desde luego -y colgué, punto para mí.

Puse a trabajar a la impresora y me pregunto qué ambiente se respiraría allí dentro. ¿Volverá a cerrar los estores de las ventanas? ¿Me volverá a abrasar con su lengua a mi boca? ¿Volverá incendiarme con su boca en mi cuello y sus dedos en mis bragas?
Alejando ese recuerdo de mi mente, me levanto y camino hacia su oficina otra vez.

Ya dentro, me aseguro de dejar la puerta abierta para ofrecerme una seguridad.
Esta atareado con sus documentos, decido ser discreta y dejo lo que venía a traer sin levantar un ruido, pero la puta alfombra me la vuelve a hacer y vuelvo a tropezar.

-Es más útil que una alarma -me dice, y yo me quiero morir. Su mirada dice que ha sentido mi pasión, su boca dice que ha saboreado mi buco y mi cuello y, sus dedos..., sus dedos dicen que ha tocado mi centro y me ha hecho vibrar.

-Aquí tiene la reserva -digo, e intento salir lo más rápido que puedo sin darle tiempo a que me desestabilice.

-No tan rápido Raquel -me detiene en el último momento, mi plan de fuga se va al carajo y lo veo sonreír, me ha salido el tiro por la culata-, te espero a las diez y media en la habitación.

-¿Qué? -pero qué cara más larga tiene este hombre, y que brazos tan musculosos, y sobre todo un culazo... Pero bueno, me estoy desviando, ¡que de qué va!.

-En recepción dejaré una llave para ti, no me falles.

Ahora soy una puta. Eso es lo que soy. ¿Pero quién se ha creído que soy? Ah, no, esto no se lo soporto.

-Me parece que ha interpretado mal mi actitud, no crea que voy a ir porque...

-Si va a ir, y lo sabe -me interrumpe-. Va a ir porque quiere repetir lo que sintió hace unas horas, y porque quiere llevarlo hasta el final.

Asombrada porque todo esto me lo esté diciendo con la puerta abierta y a la vista de todos, contengo un suspiro de frustación y me giro para irme.

-No lo olvide, a las diez y media -me dice mientras salgo, y tengo ganas de volverme y lanzarle a la cabeza lo que me pille más a mano.

IncéndiameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora