Capítulo 1

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A las siete de la mañana sonó el despertador. Agité la cabeza sorprendido; en estos últimos días no me solía levantar tan temprano. Después de haber acabado los estudios había estado unas semanas sin hacer nada en especial, pero en poco tiempo había encontrado trabajo. Me levanté lentamente de mi mullida cama y comencé a vestirme. Me puse ropa bastante formal; no estaba seguro de cómo tendría que ir vestido: una camisa blanca con una corbata y un traje azul marino, que me había comprado hace dos días. La chaqueta del conjunto me quedaba un poco estrecha debido a que tenía los hombros bastante anchos. Y no, no iba a comprarme un traje a medida. Me puse frente al espejo para colocarme el cuello de la camisa y la corbata, además de intentar peinarme mi pelo, corto y liso, aunque enredoso, de color marrón oscuro. Cuando terminé de arreglarme, fui a preparar algo para desayunar y a darle de comer a mi perro.

Era un perro pequeño, me llegaba a las rodillas, con el pelo corto y grisáceo. A veces me recordaba al cachorro de un lobo. Pero lo sorprendente de él era su pata derecha trasera. En realidad era un implante que le pusieron, ya que cuando lo encontré en la calle tenía esa pata muy dañada, probablemente debido al ataque de otros perros. Afortunadamente, la tecnología médica actual permitió a mi perro poder andar igual que antes , y sin demasiados gastos. Además, la pata era de un color metálico, lo que le daba un aire de perro-robot. Por eso lo llamé Cyb.

Terminé de desayunar, me despedí de él y salí de casa dirigiéndome a la estación de metro más cercana. Había un tren directo hacia una zona cercana al lugar donde iba a trabajar, así que solamente tardaba treinta segundos en llegar. El trabajo iba a consistir en supervisar la línea de montaje de piezas de robots en una fábrica a las afueras de la ciudad.

En estos tiempos, los robots eran la base de nuestra sociedad. Realizaban numerosas tareas de cualquier tipo. De hecho, todos los trabajos del sector primario los efectuaban robots; los agricultores o ganaderos eran, en realidad, ingenieros. Nadie se podía imaginar una vida sin robots.

Yo, verdaderamente, quería ser programador de robots, pero de momento me bastaba con este trabajo para ganarme un dinerillo durante unos meses o un año.

Entretenido con esos pensamientos llegué a las puertas de la fábrica, en la que tuve que insertar mi documento de identidad en una máquina, que me lo devolvió instantáneamente, a la vez que se abrían las puertas de un ascensor cilíndrico, en el que supuse que tenía que entrar. En cuanto puse los dos pies en él, las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a subir. Mientras ascendía, una voz electrónica fue mencionando mis datos personales.

«Nombre: Sebastian Walt»

«Fecha de nacimiento: 24 de septiembre de 2821»

«Edad: 23 años»

Realmente no entendía por qué tenía que escuchar mi propia información personal, y esperaba que sólo fuera la primera vez que entrara porque la situación era un poco extraña, parecía que me estuvieran analizando.

Tras un tiempo de trayecto, las puertas del ascensor se abrieron y me encontré frente a un señor grandote y trajeado, con una mirada severa y bastante pinta de guardaespaldas.

— ¿Sebastian Walt? — me preguntó con voz grave e inquisitoria.

Asentí con la cabeza.

— Sígame, por favor.

Fui detrás de él dudoso y, la verdad, un poco asustado. ¿Me iban a despedir? De hecho, ¿me podían despedir el primer día de trabajo? No lo tenía claro. Al menos me darían un récord o algo así. El guardaespaldas me guio hasta una puerta de madera negra  con una placa metálica en la que estaba grabado un nombre: Ian Shaw. Sabía perfectamente que ese era el nombre de mi jefe. De hecho, sabía perfectamente como era la persona que me iba a encontrar cuando el hombre trajeado abrió la puerta.

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⏰ Última actualización: Jun 12, 2018 ⏰

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