Llegué a mi casa, uno de los lugares que más odiaba en el mundo. Detestaba a mi madrastra por lo único que ella sabía hacer era inventar rumores sobre mí para que todos los familiares de mi padre pensaran que yo soy mala persona y su hija es una santa que nunca ha roto un plato, pero no era así. Yo era la que estudiaba, la que limpiaba, la que cocinaba, la que hacía todos los recados... pero por desgracia, en mi casa no veía eso, solo me veían como la niña que salía a a las 10 de la mañana y no volvía hasta las 12 de la noche.
-Buenas, ya he llegado-dije mientras cerraba la puerta y entraba al salón principal de no casa.
-Hija, tenemos que hablar contigo- dijo mi padre.
Estaban mi madrastra, mi hermanastra y mi padre sentados en el sofá que había en el salón. No parecían tener buenas noticias para mí.
-¿Qué ocurre, papá?
-Verás...cariño...siéntate.
-Papá. Sin rodeos. Decidme ya qué es lo que queréis y dejadme en paz. Tengo muchas cosas que hacer.
-¿Te das cuenta, cariño? ¿Te das cuenta de lo maleducada que es? Ya te he dicho que es lo que necesita. Vamos, díselo de una vez para que ya vaya preparando sus cosas y haciendo las maletas.- le dijo mi madrastra a mi padre.
-¿Preparando las maletas? ¿Qué está pasando? ¿A dónde nos vamos? - dije preocupada.
-Cielo, te hemos metido en un internado. No nos gusta que estés todo el día por ahí y como no nos haces caso, hemos pensado que es la mejor opción.
En ese momento, no quise hablar con ninguno de mi familia. Me fui corriendo a mi habitación, cerré la puerta con candado. Dejé los ratones en la mesilla de noche y me tiré a mi cama. Empecé a llorar y a llorar. Lloré durante horas y horas. Mi libertad iba a terminarse. No podría ver a mis amigos ni tampoco a Miguel ToxicBoy.
Pasaron unas cuantas horas desde que me dijeron que me iba a ir al internado. Decidí llamar a mi mejor amiga, Mika, para contárselo.
-Dios. Es terrible. En serio, ¿qué clase de padres harían eso?
-Mi padre no ha tenido mucho que ver. Ha sido la loca de mi madrastra, fue idea suya.
-Ni de broma te vas a quedar ahí. ¿Se pueden hacer visitas? Idearé un plan para que escapes, ¿te parece bien?
-Da igual, tía. Solo serán dos años y pico y ya seré libre. A los 18 tendré que ganarme la vida, porque a esta casa no pienso volver.
-Bueno, siempre podrás venir a la mía.
-Gracias. Por cierto, necesito que me hagas un pequeño favor...
-Pide por esa boca.
-¿Podrías cuidarme a los ratones de Toxic?
-¿En serio?- Sí, por favor. Le hice una promesa.
-Ay, no tienes remedio. Está bien, mañana paso por ellos. Te cuelgo, Lulú, que tengo que ayudar a mi madre con unas cosas.
-Está bien. Bye.
Colgamos a la vez. No podia parar de pensar en el internado y en que iba a echar a perder toda mi adolescencia por culpa de esa bruja.
Oí unos golpes en la puerta, alguien quería pasar pero en ese momento no me apetecía ver a nadie.
-Seas quien seas, no quiero saber nada de ti.
-Lulú, soy yo, Marina. Ábreme, por favor. - dijo ella desde el otro lado de la puerta.
-No quiero. Déjame en paz. No me has defendido, no me has apoyado. Eres una mala hermana.
-¡Oye! Ahora mismo estoy intentando apoyarte pero eres tú la que se encierra y no me deja entrar. Que sepas que yo no quería que te mandaran a ese internado pero como ya sabes, tú y yo en esta familia no tenemos ni voz ni voto, solo que yo, en vez de estar por ahí fuera, me quedo en casa.
Decidí levantarme y dejarla pasar. Yo me sentía muy mal así que cualquier persona que quisiese darme cariño en ese momento era bienvenido.
-Anda, pasa.
-Oye, lo siento mucho, de verdad, mi madre a veces se pasa.
Asentí y le di un abrazo. Ella no tenía la culpa de nada. Cerré la puerta y nos sentamos en mi cama a hablar.
Marina me dijo que dentro de tres días tenia que ir, así que ella me ayudaría con mi ropa y todas mis cosas.-Por cierto, escuché lo que hablabas con Mika, si quieres, yo te cuido los ratones.
Sonreí y le di otro abrazo. Al fin y al cabo la idea de irse a un internado no era tan malo: conocería a gente nueva y me libraría de la loca de mi madrastra.