El concurso.

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Únicamente porque había dicho que estaría concentrado trabajando en el cuadro con el que participaría aquellos tres no estuvieron buscando a Mateo durante la semana, a excepción de Jensen que a diario le mandaba mensajes de texto contando lo que sucedía con su nuevo amigo. Resultó que después de la pelea durante el partido los entrenadores acordaron castigar tanto a Arturo como a Jensen con trabajo social juntos por unos días por la tarde, y el desenlace fue totalmente inesperado: ambos descubrieron que tenían varias cosas en común además del amor por el deporte. Ante ello Fabián había tachado a Jensen de traidor.

Era viernes, pasaba de las once de la mañana y Mateo estaba nervioso, al medio día se abriría el salón que se iba a usar como galería, todos estaban invitados a observar y él no podía dejar de morderse las uñas.

—¿Quieres dejar de hacer eso?— pidió Fabián, —te crecerá una mano en el estómago.

—No seas ridículo— espetó Irma, —su comportamiento es normal y aceptable.

—Y tú no quieras convertir al niño en un objeto de tu estudio psicométrico.

—¿Qué dijiste?— frunció el ceño.

—¿Apostamos?— le preguntó Jensen a Mateo, era demasiado común dejar a los otros dos en su propia discusión.

—¿Qué clase de apuesta?

—Yo creo que quedarás en uno de los dos primeros lugares.

Mateo rió, —ni siquiera has visto el cuadro.

—No tengo que hacerlo, sé que será genial.

El joven pintor miró la sonrisa del chico y se aventuró a preguntar, —¿qué ganarás?

—Si tengo razón me deberás un dibujo, me gustaría un Caramelo feroz esta vez— el perro era bastante grande y glotón para su raza y sinceramente no parecía amenazador.

—Muy bien, pero si pierdes prometerás no volver a apostar sobre algo como esto, las apuestas se realizan sobre cosas al azar.

—Hecho— Jensen estiró la mano para sellar el trato. Mateo le imitó.

Los minutos para el artista pasaron demasiado rápido y en un parpadeo ya estaba delante de las puertas que acababan de inaugurar la exposición.

—Espero haya muchas pollitas lindas— murmuró Fabián al balancearse y avanzar con su muleta, aún tenía la férula en su tobillo.

—Eres incorregible, deberían cas...¡oh, por Dios!— Irma se quedó pasmada al ver el enorme lienzo que adornaba la pared del fondo, con facilidad media unos ciento cincuenta centímetros por lado; pero eso no fue lo que la impresionó, sino el perfil que parecía estar vivo.

El rostro tenía el ceño ligeramente fruncido y la mandíbula apretada, sus ojos brillaban y se notaba la pasión y la entrega en ellos, parecía emerger de una nube grisácea para ascender a un cielo más azul, su brazo derecho estaba extendido y su muñeca flexionada como si quisiera alcanzar algo.

Mateo los miró detenidamente: Fabián tenía los ojos muy abiertos y había dicho una maldición; Irma parpadeaba después de haber exclamado algo religioso y Jensen parecía serio, demasiado serio. Al notar esto último cayó en la cuenta de que probablemente había cometido un gravísimo error y atrevimiento.

—Yy-yo lo siento— se disculpó el muchacho, —jamás te pregunté si estabas de acuerdo; insististe con el dibujo de Caramelo y asumí que no habría problema con algo como esto— y agregó en forma de carretilla, —si deseas ahora mismo lo quito de allí, aún es temprano y no muchos han vis...

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