CAP 4

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El trayecto transcurrió en un silencio incómodo. De vez en cuando miraba de reojo a Abel, tenía un perfil bastante atractivo, la verdad. Pero la mayoría del camino estuve encogida en mi asiento con la cabeza apoyada en la ventanilla del coche, distraída observando las pequeñas gotas de lluvia deslizándose por el cristal.

Al llegar al edificio Abel abre la puerta de su casa y hace un gesto como invitándome a entrar. Dudo por un momento, pero la verdad es que no tengo a donde ir ahora mismo, así que entro despacio y decido sentarme en la mesa del comedor.

Después de unos minutos Abel se sienta en frente mía con una taza de café en la mano y me ofrece una a mi. Los minutos pasan y ninguno de los dos habla. Puedo sentir la mirada de Abel puesta en mi, mirándome fijamente, y no puedo evitar ponerme nerviosa.

- Siento haber entrado en tu casa- Mi vista está fija en la taza de café, y no levanto la mirada para recibir la respuesta.

- Bueno, supongo que tendrás una buena razón para haberlo hecho.

Levanto la mirada. Abel está mirándome fijamente, la verdad es que tiene unos ojos preciosos. Claro que tengo una razón, pero no pienso decirle que entré a su casa porque huía de mi padre, que me maltrata.

Le aguanto la mirada, pero no digo nada. Parece haber captado el mensaje.

- Y supongo que no vas a decírmela.

Suspiro y vuelvo a agachar la cabeza.

- Me dirás por lo menos tu nombre?

- Me llamo Melody.

Me mira y una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios.

- Encantado, Melody.

Ahora soy yo la que tiene una sonrisa en la cara.

- Bueno, supongo que debo irme...

Abel me mira por unos segundos, y parece que duda en decidir que va a hacer. Al final se levanta de la silla y se acerca a mi.

- Supongo que no habrás comido. Por que no te quedas?

Quedarme a comer? En casa de Abel? Bueno, la verdad es que no estaría mal llevarme algo caliente a la boca...

- Está bien, me quedaré a comer.

A los cinco minutos estamos sentados en la mesa con el plato de comida delante. Me doy cuenta de que estoy comiendo en la casa de un desconocido, y decido hacerle algunas preguntas.

- Cuántos años tienes?

- Tengo diecinueve años.

- Por qué viniste a vivir aquí?

- El antiguo piso donde vivía se caía a pedazos, y decidí que era un buen momento para cambiar de aires.

- Y tus padres?

La mandíbula de Abel se tensa, y se que no he hecho una buena pregunta. Me mira, y vuelve a tener la mirada fría de hace un rato.

- Lo siento...- Agacho la cabeza a modo de disculpa.

Abel se levanta de la mesa y empieza a recoger los platos. Se dirige a la cocina y empieza a limpiarlos.

- Prefiero no contestar a eso, me parece que quieres saber demasiado.- Su voz suena calmada, y consigo relajarme un poco.

Me acuerdo de la reacción que tubo cuando me colé en su habitación.

- Cuando entré en tu habitación, te enfadaste tanto que...

- No me gusta que me vean sin camiseta, eso es todo. - Dice en un tono seco.

Abel tiene un torso musculoso y definido, algo de lo que los demás chicos presumirían, por lo que no puedo encontrarle sentido, pero decido no insistir en el tema.

- Creo que ya va siendo hora de que me vaya a mi casa.

Abel me mira por un instante.

- Está bien- Dice, y vuelve a darme la espalda.

Me levanto de la mesa y abro la puerta principal.

- Ei- La voz de Abel me detiene. Me giro para mirarlo a la cara.

- Hasta pronto, vecina. - Una leve sonrisa se dibuja en sus labios, y consigue relajar el ambiente. Me permito sonreír también.

- Hasta pronto- Y cierro la puerta detrás de mi.

Llego a mi casa y lo único que quiero es darme un baño, así que preparo la bañera. Nada mas entrar en contacto con el agua tibia, mis músculos se relajas automáticamente. Hoy ha sido otro día duro. Cierro los ojos y pienso en lo que ha pasado hoy. Mi mente viaja hasta Abel. La verdad es que me gustaría conocer mejor a este misterioso vecino.

Estoy alrededor de media hora en el baño hasta que decido que si me quedo por mas tiempo pareceré una pasa. Salgo de la bañera lentamente para no salpicar todo el suelo y me pongo mi albornoz.

Decido ir a mi habitación y me tumbo en la cama escuchando música. Son las seis y media de la tarde y no tengo absolutamente nada que hacer.

Decido salir al patio a que me de un poco el aire. Abel está en su habitación, y se asoma a la ventana cuando me ve observarle.

- Acaso eres una acosadora?- Una sonrisa burlesca aparece en sus labios.

- En realidad has sido tu el que se ha asomado a mi patio, yo técnicamente estoy en mi casa.

- Touché. - Dice, y empieza reírse. Me quedo un momento observándolo, y empiezo a reírme yo también. La verdad es que desde que llegó, empiezo a estar mas feliz y relajada.

Me quedo mirándolo, he de admitir que es muy atractivo, las facciones de su cara son muy delicadas y su sonrisa haría derretirse a cualquier chica.

Parece que se da cuenta de que le estoy mirando y me mira divertido. Aparto la mirada rápidamente.

- Si me miras tanto corres el riesgo de enamorarte.- Dice con aires de superioridad.

- Tranquilo, no eres mi tipo- Digo en forma de burla.

- A no? Y como es tu tipo? - Dice sonriendo.

- Mi tipo sabe cocinar.

- Eso ha sido un golpe bajo-Dice riéndose.- Bueno, ha sido un placer vecina, pero me temo que tengo que irme- Dice con cara de pena fingida.

- Hasta pronto vecino- Digo entrando a mi casa. Puedo oír alguna risilla de su parte y sonrío antes de tumbarme en la cama por segunda vez, y esta, me quedo dormida.


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