2.- EVIDENCIA

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Temprano esa mañana, Mycroft había estado intentando ubicar a Sherlock con bastante insistencia, sin embargo, el detective no se sentía muy dispuesto a acudir a la llamada de auxilio de su hermano. Pero, y muy a su pesar, la visita de John y su repentino interés en lo que ocurría cambiaron sus planes, por lo que la solicitud de su hermano mayor fue la salida perfecta a una situaciónque se le hacía bochornosa. Y es que en realidad, no le importaba lo que John pudiese pensar acerca de sus ideas o "sentimientos"; su juicio en esos asuntos era en absoluto irrelevante, siempre y cuando él mismo supiese lo que le ocurría. Y en ese momento, Sherlock Holmes no tenía ni la más mínima idea de lo que le pasaba. Sólo sabía que el origen no había sido durante la noche anterior. Que provenía de momentos y lugares mucho más remotos en su memoria. Su aceptación de fragilidad en el laboratorio de Bart's ante la forense, cuando se enfrentó a Moriarty; el agradecimiento sincero y reconocimiento de su importancia, tras regresar de su exilio auto-impuesto. Su mirada comprensiva cuando estaba solo en medio de la multitud. Siempre había encontrado algo en Molly que le intrigaba, pero a la vez, era un impulso, un pilar fundamental, y aunque sabía que tal como con John, las cosas, en la práctica, no cambiarían demasiado tras la boda, si sentía que la perdía. No sabía por qué. Y Sherlock Holmes detestaba no saber el porqué de las cosas.

El taxi lo dejó en el club Diógenes, donde se reuniría con Mycroft. Preguntó por él en la recepción, en ese lenguaje de señas tan característico del exclusivo lugar. Estaba en la habitación de los extraños.

-¿Qué tal la recepción de anoche, hermanito? - preguntó Mycroft, cuando lo vio entrar.

-Bien. Deberías haber asistido, había pastel de trufas y chocolate -respondió Sherlock, sentándose en frente.

-No muy bien, si te retiraste más temprano...- sugirió el mayor, dejando su taza de té de lado. Luego sonrió y se inclinó un poco para agregar: -No debiste intentar sobornar a mis becarios -Volvió a erguirse y continuó: -No son confiables.

-Claramente no -confirmó Sherlock, rodando los ojos.

-Te contentará saber que Clara volvió con su novio.

-Al contrario- respondió mientras cruzaba una pierna - Mike parecía inteligente y sin duda las conexiones de su hermana deben hacerlo un buen prospecto.

-Si - apoyó el mayor- pero no hay que olvidar que su madre prepara un pésimo budín de atún.

-Oh, claro... el budín de atún - dijo Sherlock, recordando como lo había deducido -¿A qué tanta trivialidad? - Preguntó luego de una pausa.

-Hacía tiempo, creí que esperábamos a alguien más... ¿No viene el doctor Watson?

Sherlock rodó los ojos, en señal de que sabía que su hermano ya había analizado toda la situación y simplemente respondió:

-Las labores domésticas lo tienen exausto. Necesito un acompañante más activo, ¿No te sobra alguno por ahí? -Cuestionó con sarcasmo.

-No - respondió en seco. Luego tomó una carpeta y la arrojó sobre la mesita que estaba entre ambos - tengo un caso para ti, hermano -agregó en tono comprensivo.

Sherlock lo miró y tomó el archivo, observando detenidamente. En él, aparecían varias fotos. Las primeras correspondían a la princesa Diana de Gales, en distintos actos, donde se destacaba un pequeño prendedor. Posteriormente, había un set de imágenes de las exhibiciones en Kensington(*), donde dicho accesorio estaba en una vitrina. Finalmente un acercamiento al objeto: una pequeña rosa, al parecer de rubí, sobre fondo de oro y en el centro, un diamante muy delicado y raro, casi oculto en la forma principal.

-Robado, supongo -Concluyó Sherlock, luego de revisar las imágenes.

-Así es- contestó afirmando con la cabeza - Hace dos días. Pocos turistas visitando el lugar, propio de la época. No notaron la desaparición hasta la hora de cierre.

Tú Mereces Ser FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora