Alberto se quedó dormido en el sofá con la televisión de fondo. Soñó con Íñigo y con el mar. Con la arena tocando sus pies descalzos y la brisa refrescante en la cara. Con sus miradas buscándose el uno en el otro. Sus manos entrelazadas. Sonrisas amplias.Libertad.
Amor.
Felicidad.
Alberto no supo cuánto duró el sueño, lo que sí supo es que se levantó con una sonrisa en la cara y el corazón palpitándole de emoción. Quería ser siempre tan feliz como lo había sido en ese sueño. E iba a intentar conseguirlo.
- ¿A qué hora crees que volverás para casa? - se había levantado del sofá y había cogido el teléfono para llamar a su novio.
- Pues en un par de horas más o menos, ¿por? - preguntó Íñigo al otro lado de la línea.
- ¿Te paso a buscar?
- Vale. Te aviso cuando esté para salir.
- Perfecto. - la sonrisa de Alberto se ensanchó. - Nos vemos. Te quiero.
- Y yo.
Alberto colgó, todavía con la sonrisa en la cara, y miró el reloj. Eran las doce y media; todavía tenía tiempo.
Se puso a hacer una tortilla de patata con cebolla. Sonrió de nuevo al pensar que antes de conocerle a Íñigo no le gustaba la tortilla así. Pero una vez que probó la suya, cayó ante los encantos de la cebolla en la tortilla. Una vez que estuvo hecha, bajó a la panadería que tenía debajo de casa y compró un par de panes para meter la tortilla.
Miró el reloj de la cocina; la una y media. Tenía aproximadamente media hora para prepararlo todo.
A las dos y cuarto recibió un mensaje de Íñigo diciéndole que ya estaba terminando. Cogió las llaves del coche, la comida y la bolsa de viaje y se dirigió hacia el coche.
Íñigo ya estaba esperándole cuando llegó. Sonrió al verle y le dio un beso nada más entrar al coche.
- ¿Y este ataque de venirme a buscar a qué ha venido? - preguntó, sorprendido.
- Me apetecía. - contestó Alberto, encogiéndose de hombros.
- Ya podía apetecerte más a menudo. - respondió el de ojos azules, posando su mano encima de la de Alberto, en la palanca de cambios.
Alberto le sonrió con tristeza. Ambos pasaban demasiado tiempo trabajando y no tenían demasiado tiempo para ellos mismos. Por eso Alberto quería sorprenderle.
- Te acabas de pasar la salida a casa. - comentó Íñigo, mirando hacia atrás por la ventanilla. Luego miró a Alberto con curiosidad. - ¿Dónde estamos yendo?
- Tú calla y disfruta del trayecto. - fue toda la respuesta que le dio Alberto. Conectó la música de su móvil al apartado de música de su coche y sonrió abiertamente. Se sentía libre.
Vio como Íñigo se remangaba la camisa y cerraba los ojos, relajándose. Kaiser Chiefs sonaban de fondo y Alberto se creía que estaba ya en el mismísimo paraíso. No necesitaba nada más para sentirse el hombre más afortunado del mundo.
Tras seis horas de viaje que a los dos se les pasaron más rápido de lo esperado entre risas, recuerdos y algún beso furtivo en gasolineras, llegaron a su destino.
- No me puedo creer que estemos en Portugal así sin planearlo. - comentó Íñigo, bajándose del coche y estirando las piernas.
- Deja de preocuparte ya tanto y disfruta de esto. - Alberto se acercó a él y le abrazó por detrás. - ¿Vamos? - preguntó, después de colocarse a su lado y señalando con la cabeza a la preciosa playa que tenían ante ellos.
- ¿A la playa? Si no tenemos toalla ni nada... - Íñigo se pasó la mano por el pelo.
- Eres de lo que no hay. - susurró Alberto, negando con la cabeza, y abriendo el maletero. - Aquí tienes tu toalla. - añadió, después de abrir la bolsa de viaje.
- Cómo me conoces. - sonrió Íñigo, dándole un beso en la cabeza a Alberto.
Bajaron en silencio hasta la playa y allí se tumbaron, Alberto con la cabeza apoyada en el pecho de Íñigo.
- Gracias por esto. - comento el de ojos azules, mientras acariciaba con delicadeza el brazo de su novio. - No sabía que lo necesitaba hasta ahora.
Alberto sonrió y cerró los ojos, intentando capturar en su mente ese momento para siempre. Se sentía como en su sueño, pero faltaba algo.
- Vamos a bañarnos. - propuso, levantándose de golpe.
- ¿Eh? - Íñigo le miró sorprendido. - ¿Ahora? ¿En el mar?
- ¡Claro! Venga, no seas rancio. - Alberto le ofreció la mano e Íñigo se lo pensó mucho antes de agarrarla. - Solo se vive una vez. - comentó, mientras comenzaba a quitarse la ropa.
- ¡¿Quieres que nos bañemos desnudos?! - exclamó el de ojos azules al ver que su novio se había quitado también la ropa interior.
- ¡Qué más da! No hay nadie... Hagamos de esta playa nuestra playa. - se acercó a Íñigo y le besó dulcemente en los labios.
Ese beso fue suficiente para convencer a Íñigo, que se desnudó rápidamente.
- ¡El que llegue el último al agua conduce de vuelta! - gritó Alberto, mientras echaba a correr.
La carrera estuvo igualada, pero al final ganó Íñigo gracias a sus piernas largas.
- No te preocupes. - dijo abrazando a Alberto y cogiéndole en brazos. - Conduzco yo. - le dio un beso en la nariz. - Es lo justo.
Alberto le dio un beso en la boca. Ese beso llevó a otro beso y sin darse cuenta sus lenguas se encontraban como las olas se encontraban con sus cuerpos desnudos. Pronto la lengua de Alberto no fue suficiente para Íñigo y comenzó a explorar con ella la oreja, el cuello y la clavícula de su novio. Sabía a salitre, a mar, a verano, a felicidad. Los suaves gemidos de Alberto en su oído eran la mejor sinfonía que había escuchado en su vida. Sus labios volvieron a encontrarse, se tenían muchas ganas. Íñigo no pudo evitar sonreír en mitad de uno de sus besos.
- ¿De qué te ríes? - preguntó Alberto, divertido, separándose de su novio.
- Nada. - le dio un breve beso en la boca a Alberto y siguió. - Que muchas veces pensamos en la felicidad, lo difícil que es ser feliz y... parece que con bañarme desnudo contigo yo ya lo soy.
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soy lo peor por no actualizar hoy tus manos pero os traigo garzíñigo fluff para que me perdonéis :)
dedicado a @Garzoners_ por su cumple :)