Miró a su derecha y ahí estaba ese chico, yendo hacia la estación de enfermeras. Era la segunda vez que lo veía y le era imposible dejar de observarlo a lo lejos.
Agarró el siguiente expediente de uno de los pacientes que estaban en urgencias y entró a la sala. El practicante que estaría con él durante el día no se había presentado así que trabajaría él solo. Suspiró al pensar lo ocupado que estaría en todo el transcurso de su turno, abrió el expediente y comenzó a leerlo y fue a revisarlo.
Hora y media, y cuatro pacientes después fue por un té al pequeño cuarto que había a un costado de la isla de enfermería. Necesitaba tomarse diez minutos, no llevaba ni la mitad de pacientes y se sentía agotado. Dio un trago a su bebida caliente sintiéndola pasar por su garganta y bajar a su estómago; No había comida nada sólido y sentía el estómago vacío.
Escuchó la puerta abrirse, levantó la mirada y de nuevo lo vio entrar con la mirada hacia el suelo. ¿Quién era ese chico? Llevaba catorce meses trabajando en ese hospital y la primera vez que lo había visto había sido alrededor de dos meses.
Fue esa vez que un tren se había descarrilado resultando cerca de veintitantas personas heridas. Entre todo aquel bullicio que se armó en urgencias, por arriba de las órdenes gritadas por médicos, enfermeras y paramédicos que llegaban con los accidentados lo vio cerca de él. Tenía puesto el traje de color azul que usaban los practicantes, pero escuchó que también daba órdenes a algunas enfermeras e incluso médicos alrededor de él. ¿Qué clase de practicante era ese chico?
No volvió a verlo después de aquella ocasión, pero no había olvidado su rostro ni la sonrisa que había dedicado a un niño de unos siete años que recibió de los paramédicos rápidamente diciéndole algo para tranquilizarlo, supuso.
Sacó su móvil en cuanto éste sonó. De reojo notó que el chico volteo hacia donde él estaba y lo miraba, al parecer no se había dado cuenta de su presencia. De prisa abrió la cámara en su celular y discretamente lo apuntó hacia el frente. En la pantalla podía verlo claramente: Vestía un traje de interno color gris y zapatos lisos blancos. Su piel era realmente blanca, parecía muy suave a simple vista. Tragó saliva cuando notó lo largas que eran sus piernas, lo estrecha que era su cintura y lo ancho de su espalda. La única diferencia de aquella vez a la de ahora, es que en esos momentos llevaba el cabello rubio.
El cuello en "V" de la camisa le permitió ver la blanca piel que salía de ésta recorriéndola hacia su delgado y estilizado cuello. Hizo zoom a la pantalla para ver más de cerca su rostro, viéndolo morder el labio inferior al tiempo que sus ojos lo observaban atentamente.
- ¡Maldición!.- susurró para él cuando su celular resbaló por su mano directo al piso.
- ¿Está todo bien?
¿Qué si estaba todo bien? Todo lo que había visto estaba más que bien para él.
- Todo está más que bien, está perfecto.- dijo mirándolo a los ojos.
Vio al chico abrir el pequeño refrigerador que estaba a un lado y sacar una botella energetizante de líquido rosa.
- Noté que está solo revisando a sus pacientes.- dijo el recién llegado.
- Así es, mi practicante no se presentó el día de hoy y estoy solo durante mi turno.- bebió el resto de su té. Enjuagó y guardó la taza en un cajón.
- Casi termino de hacer mis pendientes y luego estaré libre.
- ¿Quieres ayudarme luego?.- preguntó dándose cuenta a lo que se refería el chico.