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Comenzó a pinchar los globos uno por uno. Escuchando atentamente, y disfrutando del sonido. Ni se inmutaba aunque tuviera este pegado a su pecho y clave una afilada aguja haciendo gran estruendo.
Olivia por un segundo creyó que las causantes de los desinflados globos eran sus lágrimas que en ningún momento pararon de salir y de caer por donde sea que pasase.

Pasó sus manos temblorosas sobre los bordes de su vestido rosa. Casi con nerviosismo se concentró en contar las suaves flores que adornaban su vestimenta, y en su labor se tiró sobre el sofá.
Limpió el poco rímel azul que pintaba sus mejillas y descanso su cabeza sobre una almohada con desespero y frustración en sus movimientos bruscos.
Inevitablemente se golpeó la cabeza con el rostro de porcelana de una muñeca vieja. La tomó de una pierna para verla de frente. Vestida con harapos y un rostro pintado en blanco con labios gruesos llamativos de un color rojo sangre.
Movía sus ojos verdes manzana de un lado a otro y su sonrisa era casi enfermiza. Y Olivia le sonrió de esa manera fuera de sus cabales.

Ella se paró de su lugar y sacó sus zapatos blancos.

Tomó del vestido a la muñeca y se dirigió lentamente al baño.
Su corazón dolía al igual que sus pies. Se había colocado esos tacones con el propósito de que Rubén piense que creció y ya no era una niñata (aunque él jamás pensara de esa manera en ella).

Pero por un momento se permitió pintarse. Solo un poco. Quería sentirse provocativa y una pequeña dejó florecer la esperanza de que él tal vez iría.

Pity Party; rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora