Mis padres no quisieron acompañarme el día de mi cita, o bueno, el día que iba a ser internada. Me dijeron que sentirían pena ir a ese lugar.
Me consiguieron lugar gracias a uno de los contactos de mis padres, tuvieron que firmar algunos papeles, dar consentimientos y deshederarme, la cereza del pastel. Para ellos, desde el primer paso que diese dentro de aquel centro psiquiátrico, dejaría de ser su hija; estarían muertos para mí.
Pero nunca leyeron las letras pequeñas de aquellas hojas.
No voy a mentir, el lugar era realmente imponente, es más ¡lo era desde que llegabas en helicóptero! A la vez me hacía sentir exclusiva, dios, no cualquiera iba a pisar un lugar de locos con su propia isla que costaría millones y sepa qué tanta mierda. Sí, eso me encendió la llanta rebelde.
Aunque en realidad me sentía con las manos vacías, de haber pasado a tenerlas tan llenas ahora no tenía nada, en mi equipaje sólo llévame un par de prendas de ropa y éste diario, donde ahora estoy escribiendo esto mientras espero en la recepción.Es como un hotel, el lugar es descomunal, no me he puesto con una cinta métrica a medirlo, pero... Es jodidamente grande, oí que traía pisos subterráneos y era como una pequeña ciudad, Japón les había concedido aquella isla para sea qué fuera que lo necesitarán, después de que trajo muy mala reputación a Osaka, anterior lugar donde estaba este hospital.
Ha primera vista, si no estás acostumbrado al color blanco, el interior te deja ciego. Imponentes luces blancas, como la nieve, y los pisos pulcros, tan pulidos que un poco más y los usas de espejo. Y todos como fantasmas, vistiendo elegantes trajes y batas, con detalles negros y corbatas con motitas de color rojo, me imagino que así es la etiqueta del lugar.
Al lado mío, estaba un guardaespaldas, cuando me dijeron que me presentará en las instalaciones tenía que llevar sí o sí a alguien, para dar firmas finales. Ahora que anoto esto, he estado muy callada, seguramente he escrito como cinco-seis páginas en mi viaje —ha sido muy largo, detalle extra—. Pero es el único método que siento seguro, sólo estoy yo, el grafito y el papel, nadie más y eso me trae paz. Son los únicos momentos en los que realmente me siento tranquila y no con ganas de impulsos negativos.
Rápidamente tuve que salir de ese estado al escuchar mi nombre en un pequeño altavoz.
“Tzuyu Zhou, paciente TZ-01817, favor de pasar a la oficina del Doctor Kim”.
—¿Dónde queda esa oficina? —pregunté al hombre de mi lado, quien se limitó a mirarme con fastidio y pararse, él solo preguntó a una recepcionista si le indicaba el camino, ni siquiera me indicó que lo siguiera cuando comenzó a caminar solo.
Obviamente, me enfadé.
Con reproche, me obligué a seguirlo arrastrando los pies, había placas que indicaban para qué o qué cosa era cada puerta que te encontrabas, con bonitas placas con letras plateadas y la base negra. Los colores eran elegantes, sí, pero parecía una maldita funeraria.
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TAPS (En edición)
Bí ẩn / Giật gânTzuyu, una adolescente a pasos de ser una adulta, siempre ha experimentado conductas erróneas, impulsivas y, sin embargo, agresivas para otro ser humano. Ingresada como un caso sin diagnosticar al famoso hospital psiquiátrico de Yakushima, donde se...