La preparatoria, un instituto para pubertos como yo, inspirado en nuestro SPE (Sistema Primitivo de Esclavos). Tenía muchos propósitos en mente: superarme, hacer amigos (muy buenos amigos), tener una novia y triunfar en la popularidad (esta ultima nunca paso).
Tuve muchas expectativas desde la primera vez que entré, la primera era el diseño del uniforme el cual se desmintió el día de ayer. La escuela era bastante amplia; constaba de más de 4 edificios con muchos salones, 2 laboratorios, 4 canchas, 2 cocinas, 2 oficinas administrativas y media, un comedor aceptablemente amplio, 2 salas de computación, una biblioteca, 2 almacenes...
La verdad no tenía por qué pedir más, Literalmente yo no merecía nada de eso después de mi experiencia en la secundaria, al pasar por las oficinas administrativas encontré una nota que decía: "Los estudiantes de nuevo ingreso tienen que asistir a sus respectivos salones. Con esto cabe mencionar de que yo no supe ni el edificio ni el salón en el que estaba mi grupo, y en las oficinas no había nadie, así que como no había a quien preguntar (porque parecía escuela fantasma), habían 2 personas dentro del almacén pero había un letrero en la puerta que decía "no abrir". Entonces en lo que me doy un tour por todo el plantel me doy cuenta de que tendré que esperarme hasta el próximo semestre si quiero entrar a la biblioteca porque a que estaba en remodelación. Medía hora después logré ubicarme: Grupo-1°F, salón E-06, suerte-baja.
Ese día fui excelente dando una buena primera impresión. Tome valor para asomar la cabeza y preguntar "buenas tardes, ¿puedo pasar?" y explicar otras cosas.
— Buenas tardes, ¿puedo pasar? — dije con algo de timidez, todos estaban viéndome. Era aquella sensación incomoda, en las que todos te apuntaban con sus miradas muy fijamente, esperando la mas mínima razón para reír.
— ¿Por qué tan tarde? — dijo el profesor, con voz bastante fuerte y gruesa.
— estaba buscando entre salones, no hubo nadie que me pudiera ubicar.
— pudiste haberle preguntado a los acomodadores del almacén
— había un letrero que decía que no pod...
— No me interesa, salte de mi clase
— pero si acabo de llegar
— ¿ah si?... yo también, fíjate — y todos se rieron tal y como yo tenía previsto.
— Es obvio que como soy una pared tú me puedes ignorar muy fácil, y también a las reglas que rigen mi clase — dijo. Yo fruncí el seño y después me acerque a el
— Escúcheme bien...
— Todos aquí escuchamos bien, ¿hay algún sordo? — dijo, después el y todos se rieron; Vaya que si me enoje, pero la cosa que tengo en interior la cual yo llamo "sensor de rebeldía" me disminuía mis impulsos de gritarle "¡Vete al demonio!" (Ganas no me faltaban). Entonces le dije:
— Mire, yo no vine aquí a tolerar ningún tipo de sarcasmo, yo solo vine a tomar la clase, asistir a ella...
— a mira que coincidencia... yo también — y todos se rieron.
Después le explique toda la historia de mi viaje de Coatzacoalcos hasta acá, y entonces me dijo "puedes tomar asiento". En los dos segundos que me tomaba para tomar un lugar hasta la parte de adelante me dio suficiente tiempo para contemplar lo que era mi salón de clases: las paredes eran color blanco con azul, al igual que el mosaico blanco, el podio era color café claro, y el profesor, pues, viejo y arrugado. El empezó a dar su clase, explicaba un método que se supone, pero no me enseñaron en la secundaria: "Simplificación de radicales"; quise aprender todo lo que pude, pero al final no aprendí nada, estaba mas concentrado en mi furia que en otra cosa.
Existe una reacción química en la hormona de los jóvenes cada vez que un profesor se sale de clase, y a lo que me refiero es que una vez que el profe dijo "nos vemos mañana" y se fue, empezó a sonar el típico "Bla bla bla" de siempre.
Uno de los muchachos que se estaban riendo se acercó a mí
— Hola, mi nombre es Gerardo; oye, ¿Por qué no agarras tus cosas y te vienes con nosotros atrás? — asentí, agarre mis cosas y me senté en una de las sillas de hasta atrás, todos empezaron a preguntarme mi nombre, yo se los dije, después cada uno de ellos se presento con su nombre dándome un saludo en la mano, las niñas me daban un beso en la mejilla por cada presentación. En ese rato yo me sentí en confianza, conocí a Gerardo, Rubén, Fabián, Larissa, Osvaldo, Yizel, Tito, Alexa, Luis, Manuel, Fernanda, Josué, Cielo, Armando y Marisol.
— ¿Verdad que cae muy mal ese profe? — dijo Luis, yo asentí y dije
— no se tenía que portar tan sarcástico.
— así es el, o al menos eso sabemos de el desde el día en que lo conocimos (el día de ayer).
— Oye Owen, me caes muy bien — ¿desde cuando le caigo bien a la gente que conozco apenas en un minuto? Todos los demás me dijeron lo mismo.
— Y ¿Cómo se llama el profe? — pregunté con el rostro firme.
— Su nombre es Arnulfo contreras, pero nosotros le decimos, El Pirata — reprimí mis ganas de reír y dije.
— ¿es enserio?
— ¿alguna mejor idea? — pregunto Cielo
— El Pirata esta bien.
— No te molestes mucho con el prf... eh... El Pirata. Queremos suponer que así siempre ha sido, o algo en su vida lo cambió.
— Pues, sea lo que sepa, no me importa, su sarcasmo no lo toleraré.
El receso empezó a las 5:20 pm y terminaba a las 5:40 pm, al momento en el que sonó la chicharra, todos salieron, Gerardo me toco la espalda y dijo "acompáñanos, vamos al Palapa". Fui con Marcos, Jasón, Gerardo y Luis. Lo que ellos llamaban "Palapa, se refería a la cafetería del nombre raro que se encontraba en una de las esquinas del plantel, no me había dado cuenta en mi tour de que así se llamaba la cafetería, estaba escrito en una de las paredes en su parte exterior. Tenía forma de cabaña de playa o de bosque encantado, con el techo de paja y madera, sin ventanas (o al aire libre), un puesto de abarrotes y un puesto que servía lo que para los adultos es "comida"; ahí mismo se vendían tortas, taquitos rellenos de pollo a lo "No mexicano" con crema, papas fritas a 100 pesos, empanadas, gordas, sopa de pescado, y mas. Yo salí con nada mas ni dada menos que unos chetos, los guarde en mi mochila.
Tomamos camino rumbo a la cancha de voleibol la cual no tenía un nombre raro y cuando llegamos Jasón me indico donde colocarme y Luis me pregunto:
— ¿Sabes jugar?
— Pues es la primera vez que lo intento en una cancha enorme con una enorme y majestuosa red — y era cierto, La Red de esa cancha estaba gigantesca, Medía 3 metros y medio de altura, con ella el juego tenía la apariencia de tener un inicio imposible.
Antes de empezar sonó la chicharra, y todos nos fuimos de regreso al aula. Sorpresivamente no tuve clases en todo ese día.
Regrese a la casa cuando terminó la escuela ese día a las 6:30. Mi tío Jeremy me dio la bienvenida con un pastelazo en la cara gritando "¡Felicidades, ya eres un hombrecito de preparatoria", yo me reí, el se río también, después me tiro un jugo en hielo marca "ICE" (evidentemente muy, muy frio) , se rio y dijo "y eso es porque seguramente diste una muy buena impresión el día de hoy". Irónicamente cierto , después me di un buen baño y me fui a la cama.