Esa noche no fue lo que esperaban, durmieron en acogedoras camas de hojas y algodón, las sabanas eran tan suaves y ligeras, que no parecían tener nada cubriéndolos del frío. El desayuno fue bastante peculiar, consistía en ensaladas de frutas y algunos otros alimentos, que no lograron averiguar de qué eran.
—Buenos días, Zigor —el saludo de Tamara, hizo que el Ent luchara con una sonrisa.
La humana empezaba a caerle bien, tenía coraje y valentía, cualidades que todos los habitantes del reino admiraban y respetaban en cualquier ser vivo, seguro la joven iba a hacer reír al rey, no le cabía la menor duda.
—Buenos días, humana ¿Preparada para partir? —le preguntó, mirando como la chica miraba a Alex, que parecía deslumbrado con la dríada.
Si algo pensaba Zigor, era que los humanos podían bastantes ciegos y egoístas. Vio la tristeza brillar en aquellos ojos verdes, le recordaban a las aceitunas, la chica se volteó, se soltó el cabello y parecía luchar con su cabellera, aquellos rizos oscuros parecían salvajes, difíciles de domar.
—¿Todo bien, humana? —la mirada que le dio, le hizo saber que no quería hablar de eso.
Estudió a la joven, en ese mundo sería toda una belleza, incluso su rey podría encontrarla atractiva, con aquella piel morena, además de poseer un rostro ovalado con pómulos prominentes, completada por una boca grande de labios desiguales y una pequeña nariz perfilada. Casi podía pasar por un elfo de gran belleza, sino fuera por su actitud de chica dura.
—Perfecto, querido —Tamara alzó la barbilla en gesto defensivo.
Zigor le ofreció su mano. —Sube, humana, hablemos un rato —ofreció amablemente.
Tamara subió y se sujetó, mientras Zigor la subía hasta la altura de sus ojos y caminó lo suficiente para estar lejos.
—Eres una deplorable mentirosa, Tamara —Zigor se rio.
— ¿Por qué ya no me tratas como basura? —quiso saber, parecía curiosa, casi molesta—. Desde que llegamos, nos has tratado como si fuéramos algo que se pegó a tu pie.
—Humana, vosotros los humanos atraen los problemas como los dulces a las abejas —escuchar a Zigor decirle eso, le hizo darse cuenta que era verdad.
—Lo siento, Zigor, no quería complicaros la vida —Tamara miró el horizonte.
Lo había hecho para alejarlos de hacer preguntas importantes. La humana era agradable, a pesar de ser demasiado curiosa, se le notaba inteligencia y una mente audaz.
—Tamara —escuchó el grito de Alex.
Zigor caminó unos pasos hacía la casa de la dríada y bajó a la joven humana, donde el chico la esperaba.
—¿Qué hacías? —le preguntó Alex a Tamara, parecía enfadado.
—Hablar —respondió cortante, se giró hacía la dríada—. Muchas gracias por tu hospitalidad.
Se dio la vuelta, volvió a subir en Zigor, no se volteó a ver si Alex subía, solo miró a otro lado y lo ignoró.
—¿Cuánto tiempo tardaremos en llegar al palacio, Zigor? —quiso saber Tamara.
—Unas 8 o 10 horas, Tamara —le respondió el Ent, después de varias horas, sintieron el peligro acechando en el bosque.
Se sentían vigilados, perseguidos... Le tendieron una trampa al Ent, este cayó e intentó no lastimar a los humanos en su caída, cuando cayó lo inmovilizaron. Luego escuchó un grito, vio a Alex se golpeado y amarrado a un árbol, mientras Cerón y su manada, agarraron a Tamara, quien daba, pero la fuerza de estos, era superior a la suya.
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Perdidos en Gargantuan
KurzgeschichtenSu sentido aventurero la hizo internarse en una montaña poco explorada. Tamara Echenique convenció a sus amigos de ir a acampar a la montaña Beltroy, para luego separarse del grupo, siendo descubierta por su mejor amigo, Alexander Villegas, quien...