-¿Quién eres? – el chico ya estaba al borde de la exasperación, rabia emanaba de su cuerpo.
Ella río por lo bajo, el cinismo persistente en su voz -¿Por qué decírtelo a ti?
Él tenía el impulso de estrellarle contra la pared y sacárselo todo a golpes, pero por alguna razón tenía un presentimiento de que perdería en una pelea contra ella.
Sobretodo, por las veces que le ha visto partir brazos a algún tipo desafortunado, en un intento de conquistarla.
-Además, -dio un paso hacia él, muy cerca de su rostro –creo que ya lo sabes.
Él le observó por una eternidad, analizándola, fijándose en todo y nada a la vez.
Ella se dio cuenta de que lo hacía incluso antes que él mismo, y eso le enfurecía más, pero no dejó de mirarla tampoco.
Ella era indudablemente hermosa, su piel pálida contrastaba de maravilla con sus ojos negros, que parecían resplandecer solo en particulares ocasiones. Ella también tenía un pelo inconfundible, largo, ondulado y marrón oscuro.
Ella era famosa en ese lugar en tan solo dos semanas de su llegada. Y él quería saber por qué. Qué le hacía tan especial.
“Podría ser incluso un puto vampiro”, pensó confuso, era tan extraña.
Ella sonrío, enseñando una fila recta de dientes blancos, -ningún colmillo-, negando con la cabeza.
El abrió los ojos de par en par. ¿Acaso había pensado en voz alta? No, estaba bastante seguro de que no.
–Te equivocas, Harold –dijo, con una sonrisa torcida.
Él odiaba que ella le llamara así y no era la primera vez. Ni siquiera entiende como ella supo su nombre completo, ¡nadie lo sabía!
Harry gruñó y se acercó mucho más, acorralándola contra una de las taquillas, no la tocó, pero podía notar su cálida respiración sobre su mejilla.
-¿Quién demonios eres? –Le indagó, furioso.
Ella sonrío acercándose a él, barriendo sus labios contra su mandíbula, y dando pequeños mordiscos.
“El diablo” –escuchó una voz en su cabeza, y brincó atónito. Tampoco debía sorprenderse tanto, siempre que estaba a su lado, pasaban cosas raras.
Se alejó, para mirarle a los ojos, ella sonreía, claro que sonreía.
Y no era solo una sonrisa, era una advertencia en su piel, que significaba “Corre, huye por tu vida”
Él pensó en hacerlo, él realmente quería correr y esconderse debajo de una piedra, pero le apetecía mucho más, matarla.
Ella río lúgubremente, a sabiendas de los pensamientos de Harry.
-No puedes huir, tampoco puedes matarme –le dio un beso en la mejilla antes de irse por los pasillos. Antes de desaparecer, volvió a hablar –Te encontraré, y tú antes de una semana podrías acabar muerto.
¿Qué significaba aquello? Harry corrió detrás de ella, antes de que evaporara como hacía siempre.
-Espera… -su voz fue un susurro, y ella se giró para mirarle, un poco tal vez demasiado sorprendida por su tono de voz.
Él le agarró por el brazo, siendo delicado, y buscando en sus ojos todas las respuestas a esas preguntas que tenía ya desde hace dos semanas, pero no obtuvo nada.