Yo, cámara. Tú, objetivo.

Sólo quedan dos semanas para empezar las vacaciones de invierno. Las luces navideñas iluminan las ciudades y la gente ya empieza a hacer sus compras para navidad. Lara contempla embobada el escaparate de una tienda de electrónica. Hace meses que está deseando comprarse esa cámara. Ya no le sirve de mucho la que le dio su fallecido abuelo. Ahora quiere más. Quiere ser una fotógrafa más profesional. Aunque su bolsillo parece ser que no está de su lado. No le queda nada de dinero desde que le compró un suéter a su mejor amigo Jason, que cumplía años este mismo día.

Mira su reloj. Si no se da prisa llegará tarde a la fiesta. Vuelve a ponerse en marcha. Mientras va andando contempla todo su alrededor. Londres está precioso en esta época del año, su favorita.
Se detiene de golpe. Nick Bradley está andando en su dirección. Sus mejillas enrojecen de golpe. Siempre se pone nerviosa cuando ve a ese chico que la trae loquita desde que llegó a la casa que habia enfrente de la suya. Y de eso hace ya más de diez años...
Desde que lo vio por primera vez se sintió atraida a ese niño, que resultó ser su vecino. Empezó a fotografiarle con su antigua cámara de forma secreta y desde entonces no ha parado. Todas esas fotos las guarda en una caja cerrada con llave, llave que solo tiene dos copias: una la tiene ella y la otra está con su abuelo, el único que conoce esa afición a sacarle fotos a Nick.

Cada vez está más cerca. Lara, nerviosa, empieza a cepillarse los mechones que caen de debajo de su gorrito de lana.

Más cerca.

Cinco metros.

Tres metros.

Un metro.

Ya está a su lado. Lara abre la boca para poderlo saludar pero ya es demasiado tarde.

Se empieza a alejar.

La rubia sopla, molesta. Siempre, desde que lo vio por primera vez, Nick la ignora. Como si fuese una farola más en la calle, una baldosa más en la acera, un coche más en la carretera...

Pero algun dia, tarde o temprano, eso que ignoramos será totalmente complicado de olvidar...