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Mi escape de el inframundo me habría condenado a ser un traidor a los ojos de los demás dioses, pero ellos habían roto la promesa más antigua jamás hecha, proteger ante todo a la humanidad.
Hace apenas unas horas había llegado a Midgard, el reino de los humanos, mi viaje lo había realizado atreves del Yggdrasil.
Mi misión había sido clara desde un principio, encontrar a el último hijo de Grimm e instruirlo en el uso de sus poderes para eliminar a los inmemoriales oscuros, solo de esa forma la humanidad podrá seguir existiendo.
Estuve vagando por mucho tiempo en las calles deSan Francisco, lo suficiente para que los ciervos de el más horrible y pútrido Dios me encontraran, sí el ejército de Ah Puch me encontraba todo estaba perdido, la humanidad no tenía esperanzas.
Después de varios enfrentamientos con las criaturas de aspecto sombrío había logrado dar con el Grimm, el aroma de ese linaje era inconfundible, con el olfato pude distinguir el olor a madera quemada a 1 kilómetro de distancia y me apresuré lo más posible en llegar a el departamento de donde emanaba.
Al dar con la puerta di unos cuantos golpes en la misma, un niño de aproximadamente 16 años se encontraba bajo aquel techo mirándome con asombro, sin hacer caso de aquella expresión lo empuje y cerré la puerta tras de mí, rápidamente pose mi mano derecha sobre su boca y con la izquierda hice runa señal para que guardara silencio, sabía que no teníamos tiempo suficiente porque el olor a azufre empezaba a inundar la amplia habitación, sin pensarlo dos veces tome a aquel joven y lo trate de jalar pero se negó oponiendo resistencia, aquel chico no comprendía lo que estaba pasando, a nuestro lado derecho se abría un vortex de oscuridad el cual habría paso a uno de los más temibles ejércitos, aquel ser cayó como un costal sin hacer ninguna señal de molestia, mientras se incorporaba busque la hoz que ya hacía escondida en mi espalda y sin más lancé el arma directo a su cráneo, al clavarse pude notar su alma subiendo por mis pies hasta la cabeza, aquella herramienta había sido un regalo de Hades, mi padre.
En el instante en que la hoz salió de mi mano corrí traes de ella para al final sacarla de la criatura, jalé nuevamente a aquel chico para salir de el apartamento, mientras cursábamos el umbral de la puerta se escuchaban cuerpos cayendo.

GRIMM.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora