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Después de la terrible noticia de la muerte de sus padres, Samuel se sumió en una profunda depresión, de la cual no estaba dispuesto a salir.

No quería hablar con nadie, no quería saber nada de nadie y mucho menos quería seguir adelante.

Aquella noche, que se supone sería una de las más importantes en su vida, se convirtió en un noche tormentosa, horrible ante los ojos de cualquiera. Así, de la nada, Samuel había recibido una llamada desde el hospital en el cual sus padres trabajaban. Él creyó que la llamada era solo para disculparse con él y con Guillermo por haber faltado a su cena, pero definitivamente no estaba preparado para lo que aquella enfermera le diría.

"Asesinaron a tus padres"

Era como si una enorme bola de demolición hubiera caído sobre la espalda de Samuel. Todo su mundo se venía abajo. Ni siquiera atinó a decir nada a la enfermera que estaba al otro lado de la línea, simplemente soltó el teléfono y se desplomó en el suelo, hecho un mar de lágrimas.

Recordaba vagamente la voz preocupada de Guillermo. Después de eso todo se volvió negro, se le dificultaba respirar y sentía como si oprimieran con fuerza su pecho.

Sus padres... sus padres habían muerto.

Ya habían pasado dos meses desde aquella trágica noche, y Samuel seguía igual o peor que cuando se enteró. Para él, cada día era un infierno. No lo soportaba más. Extrañaba los regaños sin razón de su padre, la radiante sonrisa de su madre por las mañanas, los sabios consejos de ambos. Los extrañaba tanto...

Ya nada le hacía feliz... ni siquiera Guillermo.

El pobre chico trataba por todos los medios posibles hacer que su novio se distrajera y olvidara todo el mal que lo había estado atormentando, pero todos sus intentos eran en vano. No lograba hacer que saliera de su habitación...

Frank también estaba ahí para apoyarlo, como el primer día en que lo conoció. No lo iba a dejar solo cuando era el momento en que más le necesitaba. Él y Guillermo hacían de todo por ayudarle a salir adelante...

Pero no sirve de nada tratar de ayudar a alguien que no quiere ayuda.

No sirve de nada tratar de reparar algo que ya está irremediablemente roto.

—Guille, necesito estar solo, ¿vale? —pidió Samuel con un hilo de voz.

Guillermo, quien estaba sentado en la orilla de la cama, lo miró tristemente. Odiaba ver a su pequeño de aquel modo.

—No te quiero dejar solo, cariño... no puedo —respondió Guillermo al borde de las lágrimas.

—¡No te pregunté, maldita sea! —gritó Samuel—. Sal de mi habitación.

—Pero, yo...

—¡Que salgas!

Guillermo, asustado ante la reacción de Samuel, se levantó de la cama dispuesto a salir de la habitación. Pero, cuando estuvo a punto de salir, se giró a mirar a Samuel. Caminó hacia él y se agachó a su altura, ya que estaba sentado en la cama, y besó sus labios.

—Te amo, ¿ok? —susurró—. Pase lo que pase... digas lo que digas, yo te amo. Y nada me hará cambiar de opinión.

Dicho aquello, salió de la habitación.

Guille | wigetta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora