Prólogo

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"El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo",

Proverbio chino.

Tenía mi vida planeada:

A los 22 me graduaría en Derecho con matrícula de honor, a los 28 sería nombrada juez y, con suerte, poco después ya estaría trabajando en el Tribunal de Justicia Europeo. Visitaría a mi familia en fechas señaladas y puede que les llamara alguna vez al mes, lo justo y necesario. Quizá viajaría a alguna misión de Paz Internacional, o quizá solo me compraría una mascota para rellenar el vacío de mi apartamento. Quizás, solo quizás, no esperaba tener mucho tiempo.

Cientos de pasos, miles de sacrificios y un millón de esfuerzos. Esa era mi meta: la que escribía lenta y con buena caligrafía, sobre la que me preguntaba antes de tomar cualquier decisión y solo actuaba si la respuesta reducía la distancia hasta ese fin. Sin embargo, no era nada de eso lo que se cruzaba por mi mente en aquella sala, en el día más crucial de mi carrera. Un hecho que me convertía en el antónimo de todas las reglas de mi mundo y hace solo un mes me hubiera negado a creer.

Las miradas de los presentes se movían con el abrir y cerrar del silencio de mi boca, mientras las preguntas se reformulaban en mi mente. Sí, tenía mi vida planeada, siempre me gustó tener todo bajo control, parecía que así tenía un orden, y ahora por primera vez... el futuro era incierto.

— Siempre hay otro camino. — dije en alto.

Y salí corriendo. Dejando atrás un tribunal universitario expectante y todo lo planificado hasta entonces olvidado.

Vuelve a intentarlo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora