De repente, por un segundo, Kyle se quedó en silencio y me miró de una manera que hizo que mi estómago se apretara. Estaba completamente inmerso en mis pensamientos, pero su pregunta me sacó de golpe de mi burbuja.
—¿Aliss, cómo harás para ver a Kyle? —dijo, con un tono más curioso de lo que esperaba.
Me paralicé por un segundo. ¿Kyle? Cierto, hacía meses que no lo veía, desde aquella fiesta. Pero no estaba preparada para hablar de él, ni para enfrentar la verdad sobre lo que sentía.
—¿Cómo que voy a hacer? —respondí rápidamente, intentando restarle importancia a la situación.
Anto, como siempre, no se dejaba intimidar. —Ya sabes... Cada vez que se ven, terminan intercambiando saliva, ew. —Hizo un gesto de repulsión, como si intentara sacarme de mi ensimismamiento.
Me reí, aunque un poco forzada. ¿Estaba loca? Claro que no. Jamás me enamoraría de un chico como Kyle, ¿verdad?
—¿Estás loca? —comencé a reírme sarcásticamente. —Jamás me enamoraría de un chico así, tan solo es uno más de mi lista. —me repetí a mí misma como una mantra, intentando convencerme de que no había nada más entre nosotros.
—Bien, si tú lo dices, Alisson... —Anto me miró de manera cómplice, como si me estuviera midiendo. Sabía que no me creía, pero tampoco dijo nada más.
Faltaba media cuadra para llegar a lo de Katy, y aunque intentaba parecer tranquila, había una creciente inquietud en mi pecho. ¿Habrá cambiado Kyle? Cinco meses parecían mucho, pero a la vez poco. No sabía qué esperar de él. Ahora ya tiene 19 años. Quizás las cosas fueran diferentes... o tal vez no.
—Bien, le mandaré un texto para que abra. —dijo Anto, sacándome de mis pensamientos. Movía sus dedos rápidamente sobre su teléfono, pero yo ni siquiera había escuchado el sonido de la notificación. Estaba demasiado absorta en lo que venía.
—¿Por qué no simplemente llamas el timbre? —respondí, intentando evitar la tensión que había crecido entre nosotros.
—Oye, esta es la era de la tecnología. ¿Cuál sería el sentido de no utilizarla? —contestó, divertida, mientras me lanzaba una sonrisa cómplice. Era cierto, Anto no dejaba de ser un torbellino de energía, siempre usando su teléfono para todo.
Cuando llegamos, la puerta se abrió y apareció Katy, luciendo recién levantada, con las pantuflas aún puestas y su cabello desordenado en un moño deshecho. Todo indicaba que había estado durmiendo un poco más de lo usual.
—¡Buen día, chicas! —dijo entre un bostezo, como si hubiera estado en su propio mundo.
—Buen día —respondimos al unísono, ambas con una sonrisa en el rostro.
—Pasen. —Nos hizo un gesto con la mano para que entráramos, mientras se restregaba los ojos, como si no pudiera abrirlos por completo.
Entramos al living y me dirigí directamente a la mesa para sacar mi laptop. Comenzamos a hacer el trabajo de Antropología que, por supuesto, había dejado para el último minuto. Pasaron casi dos horas sin descanso, y en ese tiempo apenas levantábamos la cabeza del computador.
Cuando estaba terminando de editar la presentación, sentí cómo unos brazos rodeaban mi torso por detrás y una cálida boca se posaba en mi mejilla. La sensación me hizo saltar de la silla.
—Hola, Alisson. —Su voz susurró suavemente en mi oído, provocando que un escalofrío recorriera mi cuerpo. ¿Por qué me afectaba tanto, después de todo este tiempo?
Me sorprendió verlo así, tan desordenado. Su cabello negro estaba alborotado, sus ojos más achinados de lo normal, y los labios, ligeramente rosados, daban la impresión de que había estado dormido o descansando. ¿Por qué se veía tan atractivo de esa forma?
Mi mente se llenó de pensamientos caóticos. ¿Qué pasaba con mí? ¿Puedo violar a alguien con la mirada? Porque seguro lo estaba haciendo ahora mismo...
—¿Cómo estás, Antonella? —preguntó, pero sus ojos no dejaban de fijarse en mí, como si no pudiera apartar la vista.
—Bien, ¿y tú, chico playboy? —Anto le respondió con la misma indiferencia que siempre, aunque había un dejo de sarcasmo en su tono.
—Meh, no me quejo, como siempre... —dijo, acomodándose como si nada. Luego, con tono despreocupado, agregó: —Oye, enana, ¿hay algo de comer? —y miró a Katy, que estaba doblando con cuidado un afiche para la presentación.
—Sí, creo que hay pizza en el refrigerador. —Katy se levantó para buscar la pizza y Kyle no tardó en ir tras ella.
Cinco minutos después, regresó con una porción en la mano y se sentó justo frente a mí. Pude sentir cómo sus ojos se clavaban en mí como dagas. Era difícil concentrarme con su mirada tan fija, como si pudiera ver a través de mí. ¿Por qué me hacía esto? Mi corazón empezó a latir más rápido, y me costó retomar el hilo de la conversación.
—¡Ya! ¿Qué tanto miras, idiota? ¿Acaso te debo algo? —intenté decir con firmeza, pero mi voz traicionó la frustración que sentía.
—Hmm, ahora que lo pienso, sí. Pero bueno, eso es otro tema. —Kyle se tocó la barbilla como si estuviera considerando algo y luego volvió a mirarme, sonriendo con esa expresión traviesa que tanto conocía. —Estaba viendo que pareces una secretaria hot con esos lentes.
—¿Qué dices, pervertido? —respondí, con un tono de enojo, aunque en el fondo sabía que lo hacía para provocarme.
—Oye, es en serio. ¿No es cierto, Anto? —Kyle giró hacia ella, esperando una validación.
—A mí no me metas en tus fantasías eróticas. —Anto respondió rápidamente, echándose atrás como si se estuviera apartando de un tema incómodo.
Kyle solo se dio por vencido con una mirada que decía "lo intenté". Alzó los ojos al cielo y luego se levantó, con un suspiro.
—Bueno... —dijo, mientras se dirigía a la puerta del patio. —Me voy a fumar.
—¿Podrías darme aunque sea una seca? Olvidé los míos en casa. —Lo seguí hasta la puerta, sin pensarlo demasiado.
—¿Desde cuándo fumas? —preguntó, con una expresión de sorpresa.
—Desde hace un tiempo. ¿Qué tiene? —respondí, sin darle mucha importancia.
—Que no deberías hacerlo. —dijo, con tono serio, mientras abría la puerta y ambos salíamos al patio. La brisa fresca nos envolvió al instante.
Se apoyó tranquilamente contra la pared y sacó un cigarro de su bolsillo. Lo encendió sin mirarme y exhaló el humo con calma.
—Mira quién lo dice. —le respondí, con una sonrisa burlona. —¿Y bien? ¿Me darás uno o no?
—Cómo usted desee, mi princesa. —Me dijo con tono juguetón, mientras me tiraba hacia él, casi como si estuviera haciendo una broma.
Pero, ¿qué hacía este idiota? Mi mente no podía seguirle el ritmo.
N/a: Muchísimas gracias a todos por el apoyo! Ya son más de 450 leídos que tiene "Tú, mi maldito karma"
Y también gracias a todos los comentarios, me motivan mucho a seguir escribiendo.
Saludos Atte: Abadeer
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Tú, mi maldito karma
Novela Juvenil"Si un chico puede jugar con miles de chicas, porque una chica no puede jugar con miles de chicos? " Esa fué la pregunta que me llevó a ser lo que soy en la actualidad, o por lo menos lo que era hasta que volví a verlo... TERMINADA