El pequeño Joseph hacía lento su andar con cada paso que daba, un tierno aroma lo había distraído de su objetivo, el volver temprano a casa.
–Panqueques- Dijo con voz enternecedora mientras entrecerraba el puño.
Volviendo en sí, miró una mariposa revolotear y bailar frente a sus ojos, la cual siguió sin dudarlo hasta perderle el rastro entre unas zarzamoras, observó el mar de ramas esponjosas con tentación, quizá tomaría alguna como obsequio para su madre, pronto sería su cumpleaños y aún no tenía que darle, lo que lo llevó a decidir si tomar algunas o no, luego de titubear sobre el destino de esas moras decidió en probar una, si tenía un buen gusto, aroma y textura, se la llevaría sin dudarlo como regalo para su cumpleaños, ella estaría muy feliz de recibir un regalo, ya que el año pasado sólo recibió una tarjeta de un vecino que la felicitaba por los logros y además le obsequiaba un día completo en su nuevo spa.
Se acercó lentamente y con mucho cuidado a la planta que poseía tan hermosas frutitas y tomó una con mucho cuidado, de no clavarse una de las millones de espinitas que impiden a muchos alcanzar los frutos más dulces que da ésta planta.– ¡Que cosita más linda!... - exclamó antes de probar el fruto, miró el polvo y con un suave movimiento tomó el brazo de su chaleco roto y limpió la mora, el movimiento fue dulce y suave, tanto que desvío la mirada de una joven que pasaba tras él con un carro lleno de frutas y verduras frescas. Probó la mora escupiendola de inmediato
–¡Iugh! .... Están malas– exclamó en tono deprimente mientras pasaba sus manos por su lengua mientras intentaba que tan desagradable y ácido sabor no llegue a su garganta.
Las calles son amplias, muchos vehículos transitan sin parar día y noche por esta avenida, el ruido de los motores, neumáticos rechinantes, bocinas que estallan en ruido ensordecedor sin previo aviso, sin duda un ejemplo claro de Avenida transitada en una metrópoli que crece día a dia. El pequeño muchacho, al verse envuelto en un gran estado de hambruna, miró a una pareja de novios felizmente sentada, disfrutando de diferentes manjares que la tienda de pasteles podía ofrecer, la pequeña plazuela yacía desolada y ellos junto con Joseph eran los únicos seres conscientes ahí. El pequeño al no soportar más, lleno de vergüenza se acercó a estos pensando
– El hambre me mata, ¿se molestarian si tomo su comida? ...
Tal pensamiento continuó dentro de su cabeza, hasta se dio cuenta que la pareja se había marchado dejando sólo envoltorios en el lugar, destruyendo por completo su esperanza de obtener comida.
Caía la noche en la cuidad y Joseph entraba la segunda calle que da para su casa, desde lejos notó que la puerta de la calle no estaba asegurada.
–El idiota de mi padre otra vez se fue sin cerrar–. Después de un suspiro largo y profundo llegó a su casa.
Abrió lentamente la puerta de la calle.–Así no despertaré a mi madre... se pondrá furiosa si sabe que llego a estas horas del colegio –. Sin saber que ella lo esperaba entre las rosas y claveles que a esa hora apenas eran un mar de sombras y extrañas protuberancias que aterrorizarian a cualquiera que las viera.
El pequeño Joseph avanzó unos pasos, su andar fue detenido en seco por la mano de su madre la cual notaba una gran furia e impotencia que dañaban su pequeño brazo, un miedo enorme invadió su cuerpo recordando otros hechos parecidos en los cuales siempre terminaba con algunos magullones, raspaduras, entre otros. Hechos que lo aterran en pesadillas y que a nadie a querido contar, su madre lo miró fijamente y con mano dura lo dirigió a la puerta de la antigua y descuidada casona del barrio central, a la que llamaban hogar.
–Mami, ¿por qué tú ojito esta así?– señaló su ojo izquierdo magullado con su dedo.
–Tu papi me ama, hoy se enteró que don Ricardo me quiere y esto me lo hizo por qué me ama y no quiere ... –
Su silencio fue estremecedor, su mirada cambió y lanzó al pequeño Joseph dentro de la casa antigua y cerró la puerta con fuerza, marchándose del lugar a paso lento y calmo.
–No me gusta que papi se enoje con mi Mami–. susurró entre lágrimas –Sólo quiero que ellos estén bien... –.
Pasada la media noche, ninguno de los dos volvia a casa, Joseph tenía hambre y a cada minuto su preocupación aumentaba asimismo se preguntaba si volverían a casa, o si se habían olvidado de él, la relación de Joseph y su padres no era la mejor que digamos, el muchacho se llevaba muy bien con su madre, compartía sus historias con ella y viceversa, por el contrario de su relación con su padre, el que siempre estuvo presente en su vida con un carácter autoritario y dominante sobre él y su madre, flaco, de tez morena y cabellera oscura con entradas muy marcadas , solía ver a su padre el pequeño que a su corta edad ya sabía lo que era ser golpeado...
La noche avanzaba y el pequeño se quedó prontamente sin esperanzas de que sus padres volvieran ese día, notó sus ojos más pesados y pronto le ganó el sueño, durmiéndose en plena alfombra de lo que parecía ser el comedor de la casa.
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Joseph
AdventureBreve historia que cuenta la vida de un chico Santiaguino, de familia pequeña y de bajos recursos, sin más, la tragedia los golpea una y otra vez sin dar tregua alguna.