El salón se convirtió en una tumba. Nadie decía nada y el vídeo había seguido, mostrando a un par de personas durmiendo tranquilamente. A excepción de Aday, que me besaba, mientras estábamos tirados en el suelo.
Me pasé las manos por la cara lentamente y miré por última vez la pantalla, que quedaba en negro. Ruth había decidido apagarla, bien hecho.
No entendía por qué Aday solo me miraba fijamente y no decía de una vez lo que todos sabíamos: era broma.
Dios mío, estábamos muy bebidos y jugando, por supuesto que era una broma.
- ¿Y bien? -pregunté, alzando una ceja y devolviéndole la mirada a Aday.
- ¿Qué?
- No me respondas con una pregunta.
- No hagas preguntas estúpidas.
- A ver, chicos, vamos a calmar... -empezó a hablar Jane.
- ¡BARDO, BARDO!
Ruth decidió callar los gritos de su primo con una colleja.
La miré de reojo agradeciendo y me dedicó una sonrisa tranquilizadora.
- ¿Cuando piensas decir que es una broma? -cuestioné, alzando mis cejas.
- Oh, no pensaba decirlo -se encogió de hombros.
Solté una carcajada, seca y sin gracia. En serio, creo que estaba al borde de un ataque de nervios, uno muy grande.
- Ja ja, muy gracioso, Yuke.
- Uno, es Yûki. Dos, no estoy bromeando, Kevin.
Fruncí el ceño mirándolo fijamente. Estaba decidiendo si darle un puñetazo o no. Es mi mejor amigo, pero se está pasando.
Escuché que las chicas cuchicheaban entre ellas.
- Eres idiota -sentencié.
Hizo una mueca de disgusto y se levantó. Cogió su chaqueta y se acercó a la puerta.
- Claro, sólo era broma. Nos vemos... -dijo, abriendo la puerta- Gilipollas -susurró al final, pero todos escuchamos.
- ¡¿Como has dicho, tú, capullo?! -grité, levantándome del sillón.
Pero era tarde, se había ido, dando un portazo. Lancé un cojín contra la puerta.
No me gustaba pelearme con Aday, lo detestaba, pero supongo que esta descarada broma se le había ido de las manos.
- ¿Y eso qué? -dijo, Irene.
- ¿Qué quieres decir? -pregunté, ladeando mi cabeza.
- ¿Qué de qué vas, empanado? -insistió.
- Eso, ¿qué tan ignorante puedes ser? -habló, esta vez, Jane.
- Si es que... Hasta Abel se hubiera dado cuenta y mira que es tonto -añadió, Ruth.
- Oye -se quejó el aludido.
- ¿Que dicen, chicas?
- Idiota.
- Pelmazo.
- Ojalá te la metieran sin lubricante.
- Si, eso. Y, que luego, le metieran el puño.
- O le cagaran el pecho.
En ese momento, no sabía si reírme o sentirme realmente ofendido. Abel se había trasladado a la cocina y bebía una taza de café mientras nos observaba tranquilamente.
- ¿Tú entiendes lo que dicen? -le pregunté.
- No, al parecer, soy el único idiota que no sabía nada. Bueno, aparte de ti -contestó y me señaló con el meñique sin soltar su taza.
Más bien, mi taza.
- Oh, cariño, te amo -dijo Jane, haciendo puchero y mirándolo, tratando de que olvidara el tema de que no sabía nada.
- Te amo más, gatita -puso unos pequeños morritos y le lanzó un beso.
Eran tan empalagosos.
- Sigamos mortificando al idiota -dijo volviendo a la carga.
Y así, siguieron las chicas y yo, sin entender que coño querían decir.
. . .
- Al fin... Paz... -susurré, tirándome en mi cama.
Después de los que fueron interminables minutos... Pues, me acabé vengando. Las até y les eché guacamole caducado en el pelo. Excepto a Jane, porque Abel me amenazó de muerte, pero bueno.
Las dejé en reposo una hora, que fue el tiempo que tardaron en aflojar los cinturones y cuerdas y salir.
Les dije que si me hacían algo volvería a hacer lo mismo pero con yogures. Así que se fueron a casa después de usar mi ducha.
Abel y Jane desaparecieron en algún momento entre esos acontecimientos.
Así que yo, me duché, comí y aquí estoy.
Volvemos, estoy tirado en mi cama y me aburro.
- Tal vez podría llamar a Aday para que venga y... -dije mientras acercaba mi mano al teléfono, la aparté de golpe al caer en la cuenta de todo, nuevamente-. Ah no, que es un idiota -susurré.
Decidí llamar a Abel. Oye, a veces, puede ser la mejor compañía.
- ¿Oui? -contestó al teléfono.
- Abel, ¿te apetece hacer algo? Estoy súper aburrido.
Escuché un cuchicheo por detrás.
- Ehm... No puedo... Lo siento, palomita -se disculpó nervioso.
- No me llames paloma, bicho feo -gruñí y solté un suspiro-. ¿Y por qué no puedes?
Escuché un susurro en la línea.
- Porque eres idiota -contestó Abel, casi como preguntando.
- ¡No! ¡No le digas eso! -gritó Jane por detrás.
- ¡No, eso no! ¡Es porque... Jane va a tener un peluche y debo llevarla al restaurante para que la ceden con harina! -gritó como loco y colgó el teléfono.
¿Enserio...? Dios, las chicas me están matando.
Supongo, que puedo probar a hablar con Aday... Tal vez no es tan mala idea.
- La persona que llama no puede cogerlo en este momento, perdón. Oh y si eres Kevin, eres un tonto, ¿sabias? -el contestador personalizado del teléfono de Aday me dejó claro que no quería hablar conmigo.
Enserio, no pensé que nos íbamos a enfadar tanto por una broma suya, pero... ¿Por qué está yendo tan lejos? No le entiendo.
Sé que les prometí que les hablaría de él, en serio, lo haré, pero este no es el mejor momento.
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El imbécil de mi amigo.
RomanceKevin es el mejor amigo de Aday. Aday está locamente enamorado de él. [ - Ja ja, muy gracioso, Yuke. - Uno, es Yûki. Dos, no estoy bromeando, Kevin. ] Y pensar, que todo empezó por una "broma". Historia escrita con @Airelinna Advertencia: Contien...