Parte II

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Volviendo al asunto que nos atañe, hace unos años Jack y yo, en uno de nuestros numerosos viajes a la biblioteca, encontramos un semiescondido, polvoriento y extensísimo volumen que hablaba de nuestra ciudad en la época victoriana (ciudad a la que también veréis llamar pueblo, pues poseía poco más de 17.000 habitantes). Explicaba las distintas vestimentas, alguna que otra tradición que surgió en aquel momento y recogía una lista de viviendas y edificios erigidos en aquella época, junto a una relación de nombres, fechas de nacimiento y muertes de las personas que aquí vivían o los dueños de los distintos negocios de la ciudad.

Gracias a este preciado libro descubrimos que una gran mansión fue construida en torno a esta era, más concretamente en 1869. Según el libro, fue edificada al final de una antigua senda que atravesaba el bosque de Shierken situado a unos 65 kilómetros de nuestra pequeña ciudad.  El dueño de la mansión, el señor Harmsworth, hijo único de una extensa y adinerada familia de banqueros, compró casi todo el terreno y elevó un gran muro 5 kilómetros a la redonda de la mansión por miedo a que algún indeseable pudiera acercarse a sus preciados bienes.

Nos sorprendió que se recogieran datos sobre aquella mansión encontrándose a tanta distancia de Grynbrook, nuestra ciudad; pero como averiguamos más tarde, fue una grandísima obra en la participación de la ciudad fue bastante significativa.

Había mucha información sobre ella, incluso había una reproducción a pequeña escala de los planos del citado edificio. Lo que no aparecía en el libro o lo pensábamos inconcluso lo buscábamos en distintas bases de datos a las que tenía acceso la biblioteca. No lográbamos entender por qué nunca se había hablado de ella. Fue entonces cuando descubrimos que se había cometido un horrible crimen en aquella mansión.

El señor Harmsworth, según el libro y los archivos que después investigamos, agobiado por las deudas que le perseguían tras haber levantado semejante monstruosidad arquitectónica, comenzó a asesinar a los criados a los que no podía pagar en vez de despedirlos, pues no quería ver malograda su reputación. Una vez muerto el servicio, asesinó brutalmente a sus hijos y a su mujer, descuartizándolos posteriormente, para finalmente suicidarse, colgándose de las vigas que formaban la bóveda del techo, la cual iluminaba las escaleras principales de la mansión.

Tras el macabro final de la familia y sin herederos posibles, la enorme mansión pasó a ser problema de las autoridades competentes y del alcalde. Se intentó vender en dos ocasiones, pero ninguna tuvo éxito debido al elevado coste de su mantenimiento.

Unos meses más tarde se decidió realizar una primera y única subasta para los habitantes de Grynbrook para que aquellos preciosos muebles y objetos de alta calidad no acabaran destrozados por la acción despiadada e imperturbable del tiempo. Muy pocos asistieron pues pocos eran los que querían un testigo de la tragedia ocurrida dentro de sus hogares.

Exactamente cinco fueron los únicos compradores interesados que acudieron a la subasta, además del alcalde y alguna otra figura de no demasiado renombre. De dichos compradores, tres sufrieron una muerte en extrañas circunstancias a los pocos días de realizar su compra; y los dos restantes fueron ingresados en un psiquiátrico diagnosticados con esquizofrenia, pues se volvieron violentos y extremadamente paranoicos. Agredían de gravedad a sus vecinos y a cualquier persona que se les acercaba, acción que estaba justificada según ellos pues afirmaban que debían seguir las órdenes de la familia descuartizada y del banquero asesino si no querían morir como los otros compradores.

Sólo los asistentes a la subasta supieron la causa del oscuro final de los desdichados, pero aún así se decidió encubrirlo lo más rápidamente posible por lo que los muebles fueron devueltos al macabro edificio y colocados en el mismo lugar en el que fueron encontrados. La gran verja de metal negro y retorcido que daba la bienvenida a la mansión fue cerrada y asegurada para evitar más desgracias. También, se dijo al pueblo que todos habían sido víctimas de unas extrañas fiebres que habían resultado mortales, ocasionadas por un hongo desconocido perteneciente al bosque que abrazaba a la mansión. De esta manera la gente se guardó de acercarse y cesaron los fantasmagóricos rumores.

El caso se archivó bajo llave y se prohibió volver a hablar de aquella familia o de lo que aconteció en el inhóspito lugar. Así, poco a poco, la gente de Grynbrook fue olvidando lo ocurrido conforme pasaron los años. Tanto era así que ni siquiera nuestros padres conocían la historia de los Harmsworth.

En todo el pueblo nadie sabía o recordaba nada. Sólo quedaba un pequeño y casi insignificante resquicio de este inquietante relato, y es que nunca más en los casi 160 años transcurridos desde el incidente, ya fuese por la leyenda de los hongos venenosos o por el propio aspecto hostil que había adquirido el bosque, nunca nadie había vuelto a poner un pie en el tupido y oscuro Shierken. Nadie... excepto Jack y yo.

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⏰ Última actualización: Oct 19, 2016 ⏰

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