Dinah
Estaba en la cocina, preparando el desayuno, cuando Lyra entró corriendo al apartamento con una expresión de pánico en su rostro. Mi corazón se aceleró al ver la angustia en sus ojos.
—Dinah, tienes que ver esto —dijo, encendiendo la televisión y sintonizando las noticias locales.
En la pantalla, un presentador hablaba con seriedad: "Anoche, la lujosa residencia del conocido político, el señor Valenti, fue asaltada por individuos no identificados. Aunque el señor Valenti no se encontraba en su hogar en el momento del incidente, los delincuentes lograron sustraer una serie de documentos importantes que podrían implicar a varias figuras públicas en delitos graves. Las autoridades ya están investigando el caso, y se ha hecho un llamado a la ciudadanía para que se proporcione cualquier información que pueda ayudar a resolver este crimen."
Miré a Lyra, que estaba pálida. Su padre, el señor Valenti, era un hombre recto. O al menos eso creíamos. La noticia no decía que los documentos robados involucraban delitos serios, pero por la seriedad del reportero parecía algo parecido.
—¿Tu papá... está bien? —le pregunté con suavidad.
Lyra asintió lentamente. —Sí, está bien. Pero no puedo creer que esté involucrado en algo así. Tenemos que ir a su casa y ver las cámaras de seguridad.
No lo dudé ni un segundo. —Vamos.
...
Nos apresuramos hacia la casa de Lyra. Al llegar, nos recibió el caos. Policías, periodistas y curiosos se agolpaban alrededor de la entrada. Logramos entrar y encontramos al señor Valenti, visiblemente afectado, pero ileso.
—Papá, ¿Qué ha pasado? —preguntó Lyra, su voz temblando.
—No lo sé, cariño. Alguien desactivó las cámaras de seguridad y se llevó los documentos de mi estudio —respondió él, pasándose una mano por el cabello.
—¿No hay grabaciones? —pregunté, esperando una respuesta negativa.
—Las cámaras principales fueron desactivadas, pero tenía una cámara oculta en el cuadro del estudio. Podría haber captado algo, pero nadie sabe de su existencia —dijo llevándonos al estudio.
Nos acercamos al cuadro, y él extrajo un pequeño dispositivo de grabación. Conectó el dispositivo a su ordenador y reprodujo el vídeo. La imagen era clara: dos figuras entrando al estudio y abriendo la caja fuerte. Mi corazón se hundió al reconocer a los dos sujetos.
—¿Qué...?
No la dejé terminar y golpeé su brazo sin que su padre se de cuenta. Le hice una señal de silencio.
—Hija, ¿los reconoces?
—No, papá. Pensé que sí, pero me confundí. —mintió ella viéndome con una ceja levantada. —Perdón.
Y entonces la computadora se apagó.
—¿Qué carajo pasó? — el padre de Lyra estaba hecho una furia. —¡ROBERTO! — llamo a su guardaespaldas.
—Si, señor.
—¿Quién tuvo acceso a esta computadora?
—Nadie más que usted.
La computadora volvió a encender, pero el disco de la cámara había sido borrado. Alguien había puesto un virus en esta.
—Mierda, se acaba de borrar todo el disco duro de la cámara de seguridad. —miro a Roberto y le dio instrucciones: —Contacta a Jason ya para que venga cuanto antes.
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Amores que matan
RomanceLo hizo. Apretó el gatillo y no hay vuelta atrás. Cuando se alcanza la cima, hay dos opciones: quedarse o irse. Sin importar cuál escojas, él estaría presente en ambas. Él era de esos amores que se quedan. Pero también era de esos amores que matan. ...