La música vibrante llenaba el bar, y las luces de neón coloreaban el ambiente con tonos de azul y púrpura. El bar Oskure era un refugio para los noctámbulos y aquellos que buscábamos olvidar nuestros problemas por unas horas. Entramos al local, relajando los hombros tras la tensión del día. Nos recibió una oleada de sonido junto con el aroma de alcohol y sudor.
—Dios, esto es justo lo que necesitábamos —dijo Max, dirigiéndose a la barra. —Dos cervezas, Tony. Las más frías que tengas.
Tony, un hombre corpulento con un bigote canoso y dueño del bar, nos dio una sonrisa de complicidad mientras servía las bebidas. —Aquí tienen, chicos. Hoy tienen esa mirada de haber tenido un día difícil.
Tomé la cerveza y le di un largo trago, sintiendo como el líquido refrescante se deslizaba por mi garganta.
—No tienes idea, Tony. Hoy casi nos hacemos uno con el pavimento. — Se rio Max y le dio un sorbo a su bebida.
—Pero lo logramos, como siempre.
—Señor arrogante entró al chat.
—Rubio, si sigues así te voy a unir yo al pavimento. — lo mire y él solo rio.
Mientras tomaba, dejé que mis ojos vagaran por el bar. Fue entonces cuando la vi: una joven con cabello oscuro y mirada intensa, que destacaba entre la multitud. Estaba acompañada por una chica, de aspecto vivaz y cabellera roja. Había algo en esta última que capturó inmediatamente la atención de Max.
—¿Quiénes son ellas? —preguntó, señalando discretamente con la cabeza.
Tony siguió su mirada y asintió. —Oh, la pelirroja es Lyra trabaja aquí los fines de semana y la pelinegra es su mejor amiga, Dinah. Buenas chicas, pero mantén la distancia. —Señaló a mi amigo— No parecen del tipo que se metan en problemas, y tú ya das suficiente de eso. — Aunque se rumorean ciertas cosas sobre la segunda.
—Yo soy un ángel.
—Tiene razón, es un ángel— mire a mi amigo, que ya lo estaba señalando a Tony para que vea que no era mala persona, entonces agregué: —Un ángel de la muerte.
—La verdad que no me parece, don arrogante.
Sonreí, con mis ojos aún fijos en Dinah. —Ya vengo —me giré y señalé a mi amigo—Tú te quedas aquí.
Max levantó las manos en un gesto de rendición. —Solo asegúrate de que no termine en un tiroteo esta vez.
Dinah
Con una sonrisa confiada, seguí bailando al ritmo de la música mientras Lyra iba a buscarnos unos tragos. Levanté la vista cuando él se acercó, mis ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y desafío.
—¿Te gustaría bailar? —preguntó un chico de pelo negro y ojos oscuros, extendiendo una mano.
Lo miré por un momento antes de sonreír ligeramente y tomar su mano. —¿Por qué no?
La pista de baile no estaba demasiado llena, lo que nos permitió movernos con libertad. Él me sostuvo cerca, y pude sentir la calidez de su cuerpo a través de la fina tela de mi vestido. Nos movimos al ritmo de la música, nuestros cuerpos sincronizados en una danza que era tanto un juego de seducción como de descubrimiento.
—No te he visto aquí antes —dijo con sus labios cerca de mi oído para que pudiera oírlo sobre la música.
—No suelo venir a estos lugares —respondí, con mis ojos encontrándose con los de él. —Pero mi amiga Lyra insistió, ella trabaja aquí. ¿Y tú? Pareces bastante cómodo.
El sujeto sonrió suavemente. —Podría decir que este es mi segundo hogar. Me gusta la música, la gente... y las sorpresas.
Arqueé una ceja, divertida. —¿Y qué clase de sorpresas buscas esta noche?
—Quizás ya la he encontrado —respondió, girándome antes de atraerme nuevamente hacia él.
La química entre nosotros era palpable, una corriente eléctrica que nos envolvía mientras bailábamos. Raro. Cada movimiento, cada toque, parecía intensificar la conexión. Y a pesar de una vaga sensación de familiaridad y una pequeña voz en el fondo de mi mente que me decía que podía confiar, había otra voz que decía que tenga cuidado.
La canción terminó, pero nosotros permanecimos cerca, atrapados en la atmósfera del momento. Un chico rubio, estaba observándonos desde la barra, levantó su vaso en un gesto de aprobación.
—¿Quieres ir a un lugar más tranquilo? —sugirió, su voz suave pero firme.
—La verdad primero me gustaría, aunque sea, saber tu nombre.
—Cronos, un placer. — sujeto mi mano dándole un beso.
Lo miré, sopesando mis opciones. Había algo en él que me hacía querer saber más, a pesar de las advertencias de mi instinto. Asentí lentamente.
—Sí, me gustaría.
Caminando de la mano, salimos del bar y nos adentramos en las calles de la ciudad en moto. La noche estaba fresca, y las luces de los edificios creaban un resplandor cálido. Cronos me llevó a su apartamento, un edificio antiguo que claramente no era de los más seguros. Los vecinos, una mezcla de personajes dudosos y delincuentes, observaban con ojos curiosos, pero rápidamente volvían a sus asuntos.
—Bonito vecindario —comenté con un toque de sarcasmo mientras subíamos las escaleras.
Cronos se rio. —No es de lo mejor, pero tiene su encanto.
Abrió la puerta de su apartamento, dejándome entrar primero. El lugar era pequeño y desordenado, con una mezcla de muebles viejos y tecnología moderna. Miré alrededor, notando las señales de la vida solitaria y el peligro constante.
—¿Vives aquí solo? —pregunté, girándome para mirarlo.
Cronos cerró la puerta y se acercó a mí. —Sí, es más fácil así. Sin complicaciones.
Asentí, comprendiendo el subtexto. —Entonces, ¿por qué me trajiste aquí?
Cronos sonrió, acercándose más. —Porque hay algo en ti que me intriga. Y quería conocerte mejor.
Las palabras flotaron en el aire mientras nos mirábamos fijamente. Cronos levantó una mano para acariciar suavemente mi mejilla, su toque era suave pero firme. Cerré los ojos por un momento, disfrutando de la sensación, antes de abrirlos nuevamente y mirarlo directamente.
—Entonces, conóceme mejor —susurré con mis labios a solo centímetros de los de él.
Cronos no necesitó más invitación. Me besó con pasión, atrayéndome hacia él mientras sus manos recorrían mi cuerpo. Respondí con igual fervor, mis dedos deslizándose por su espalda y sujetándose a su camisa.
Pero Cronos se separó con brusquedad de mí y comenzó a alejarse rápidamente, como si mi tacto quemara, haciéndome sentir demasiado tonta, me quedé mirándolo con incredulidad mientras él iba hacia la cocina por un vaso de agua.
—Deberías irte ahora —dijo Cronos bruscamente, evitando su mirada.
Recogí mi bolso sintiendo un nudo en la garganta. La sensación de rechazo y decepción me invadió, pero traté de mantener la compostura. —¿Hice algo mal?
Cronos me miró brevemente, su expresión era inexpresiva. —Solo quiero que te vayas.
Sus palabras me golpearon como un balde de agua fría, pero me negué a mostrar debilidad frente a él. No tenía planeado pasar la noche así.
—Lo entiendo —dije con voz firme, aunque temblorosa. —No volveré a molestarte.
Sin darle la oportunidad de responder salí del apartamento. El frío de la noche me abrazó mientras caminaba por las calles, sintiendo una mezcla de dolor y enojo. Me había dejado llevar por un pensamiento idiota, solo para ser rechazada y descartada.
ESTÁS LEYENDO
Amores que matan
RomanceLo hizo. Apretó el gatillo y no hay vuelta atrás. Cuando se alcanza la cima, hay dos opciones: quedarse o irse. Sin importar cuál escojas, él estaría presente en ambas. Él era de esos amores que se quedan. Pero también era de esos amores que matan. ...