Viaje inesperado

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Salgo por el hueco del retrato y me encamino al Gran Comedor para el desayuno. Es sábado, estamos a primeros de noviembre y el frío ya empieza a hacer de las suyas, por lo que muchos han decidido pasar el día dentro del colegio yendo de un sitio para otro. No puedo evitar que la atmósfera relajada del fin de semana se me contagie, así que cuando por fin me siento junto a Rose en el comedor le dedico una amplia sonrisa.

―¡Buenos días! ―le digo alegremente mientras me sirvo huevos revueltos. Ella, que tenía las narices metidas en un ejemplar de El Profeta y no se había percatado de mi presencia hasta ahora se sobresalta, tirándole el vaso de zumo a su hermano Hugo, que charlaba tranquilamente con su prima Lucy. Contengo la risa ante la mirada que le dedica su hermano pequeño.

―¡Vaya, Adhara! Siempre tan silenciosa como un gato, qué susto me has dado. ―deja a un lado el periódico y con un toque de varita limpia el desastre. La miro divertida ¡encima la culpa para mí!

―Eso no es cierto, si no hubieras estado tan concentrada leyendo te habrías dado cuenta. ¿Algo interesante? ―me llevo una cucharada a la boca y la miro expectante.

―Nada fuera de lo normal. ―da un mordisco a una tostada a medio comer ―Los Chudley Cannons han vuelto a perder. ―le encanta leer la sección de deportes, y no porque sea una fanática de estos, sino porque le gustan mucho los reportajes de Ginny Potter, su tía, quien fue hace años una de las mejores jugadoras de Quiddtch del mundo. ―Por cierto, ¿Tienes planes para hoy?

―Pues tengo que terminar el trabajo de 3 pergaminos de Defensa contras las Artes Oscuras sobre las mejores maneras de detectar inferi... ―recuerdo con fastidio. Nos lo encargaron para la semana que viene y apenas lo había comenzado.

―¡Genial! Yo ya he terminado el mío, pero te ayudaré. Hay unos libros que creo que podrían servirte... A mí me ayudaron mucho. Necesitaremos ir a la biblioteca. ―Me dedica una radiante sonrisa ante la idea de pisar la biblioteca. A veces me pregunto por qué esta chica no está en Ravenclaw.


Después del desayuno, y como me prometió, me lleva a la biblioteca en busca de esos libros que tanto la ayudaron a ella.

―Espero que nadie los haya sacado ya... ―va mascullando por el camino ―No debí de haberlos devuelto, no se me ocurrió que...

―No pasa nada, Rosie, no creo que nadie los haya cogido ―le digo por milésima vez. Y posiblemente tenga razón: muchos acostumbran a dejar los trabajos para el último momento. Me dedica una mirada preocupada, pero no vuelve a decir nada más.

Cuando cruzamos las puertas de la biblioteca, la sigo en silencio por los enormes pasillos flanqueados a ambos lados por altas estanterías abarrotadas de libros de todas clases. Dudo que alguien se conozca mejor esta parte del colegio que ella. Por un momento pienso que me va a llevar a la Sección Prohibida, pero se detiene a escasos metros de esta.

―Deberían de estar aquí... ―susurra casi para sí.

―¿Cómo se...? ―la pregunta se muere en mi garganta cuando un destello dorado unas estanterías más allá capta mi atención. Por un momento pienso que se trata de un libro, pero al acercarme un poco más veo que no: parece algo no muy grande de metal. Me detengo justo en el borde de la Sección Prohibida, consciente de que no tengo permiso para entrar en ella. ―Oye Rose, ―capto la atención de mi amiga ―¿qué crees que es...?

―No, en la Sección Prohibida no recuerdo que estuvieran... ―se acerca diciendo.

―No, ―contesto impaciente ―me preguntaba que qué creerías que es eso. ―le señalo con el dedo el objeto metálico que no consigo ver bien. A mi lado Rose entrecierra mejor los ojos, pero parece que no da resultado porque a continuación dice:

―Pues no lo sé, supongo que tendrá algo que ver con los libros que están ahí... pero no creo que eso te ayude en el trabajo. ―acto seguido se da la vuelta y sigue su búsqueda.

Bueno, supongo que por echar un vistazo rápido, no pasará nada ¿no? Miro hacia atrás asegurándome de que no hay nadie cerca a parte de mi amiga y con pasos rápidos entro en la Sección Prohibida y me acerco a donde está el pequeño objeto. Y no me creo lo que veo. Es un giratiempos. Me quedo pasmada. Tenía entendido que todos habían sido destruidos durante la Batalla en el Ministerio en 1996...

―Rosie... es un giratiempos... ―como parece no haberme oído, lo repito un poco más fuerte ―Es un giratiempos. ―Vuelvo la mirada un segundo a donde se encuentra y luego vuelvo a posarla enfrente de mí.

―¡Adhara! Pero qué... ―se sobresalta y corre hasta el límite con la Sección. ―Sal de ahí... ―me dice esta vez más bajo, pero con un tono cargado de ansiedad. ―Además, un giratiempo, es imposible...

―Está roto... ―me doy cuenta: el pequeño reloj que debería estar lleno de arena está cascado y sin nada en su interior. Casi sin pensar acerco una mano y lo cojo.

―Oye, creo que no deberías...

Pero ya es tarde: nada más que lo tomo entre mis manos, comienza a dar vueltas como un loco. El corazón me da un vuelco y lo intento soltar, pero ya no puedo. Todo a mi alrededor da vueltas y vueltas cada vez más rápido y unas tremendas ansias y ganas de vomitar me recorren al darme cuenta de que no tengo ni idea de a dónde ni cuándo estoy yendo. 

Estrellas Fugaces {Sirius Black}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora