Capítulo IV: Necesitas amor

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La conversación había tocado la cúspide de lo inesperado y en medio de confesiones, habían enmudecido.

He Tian nunca supo cómo querer y de todas las maneras diferentes de expresar su sentir, siempre había elegido la peor. Pero, por primera vez antepuso a alguien por encima de sus caprichos y tenía de frente la oportunidad de reivindicarse.

Mo Guan Shan por su parte, tenía la capacidad de ver más allá de la superficie de He Tian, más allá de su arrogancia y de sus manipulaciones. Su esencia pura, con defectos y demás le resultaba, de un extraño modo, cautivadora.

He Tian lo tomó del cuello de la camisa y lo empujó hasta el sofá, donde este cayó acostado sobre su espalda.

—Ahora bien, ¿pensaste que podías venir a mi casa a imponerte? Eso es bastante gracioso, cabeza de zanahoria. — expresó con una elegante tonalidad y elocuencia.

Esta vez fue él quien asumió el control de un desenfrenado beso. Tomó con fuerza aquellos cabellos que brillaban como llamaradas y los entrelazó en sus dedos para dirigir el movimiento de su cabeza. Dejó caer su cuerpo con suavidad y una vez sobre él, eliminó el espacio sobrante entre ambos.

Guan Shan posó sus manos sobre la robusta espalda del atlético pelinegro; más tarde deslizó sus dedos hasta su cintura, palpando la diferencia en la delicada silueta. He Tian lo tomó de la parte trasera de su cabeza para separarlo un poco del sofá. Los dos estaban sentados ahora. Despojó al pelirrojo de su camisa; con besos y caricias comenzó a cubrir la piel que ahora estaba desnuda. Empezando desde el cuello, bajaba poco a poco por su pecho, luego el abdomen... Guan Shan acariciaba los brazos ajenos subiendo hasta los hombros.

—Esto... no está bien...— soltó intermitentes palabras el pelirrojo.

—No— le contestó He Tian exhalando un suspiro — déjame hacerlo mejor.

Se levantaron y He Tian lo jaló de la pretina del pantalón para guiarlo hasta su habitación. Desplazándose de manera torpe e inquieta, finalmente chocaron con la puerta. El pelirrojo la abrió tanteando a ciegas con las manos en sus espaldas.

Una vez dentro, se dejaron caer sobre la cama. El calor iba en aumento y la ropa comenzaba a estorbar. Guan Shan decidió igualar las condiciones e introdujo ambas manos bajo la camisa de He Tian, levantándola hasta arrebatársela por completo; a su vez, acariciaba el formado abdomen.

Ambos se dejaban llevar por el deseo. En determinado momento, dejaron de pensar y sus cuerpos tomaron las riendas de sus actos. Como si cobraran vida, sus extremidades se movían a su antojo y exploraban lo desconocido a través del tacto. Cada fibra de la piel se activaba y la sensación producía un éxtasis inigualable. Sin saber mucho, ambos se volvían intuitivos con respecto a lo que el otro quería.

He Tian continuaba encima de Guan Shan. Fundidos en el beso, llevó su mano hasta su cadera y coló una mano dentro de sus pantalones.; podía sentir el cuerpo del pelirrojo contrayéndose a ratos. Finalmente, quitó las últimas prendas que quedaban y vio el rubor en las mejillas de su compañero.

Seguidamente, se quitó los pantalones él también. Los dos se quedaron en profundo silencio. He Tian se acercó de nuevo para besarlo. Ambos cerraron sus ojos permitiéndose observar más allá de sus cuerpos desnudos, un alma descubierta.

Las caricias se volvieron cada vez más intensas. He Tian lideraba en cuanto al jugueteo, proyectando seguridad y osadía a pesar de no tener experiencia previa con un hombre. Durante los escasos y cada vez más reducidos momentos en los que se detenía a pensar con claridad, se cuestionaba por dentro sus actos.

Los dos estaban envueltos en un delirio magistral donde entre el gusto y la incertidumbre, anhelaban más.

En un proceso lento y detallado, Guan Shan se retorcía en la cama conteniendo una manifestación verbal de placer. El rígido cuerpo de He Tian se sentía exaltado también, pero este se controlaba con mayor facilidad que su compañero, quien soltaba silenciosos gemidos constantes.

El Amante de mi EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora